MURCIA. Fernando López Miras cumplirá el próximo miércoles su primer año al frente del Gobierno de coalición. El líder del PP murciano logró tomar posesión pese al disgusto de la derrota electoral y comenzó su andadura como peón de una partida de ajedrez nacional. Apoyado en unos delicados equilibrios, el fantasma de un final inesperado nunca le ha abandonado. Pero el curso político le ha deparado otros placajes inciertos que nunca pensó que tuviera que combatir: en algunos de ellos, especialmente en la pandemia, López Miras supo levantarse.
La coalición de PP y Ciudadanos, que nació el 29 de julio de 2019, ha sufrido en su corta vida los embistes de la ambición, el chantaje o la propia naturaleza. Directa o no, la amenaza de desintegrar el Gobierno desde dentro o desde la oposición llegó a ser lo cotidiano durante tensos meses de estrategia y negociación política. Por otro lado, utilizar el Gobierno regional como vía de chantaje para estrategias nacionales y locales fue una gota más de este agrio año.
López Miras comenzó la carrera presidencial en mayo de 2017 después de la dimisión de Pedro Antonio Sánchez, pero para entonces era casi un completo desconocido para los murcianos. Aun así, en las pasadas elecciones autonómicas de mayo de 2019 se vio en la tesitura de tener que sacar adelante su investidura a pesar de no haber ganado las elecciones. El PSOE de Diego Conesa obtuvo 17 escaños, uno más que los populares de Miras. Esta doble paradoja de perder pero gobernar no le pasó factura al presidente, que continuó su rutina en San Esteban.
Si nos proponemos seguir una línea temporal, el Gobierno de la Región fue noticia nacional al ser uno de los que dependían de Vox para sobrevivir, lo que supuso ser una parte más del puzle de los gobiernos autonómicos españoles. Ciudadanos y PSOE sumaban mayoría absoluta en la Asamblea Regional sin necesidad de terceros partidos en un contexto en que la cúpula de Ciudadanos se debatía entre izquierda y derecha en todo el territorio nacional.
Ciudadanos optó por su línea liberal-conservadora al tender la mano al Partido Popular, lo que supuso un giro a la derecha que los electores de Ciudadanos no perdonaron después de que Albert Rivera se negara en abril de 2019 a formar Gobierno con Pedro Sánchez; fórmula que también podía haber conseguido una mayoría absoluta en la Cámara Baja y que podría haber evitado la repetición electoral en noviembre, el hundimiento del partido naranja y el pacto entre PSOE y Unidas Podemos.
La Región de Murcia optó por dar políticamente la espalda a la izquierda, pero con el importante detalle de que el centro desaparecía con la dependencia de partidos situados más a la derecha y a la izquierda de lo tradicional. El descontento del Gobierno de la Nación se evidenció en el juego político, relegando a la Región a un más que segundo plano en cuanto a inversiones y fondos.
Dejando atrás la Meseta Central, volvemos al Levante murciano, donde el Gobierno regional sufrió su primera caída al aprender a caminar: la sentencia del Mar Menor y la DANA. Las acusaciones de "ecocidio" desde distintos grupos políticos, sociales y económicos acrecentó la desconfianza de la población hacia sus gobernantes. Diego Conesa, líder de los socialistas murcianos y líder de la oposición, amenazó con una moción de censura, aunque finalmente no se llevó a cabo. Con el Mar Menor como pieza de la política regional y nacional, el Gobierno de Miras logró recuperarse muy lentamente de este coste político que le lastraría hasta casi hundir su valoración por los murcianos.
Otras crisis vinieron después, pero no tan graves como la crisis de confianza. En pleno confinamiento por la crisis pandémica de la covid-19, los murcianos, como el resto de españoles, comenzaron a despertar con noticias que evidenciaban que Ciudadanos, segunda parte del Gobierno regional, con su nueva lideresa, Inés Arrimadas, había vuelto al centro con un puño izquierdo que le costaría al partido liberal la pérdida de varios barones.
Arrimadas, que se hizo con el control del partido, tendió la mano al Gobierno nacional en múltiples ocasiones, lo que a los populares disgustó y preocupó lo suficiente como para advertir de posibles mociones de censura desde dentro. Como hubiera dicho el presidente Antonio Maura a inicios del siglo XX, es la revolución desde arriba. Quedaban amenazados los gobiernos de casi incontables comunidades autónomas y grandes ciudades. Las CCAA serían la Región de Murcia, Castilla y León, Madrid y Andalucía, y entre las capitales de provincias estaban en juego Murcia, Madrid, Salamanca, Córdoba, Granada, Oviedo, Santander o Alicante.
Por la parte que les toca a los murcianos, imperó el miedo cuando Mario Gómez, líder de Ciudadanos en la ciudad de Murcia, comenzó a reunirse en secreto (y en público una vez fue imposible esconderse) con los líderes de PSOE y Podemos en la capital para aprobar unos Presupuestos locales alternativos. El alcalde, José Ballesta (PP), no tardó en utilizar sus recursos para evidenciar la mala praxis de su colega naranja y compañero de Gobierno, que quedó desacreditado hasta por su propio partido.
Sin embargo, aunque esta escena pintoresca terminase con los ánimos calmados, los murmullos que recorrían la nación de Madrid a Murcia auguraban un posible adelanto electoral ante el miedo a que los dirigentes de Ciudadanos traicionasen los pactos de gobierno en estas comunidades.
Para concluir este punto, el hecho de que las mociones de censura instauradas en todo el territorio nacional fueran fructíferas no haría per se que los gobiernos 'derrocados' cayeran en manos de los socialistas. Si somos conscientes de todos los hándicaps, esto podría ser bien distinto. Ciudadanos es el Titanic en sus últimas horas todos los días: cualquier paso en falso termina por hundirles y no tienen nada que perder cuando en las encuestas reiteran su derrota. Por lo tanto, los liberales tendrían un incentivo fundamental: no perder nada y poder ganar mucho.
Y esta victoria se remuneraría con numerosas alcaldías a cambio de que los socialistas obtuvieran los ejecutivos autonómicos en gobiernos apoyados los unos por los otros, aunque a veces también apoyados por Unidas Podemos, que a efectos prácticos podría preferir hacer caer a los gobiernos de la derecha si obtiene algo a cambio. Además, llegar a las elecciones municipales y autonómicas de 2023 gobernando y ocupando alcaldías sería un impulso que beneficiaría a unos y a otros ante este giro dramático del poder.
No nos olvidamos de López Miras, a quien afrontar la gestión de la crisis pandémica como una de las mejores de toda España a nivel autonómico le ha labrado un cierto carisma del que pocos pueden presumir. Telediarios y portadas abren con su rostro y sus declaraciones más allá de las fronteras regionales y empieza a resonar en los oídos de los murcianos, dándose a conocer a España de la forma más contundente posible cuando el confinamiento unió a muchos a las pantallas. Se arriesgó con decisiones como confinar a la Región en su conjunto antes que cualquier otra o reestructurar la lista de trabajos y servicios esenciales, aunque finalmente el Gobierno de España le diera la razón una semana después.
Miras está viviendo su posible última legislatura como presidente autonómico: la ley marca que no puede ostentar el sillón de San Esteban más de dos legislaturas, y esta es su segunda. Sin embargo, una interpretación mayoritaria de la ley apunta que el presidente ha de ser electo tras los comicios, y no nombrado como sucesor tras una dimisión, como es el caso.
En caso de abandonar el barco, no sabemos adónde iría a refugiarse. Más allá de que pueda saltar a Madrid o Europa, o incluso merodear por la Región, se abre un escenario de cierta sospecha e intriga: quién será su sucesor.
Una apuesta para la sucesión recae en Patricia Fernández, alcaldesa de Archena, o incluso Noelia Arroyo, futura regidora de Cartagena. También suenan golondrinas en el balcón de José Miguel Luengo, alcalde de San Javier y barón fuerte de Pablo Casado en la Región.
Al fin y al cabo, el poder no es más que virtud y fortuna, como diría Maquiavelo: virtud a la hora de actuar y fortuna ante lo desconocido. La balanza del destino acabará por equilibrar todas las vidas políticas que dependan del Gobierno de la Región. Aunque le felicitemos su cumpleaños, nadie puede garantizar que cumpla muchos más.