MURCIA. La terrible anoxia que provocó la muerte de toneladas de peces en el Mar Menor en 2019 movilizó a la sociedad exigiendo respuestas eficaces para salvaguardar una de las joyas ambientales del mediterráneo. Se focalizó en los nitratos procedentes de la agricultura la causa de todos los males y en consecuencia se demonizó a todo un sector que es uno de los principales motores económicos de la Región.
Como viene siendo demasiado habitual en los últimos tiempos se priorizó buscar responsabilidades en lugar de proponer soluciones. Se construyó, interesadamente, un relato en torno a la responsabilidad de la práctica agrícola como causante del deterioro de la laguna ignorando u obviando el carácter multifactorial de las causas.
Las administraciones se centraron en los nitratos como responsables de la eutrofización de las aguas del Mar Menor y en consecuencia se lanzaron a legislar para restringir la agricultura en el Campo de Cartagena. Precisamente una de las más eficientes, innovadoras, digitalizadas y sostenibles del Mundo.
Se ha venido utilizando la presencia de los nitratos en el sistema marino como excusa para distintos fines: para intentar argumentar los recortes del trasvase Tajo-Segura (sin agua no hay cultivo y sin cultivo no hay afección al acuífero) o para sustituir áreas verdes cultivadas por enormes parques fotovoltaicos tras depreciar el valor del terreno.
Los agricultores del Campo de Cartagena ante la pasividad de las administraciones tuvieron que tomar la iniciativa para demostrar que la agricultura no era la única causa. Así, han conseguido poner de manifiesto las sólidas evidencias científicas que centran el origen del deterioro del Mar Menor en la deficiente gestión de las aguas residuales de origen urbano y su posterior vertido a la laguna.
Hasta tal punto es evidente el papel de las aguas residuales en la degradación del Mar Menor que las administraciones no han tenido más remedio que reconocerlo, pasando de negar cualquier causa/efecto a destinar, en solo un par de años, más de cien millones de euros para la mejora de la deficiente red de saneamiento de los municipios y las depuradoras que hasta el momento mantenían como ejemplares.
Las modernas prácticas agrícolas que se realizan en la cuenca vertiente están consiguiendo mitigar los impactos de la actividad sobre la laguna. Agroingenieros por el Mar Menor llevan meses señalando el continuado descenso de la concentración de nitratos en la columna de agua, llegando en los últimos meses a constatar la ausencia de nitratos en los catorce puntos de muestreo que las administraciones tienen delimitados.
Estos datos vienen a confirmar, tras dos años de estudios mensuales, que la concentración de los nitratos es inferior a 1 micromol/L, muy por debajo de los niveles considerados como buenos o moderados por el Ministerio que lo establece en 6,45 micromol/L. Resultados similares a los que en 2016 la Comisión Europea puso de manifiesto en el informe Nitrate Directive Reporting 7. Surface Waters y que han sido reiteradamente obviados por contradecir el relato oficial.
Los datos desmontan el relato que ha demonizado la avanzada agricultura del Campo de Cartagena que abastece a una gran parte de Europa de frutas y hortalizas a la vez que crea empleo, lucha contra la desertificación y el cambio climático.
Estas evidencias ponen de manifiesto la necesidad de acometer los necesarios cambios normativos que permitan integrar la actividad agraria, residencial y turística con el buen estado ecológico del Mar Menor. Hay que restituir el grave daño reputacional y económico que está sufriendo la agricultura del Campo de Cartagena. Se puede avanzar hacia el futuro con responsabilidad, ciencia y decisión.
Miguel Ángel Cámara Botía