En diciembre de 2019 China sorprendió al mundo al levantar en la ciudad de Wuhan dos hospitales de 1.000 y 1.600 camas en 15 días, para resolver el brote de coronavirus, y al satírico humor español le faltó tiempo para aludir al paralelismo de tal eficacia temporal con la obra pública española, y más concretamente en nuestra Región, con la llegada del AVE o las autovías del noroeste y del ‘bancal’. Entonces veíamos en tal obra una proeza y al virus que la motivó como algo exótico y pintoresco de aquél país, pero muy lejano. Nadie imaginamos que en menos de cuatro meses (11/03/2020) la OMS declararía una pandemia, pese a que el 30 de enero ya había advertido del “riesgo de salud pública de interés internacional”, y desde entonces España se ha colocado a la cabeza de esta enfermedad neumológica inmediatamente detrás de EEUU, superando el escándalo de los italianos a quienes, compungidos pero también con la ceja levantada y mirando de medio lado, tildábamos de poco preparados. ¡Ja!
Muchas son las noticias que sobre estos hechos recibimos a diario, en exceso diría yo porque no da tiempo a asimilarlas con un mínimo de reflexión sino a saltar de una en otra en titulares y un rápido overview. Además llegan desde múltiples fuentes y, ya sea por los errores y contradicciones claramente observables en unos, ya por las interpretaciones críticas que hacen otros, la credibilidad sobre contenidos es más que cuestionable, de modo que el ciudadano común no sabe a qué atenerse y se limita al cumplimiento disciplinado de la norma impuesta por nuestro Gobierno, desamparado ante la sensación de continua improvisación y desatino, con la angustia del obligado confinamiento y los choques emocionales que ello conlleva, frustrado por cuanto dejó sin hacer intuyendo que cuando lo retome ya no tendrá sentido, y sin proyección a futuro, porque no sabe qué ocurrirá mañana, pero convencido de que en gran medida no depende de él por muchos mensajes de empoderamiento entusiasta que nos lleguen.
Pero no todo es pesadumbre: sabemos que superaremos esta crisis como lo hicimos en otras anteriores con menos capacidad de respuesta científica, otra cosa es a qué coste, sobre todo en vidas humanas; y sorprendentemente, la principal y única, por ahora, beneficiaria de este entuerto es la Naturaleza, que recupera parte de su biodiversidad al estar el hombre privado de realizar sus habituales abusos y perversos usos.
Diego Yepes es psicólogo-coach