La sociedad actual pontifica el uso frente a la posesión, el disfrute pasajero frente a la felicidad real y todo ello lo venden y promueven quienes para ellos y sus familias buscan seguridad a través de la posesión y felicidad a través de la familia
MURCIA. Estos últimos días se ha hecho viral el brillante y valiente discurso de una escritora joven y manchega, convertida en voz de una España real que no gusta a quienes prefieren vivir en la utopía de que todo avance es mejor y el futuro sólo nos deparará cosas positivas. Cada vez más personas tenemos motivos para dudar sobre esa idea, para cuestionar la premisa de que siempre todo evoluciona para mejorar las cosas, nuestras vidas y nuestro entorno. No siempre es así, tenemos derecho no sólo a recordar el pasado sino a establecer comparaciones que nos den una visión realista de cómo somos y cómo queremos vivir.
La escritora joven y manchega se llama Ana Iris Simón, es la autora del libro Feria de la editorial Círculo de Tiza y realizó el discurso de cuatro minutos en la presentación del Plan Pueblos con futuro, delante del presidente del gobierno. Sus palabras están cargadas de verdad, de sinceridad, de honestidad, de pureza, no buscan quedar bien con los políticos y cargos públicos que tenía delante, ni tampoco erigirse en la imagen de una joven rebelde del siglo XXI para acabar siendo la imagen de alguna empresa multinacional. Así empezó: “mi mensaje será muy claro, me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad”.
¡Horror! Pensarán muchos, cómo puede preferir la vida de un pueblo en Castilla la Mancha en los 70 frente a vivir en un décimo piso alquilado viendo cinco capítulos de series cada noche mientras conoces gente en internet y esperas que llegue la cena fast food a través de un rider y luego trabajas en tu coworking con plantitas. La voz de esta escritora es un canto a la esperanza en que hay valores atemporales como son la patria o la familia, el vínculo con el lugar donde has nacido y con los tuyos. Es una afrenta llena de sentido común a la idea de que sólo podemos seguir el camino de la globalización despersonalizada donde disfrutas de todo y no posees nada. Es una llamada a que no podemos perder el norte y hay una generación que empieza a alzar esa voz.
Llevamos años hablando de la España despoblada, de la España rural deshabitada, pero a la vez nuestro modo de vida y de economía, fomenta que no haya casi opciones a apostar por una vida más humana y cercana donde no sólo el rédito económico significa felicidad y realización personal, porque eso pese a todo lo que creemos, no es verdad. El trabajo y el dinero son necesarios sin duda, pero las personas deben vivir y desarrollar su proyecto en lugares donde se sientan cómodos e integrados, trabajamos para vivir y no al revés.
El discurso hizo honor al dicho, “lo bueno si breve dos veces bueno”. Es un conjunto de ideas profundas expresadas con gran sencillez que apelan a lo más hondo de las personas: origen, raíces, familia, maternidad, empleos, propiedad, ilusiones, futuro, etc. Ana Iris Simón demostró que no tiene complejos, que además de valiente es inteligente y que la verdad siempre encuentra caminos y personas por donde salir a la luz. Entre sus frases quiero destacar algunas que me parecen especialmente interesantes. Hizo un magnífico juego de palabras al decir: “la aldea global arruinó a la aldea real”, esos tópicos que utilizan los políticos para hablar de un hipotético mundo sin fronteras. Y en esa línea tuvo el valor de reivindicar que deberíamos “recuperar la soberanía perdida frente al capitalismo global y europeo, un capitalismo que prefiere importar de fuera la natalidad en lugar de fomentarla dentro”, una impecable denuncia a la falta de apoyo real a la maternidad y la utilización de las personas inmigrantes para pagar las pensiones del futuro. Y remató la faena de manera magistral afirmando: “No hay agenda 2030 ni plan 2050 si en 2021 no hay techo para placas solares porque no tenemos casas ni niños que se conecten al wifi porque no tenemos hijos”.