MURCIA. En los años noventa en Europa asistimos horrorizados a una terrible guerra muy cercana. Terrible -no hay ninguna que no lo sea- porque en ésta los niveles de atrocidades, de violaciones de mujeres y niñas, de matanzas indiscriminadas… superaban cualquier genocidio de los conocidos. Costaba mucho entender que la comunidad internacional, que la ONU… no fueran capaces durante años de poner fin al horror que se había desatado en la antigua Yugoslavia.
En aquella época participé en el movimiento Mujeres de Negro de Córdoba con hilo directo con Mujeres de Negro de Belgrado. Éramos mujeres de edades muy variadas procedentes también de distintos ámbitos: pacifistas, feministas, vecinales, sindicalistas…que ante tanto horror teníamos un único objetivo que hoy puede parecer ingenuo: presionar para parar la guerra.
"Leer sus informes me provocaba muchas lágrimas, mucho dolor y me dejaban hecha polvo; no me sentí con fuerzas para escuchárselo directamente a ellas"
Éramos mujeres en pie de paz. Hicimos cada semana protestas silenciosas ante las instituciones vestidas de negro en solidaridad y apoyo con las mujeres que se concentraban en los lugares en guerra. Muchas de mis compañeras viajaron en el tren que atravesó toda Europa hasta llegar al Encuentro de Mujeres de Negro contra la Guerra en Novi Sad, ex Yugoslavia, con mujeres de Francia, Alemania, Italia, Croacia… Yo me sentí incapaz de acompañarlas en ese viaje. Llegó un momento en que no podía leer los relatos de los hechos que cada noche, a escondidas y jugándose la vida, nos enviaban por internet las mujeres de la zonas en guerra para que entre tanta propaganda y mentiras de ambos bandos se supiera la verdad. Para que alguna vez se pudiera hacer justicia. Leer sus informes me provocaba muchas lágrimas, mucho dolor y me dejaban hecha polvo; no me sentí con fuerzas para escuchárselo directamente a ellas.
Las noticias de lo que está ocurriendo en Afganistán han traído de nuevo a mi mente todo esto que estaba olvidado: el horror de lo que fue la guerra de Bosnia-Herzegovina. De nuevo escuchar y ver lo que está ocurriendo en Afganistán me hace sentir mal como a cualquier persona de bien.
Pero esto acaba de empezar. El Gobierno de España ha hecho que nos sintiéramos orgullosos y dignos como país con una ejemplar operación de rescate que ha evacuado a 2.200 personas en 17 vuelos.
Los que han podido salir ya están aquí. Con su dolor a cuestas y sin nada más. Ahora nos toca a nosotros. A nuestras autoridades regionales ubicar y atender el cupo que nos corresponda de exiliados afganos. No somos una región rica pero cabemos todos. Los murcianos aún recordamos el exilio hace 80 años de miles de españoles huyendo de nuestra guerra. Y a nosotros nuestra dignidad como personas nos exige colaborar en su acogida e inclusión. Son nuestros nuevos vecinos, confío en nuestras autoridades y confío en la generosidad de esta tierra: sé que lo vamos a hacer bien.
Rosa Peñalver Pérez.
Docente. Jubilada.