CARTAGENA. En el Tibio anterior pronostiqué que el enamorado no dimitiría a causa de la admisión a trámite de la denuncia contra su amada por un posible delito de tráfico influencias. O bien dimitiría por alguna causa inconfesable, o bien no dimitiría. Había dado pistas suficientes para no creer que estaba sopesando dimitir para proteger a su amada. Por un lado, los especialistas en comunicación no verbal decían que el atribulado rostro del enamorado era intencionado. Si quería resaltar voluntariamente que se sentía abrumado es que estaba tramando algún golpe de efecto. Por otro lado, los juristas decían que era muy improbable que la denuncia prosperase. En efecto, el tráfico de influencias es tipo de delito muy difícil de probar. Y eso lo sabía de sobra el enamorado. En tercer lugar, él decía que no le tenía ningún apego al cargo, pero todos sabemos que es el presidente más apegado al cargo desde la transición a la democracia. Incluso se inventó una amnistía impecable para seguir de presidente. En cuarto lugar, resultaba difícil creer que ahora dijese la verdad la misma persona que nos había ocultado que pactaría con Bildu, haría vicepresidente a Pablo Iglesias, indultaría a los separatistas e impulsaría amnistiarlos. En resumen, no era tan difícil adivinar que también esta vez el enamorado estaba fingiendo. Y la sospecha se confirmó cuando el fiel Tezanos anunció que su encuesta urgente sobre el enamorado. Nunca lo habría hecho sin la anuencia del meditabundo, así que todo formaba parte de un plan bien tramado.
Ahora el enamorado ha dejado entrever tres propósitos bien definidos: confrontarse con los medios de comunicación críticos con su persona (la celebrada máquina del fango); controlar, en la medida de lo posible, las actuaciones judiciales independientes (la no menos celebrada guerra judicial); capitanear un movimiento populista que, aglutinando a los socialistas con los comunistas y los separatistas, le permita ganar las próximas elecciones. Como buen populista, recurriendo a la emotividad y poniendo a su partido al servicio de su persona. "No me preguntes qué puedo hacer yo por el PSOE, sino qué puede hacer el PSOE por mí". Parafraseando a Kennedy, algo así sería su lema.
"el enamorado podría aprovechar la ola de adhesión para intentar en las urnas no lo que no logró eN verano: una mayoría para no depender de Puigdemont"
Pero, conociendo al enamorado, sería miope creer que solo perseguirá esos objetivos. Precisamente porque los ha explicitado, lo más prudente es pensar que, además, alberga otros objetivos que, por ahora, nos ha ocultado. Para no adornarme con plumas ajenas, citaré a dos autoras que han emitido sendas conjeturas, que no son excluyentes, sobre las intenciones ocultas del enamorado. Desde Andalucía, Ana I. Sánchez nos avisa de que probablemente esté preparando una crisis de Gobierno. El enamorado habría anotado cuidadosamente las reacciones de sus ministros durante la fingida pausa para detectar quiénes le eran fieles y quiénes estaban dispuestos, ¡oh, asombro!, a seguir haciendo política si él dimitía. Les habría tendido a todos una celada para desvelar los verdaderos sentimientos de sus colegas. Y después de las elecciones catalanas, o quizás después de las europeas, expulsaría del Gobierno a las cabras e incorporaría nuevas ovejas. De momento, ha enviado a Teresa Ribera al Parlamento europeo y se sospecha que podría haber interpretado las exageraciones gestuales de la vicepresidenta Montero en clave sucesoria. Si fuese así, la cabeza de la andaluza peligraría. Y no sería el único ministerio a renovar…
Desde Cataluña, Elisa Beni es todavía más audaz en sus previsiones. Se pregunta si, cuando haya conocido el resultado de las elecciones catalanas, el enamorado no convocará unas elecciones nacionales anticipadas. Si no tuviese garantizado el apoyo de Juntos por Cataluña, y tampoco el de Podemos, el enamorado podría aprovechar la ola de adhesión que ha levantado con su estratagema de simular una dimisión en diferido para intentar lograr en las urnas no lo que no logró el verano pasado: una mayoría suficiente para no depender de Puigdemont. Rizando el rizo, Beni llega a especular con la posibilidad de que incluso el enamorado aparcase la culminación de la ley de amnistía, cuya aplicación prevé problemática. Eso sí que nos dejaría a casi todos, empezando por Puigdemont, anonadados. Parece imposible, pero la perspicaz Beni no lo descarta.