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COMO AYER / OPINIÓN

Los cines de nuestra vida

4/02/2021 - 

MURCIA. Hace unos días leí un reportaje sobre lo que titulaban ‘El ocaso de los cines en la Región’, y pensaba yo para mis adentros que ese ocaso no era, en absoluto, algo sobrevenido con motivo de los cierres, las restricciones de aforo y el miedo de los espectadores que nos ha traído la pandemia, sino un decaimiento progresivo que se inició con la proliferación de los vídeo-club, siguió con la aparición de multitud de canales televisivos, algunos dedicados en exclusiva al cine, y terminó de desatarse con las plataformas que te nutren de elevadas dosis de series y películas.

Todo ello, por no hablar de la tendencia imparable de ir cerrando las salas de barrio, y las del centro de la mayor parte de las ciudades, para llevárselas a los centros comerciales del extrarradio.

"podemos concluir que cualquier cine pasado fue mejor. O como tal lo recordamos"   

En consecuencia, más que de ocaso podríamos hablar de la puntilla a la proyección cinematográfica. O a lo quedaba de la que conocimos y  disfrutamos quienes fuimos asiduos, a lo largo de muchos años de nuestras vidas, a aquellos programas dobles que nos tenían encerrados toda una tarde ante la gran pantalla disfrutando de la magia del denominado séptimo arte. Que era ya bien poco, por cierto, antes de todo este trajín que nos tiene a mal traer desde hace casi un año.

Podríamos remontarnos hasta la feria septembrina de 1896 para encontrar las primeras referencias en la prensa local sobre la llegada del invento: "Los adelantos de la ciencia también se han exhibido en la Platería y en la feria, con el fonógrafo Edison, cuyas audiciones cuestan 10 céntimos, y con el cinematógrafo, la fotografía en movimiento, que se presenta en la calle del Príncipe Alfonso a 25 céntimos de peseta la entrada". Príncipe Alfonso fue uno de los muchos nombres que trataron de encasquetarle, sin éxito, a la Trapería, pero de eso ya me ocuparé en otra ocasión.

La primera proyección en un espacio construido y destinado a la escena de forma estable, y que aún se mantiene activo, tuvo lugar en el Teatro Romea en noviembre del mismo año, aunque este recinto no tuvo continuidad como lugar para la proyección cinematográfica, de modo que los impulsores del invento de los Lumiére buscaron como principal escenario al otro coliseo local, el Teatro Circo, estrenado en 1892, que se dedicaría al cine ocasionalmente al principio, cuando sus primeras experiencias, en diciembre del citado 1896, y de forma habitual desde 1906 hasta su cierre en 1984.

Con todo, durante los primeros años del cine en la Región y en la ciudad lo habitual fueron los barracones portátiles, y si hubo alguna nueva edificación dedicada a este arte, no lo fue como actividad principal, al menos inicialmente, como es el caso del Teatro Ortiz, inaugurado en 1914 y transformado con el tiempo en Central Cinema, cuando se confirmó su cambio de destino, y ya en los años 40 del siglo pasado en Cine Rex.

Los años 20 sí dejaron paso a los primeros cines murcianos concebidos como tales. Y así, el 2 de noviembre de 1922 se presentó en sociedad el denominado Media Luna Cinema, con fachada a la carmelitana plaza del mismo nombre, que hoy conocemos como de González Conde. Contaba la crónica del diario El Tiempo que el nuevo "salón cinematográfico está construido sólidamente bajo la dirección del notable arquitecto don Rafael Castillo. La sala, que goza de un espléndido alumbrado eléctrico, es capaz para quinientos espectadores. Al estilo de los mejores cines, los asientos de la entrada general están instalados en la parte delantera. Las butacas de preferencia están colocadas detrás, siendo muy cómodas. Todas las dependencias del teatro están construidas con arreglo a la Ley de Espectáculos. El aparato para la reproducción de cintas es un gran modelo de la renombrada Casa Pathé. La visión es clarísima y de una fijeza extraordinaria".

De este modo y en esa fecha se puso en marcha la primera sala construida y dedicada a la proyección cinematográfica en la ciudad de Murcia, por lo que muy pronto se cumplirá un siglo de aquella efemérides, sin perjuicio de que el histórico recinto pasara hace tiempo a mejor vida, tras ser reconvertido primero en discoteca, como quedaba de manifiesto en la foto que ilustró mi anterior artículo, y luego derribado para dejar paso a un nuevo edificio de viviendas.

Eran aquellos empresarios pioneros de la cinematografía murciana los hermanos Rubio Molina (o lo que es igual, mi abuelo y su familia), que pronto alquilaron la sala a los Iniesta, para venderla después a quienes serían durante décadas los netos dominadores del negocio en la ciudad y en parte de la Región a través de la entidad llamada Programa Iniesta.

Dando continuidad a la tendencia de llevar el nuevo arte a los barrios, en los últimos días del año 1925 abrió sus puertas en el linde entre los barrios de Santa Eulalia y San Juan, que surgió también como empresa independiente antes de ser absorbido por los monopolizadores del espectáculo, y el Salón Sport Vidal, en San Andrés, que siguió el mismo derrotero. El primero acabó convertido en garaje y después fue demolido, mientras que el segundo fue transformado en sala de fiestas, Pierrot se llamó al principio, y terminó sucumbiendo también a la piqueta. Las obras de excavación para alzar un nuevo inmueble supusieron el hallazgo de los restos de la primitiva parroquia de San Andrés… pero esa es otra historia.

Esta sería la historia, a muy grandes rasgos, la historia de los primeros años del cine en Murcia, y de los primeros recintos dedicados a la proyección cinematográfica, ninguno de los cuales ofrece hoy películas en gran pantalla, si bien el Rex aún lo hacía, a trancas y barrancas, unos meses atrás. La oferta vigente en el casco urbano, aparte del citado, la completaban las salas supervivientes de Centrofama (tuvo cinco en sus buenos años) y la Filmoteca, emplazada en el que fue Cine Salzillo.

Nada que ver, desde luego, con los mejores días del célebre Circuito Iniesta. Ni siquiera con una cartelera de, por ejemplo, el 4 de febrero de 1971, hace hoy 50 años justos, cuando la empresa Iniesta ofrecía programación en media docena de espacios repartidos por la ciudad: Coy (en la Gran Vía), Teatro Circo, Gran Vía (en Ronda Norte), Cinema Iniesta (el viejo Media Luna), Rosi (en La Paz) y Avenida (en el Rollo); a los que había que sumar el Coliseum (en el Paseo de Corvera), de la empresa JPH, y el Rex, de la empresa Iniesta Martínez. De lo que podemos concluir que cualquier cine pasado fue mejor. O como tal lo recordamos.   


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