MURCIA. En 1982 un niño de seis años quedó fascinado por un deporte que no entendía bien. Lo vio como un juego, en la calle, sin mucha más alharaca. Sin embargo, lo atrapó de tal manera, lo entendió tan profundamente, que sus padres lo llevaron a diferentes entrenadores para que desarrollara esa capacidad. Les estoy hablando de Josh Waitzkin y del ajedrez.
Quizá no conozca demasiado a este chico, pero si le nombro la película En busca de Bobby Fisher quizá alguno más sepa de qué le estoy hablando. Si no, cambie el numeral cardinal en 3. En cualquier caso, lo que fascina de esta historia es que este niño llegó a convertirse en un Maestro Internacional del Ajedrez, llegando incluso a cuarto del mundo en el Campeonato Mundial Sub-18 en 1994.
¿Y luego? Luego nada. En el ajedrez nada. En Tai Chi Chuan Josh ganó la Medalla de Oro en la división Push Hands del Campeonato Mundial de Kuoshu en San Paolo, Brasil. Noviembre de 2003.
Waitzkin, después de esas hazañas, entendió que había algo que hacía bien y que podría reflexionar sobre eso: aprender. Y escribió un ensayo muy interesante llamado El arte de aprender (Urano 2007). En él, además de relatar de manera profunda todo lo que les he contado hasta ahora, reflexiona sobre diferentes aspectos que considera cruciales para un buen aprendizaje: descansar y adaptarse.
Descansar, porque hay que invertir en ello. Casi tanto como en perder. Cuando perdemos y entendemos por qué lo hemos hecho, obtenemos información valiosísima para siguientes ocasiones. Sin corrección no hay mejora. Pero, sin descanso, no puedo hacer que esos aprendizajes sedimenten y pasen a formar parte de mi experiencia. Por eso, si está pensando que sus hijos aprendan mil cosas este verano, no se olvide de hacer que aprendan a descansar. Quizá así descubra que existe la lectura y haya salvado un poquito el mundo.
Adaptarse. Bueno, para eso tendrá que dejar que sus hijos vivan muchas cosas más, pero es un buen momento para retirarse y entender que la situación que vivimos requiere de adaptación. Pero siempre la requiere. Hay quien dice que la inteligencia es la habilidad de las personas de adaptarse y lidiar con lo que les ocurre. Y, si ya un adolescente tiene que adaptarse a lo que se le viene encima por la propia vida, imagine si eso implica llevar mascarilla y no salir de fiesta.
Este verano se me antoja como el descanso de un partido de fútbol o entre actos de una obra de teatro o concierto: todo el mundo sabe dónde está pero sin embargo salimos a hacer nuestras necesidades más fisiológicas y refrescar un poco el gaznate. Sabemos que será una actuación memorable, pero ahí estamos, como si nada. Tengan cuidado y descansen. Y aprendan a lidiar con el hecho de mantener unas costumbres que los alejen del coronavirus tanto como sea posible.
Septiembre llegará sin más remedio en aproximadamente 31 días (les escribo desde el 31 de julio) y entonces la gente volverá a sus ciudades y los niños, adolescentes y adultos estudiantes a sus respectivos centros docentes. Será un año duro, porque estaremos lidiando con algo nuevo. Pero, lamentando repetirme en mi sentimiento estoico, es lo que hay: tendremos que jugar la partida con estas cartas.
Francisco Mateo es doctor en Ingeniería y doctorando en Ciencias Sociales y de la Educación. Profesor universitario y de Formación Profesional.