como ayer / OPINIÓN

La huella del apóstol Santiago en Murcia

27/07/2023 - 

MURCIA. Nuestros ayeres se marchan de vacaciones, como lo habrán hecho ya, o lo harán muy pronto, tantos lectores, a quienes deseo un provechoso asueto en la confianza de un feliz reencuentro cuando llegue el primer jueves de septiembre.

Y nos despedimos después de que se celebrara el pasado martes la festividad del apóstol Santiago. Que se celebrara… pero menos. Porque sólo cuatro comunidades autónomas declararon no laborable el día del patrón de España: Galicia, Castilla-León y, curiosamente, el País Vasco y Navarra.

Y si nos venimos a la Región, sólo cuatro municipios celebran la fiesta: La Unión, Lorquí, San Javier y Totana. Ni la tradición que mantiene que fue en Cartagena donde el apóstol puso pie en tierra para iniciar la evangelización de España es suficiente argumento para darle cancha en el calendario festivo.

Y en la relación de parroquias ¿tienen cabida esos argumentos favorables a la dedicación de las mismas al mayor de los Zebedeos?

"Merece la pena que el lector curioso se llegue hasta la ermita de Santiago"

En el arciprestazgo de Murcia, sólo en el barrio de Santiago el Mayor; en los dos arciprestazgos suburbanos de la capital, Lorquí (de ahí la condición festiva del día en ese municipio); en Cartagena, la parroquia del barrio de Santa Lucía; y la de la localidad de Cuesta Blanca; en el Campo de Cartagena y Mar Menor, las parroquias de Portmán y Santiago de la Ribera (que propician el festivo en La Unión y San Javier, respectivamente); y nos quedarían, en el resto de la Diócesis, Lorca, Totana (otro festivo justificado), Pliego, La Hoya del Campo (Abarán) y Jumilla.  

Sólo 11 parroquias, de 10 municipios, dedicadas al patrón y evangelizador de España en toda la Diócesis, y sólo en cuatro de ellos es festivo el 25 de julio.

Pero el día en el que la iglesia conmemora a aquél a quien el propio Cristo llamó ‘hijo del Trueno’ tuvo tiempos mejores, incluso en la propia ciudad de Murcia, donde hay desde los días de la Reconquista, según dicen los estudiosos, una ermita dedicada al santo, la llamada de los Pasos de Santiago, pero que pertenece a la parroquia y barrio de San Miguel, y un barrio que lleva su nombre, el de Santiago y Zaraíche, pero cuya parroquia honra a la Inmaculada Concepción.

Curiosamente, la barriada huertana toma el nombre del apóstol merced a la ermita citada, pues en tiempos perteneció a ella el extenso espacio llamado desde antiguo el Zaraiche, que algunos entienden que se debe traducir como ‘el verde’ y otros como ‘balsas o estanques’.

El artesonado de los Pasos de Santiago cubre aún el presbiterio. Foto: J. E. R.

El caso es que la ermita que conocemos, que pudo ser en un pasado remoto parroquia fue sede de la Maestranza de los Caballeros de Santiago, que fue, mientras existió, la encargada de la fiesta del mes de julio, como lo fueron luego, con sus escasos medios, los vecinos de los alrededores.

Contaba Marín Baldo, allá por el año 1881, al hilo de un relato publicado en El Semanario Murciano, que los murcianos madrugaban aquél día para ir a la temprana misa en honor del santo y dar cumplimiento a la tradición de comer higos de pala. Pero era por entonces una fiesta que iba en franca decadencia, sobre todo, según explicaban los cronistas de la época, desde que el Ayuntamiento había dejado de participar en ella, con lo que por aquellos años finales del siglo XIX se reducía a la muy madrugadora misa, que poco a poco se iba quedando para quienes habitaban por aquellos lares de  transición entre la ciudad y la huerta, entre San Miguel y el Zaraíche.

Unos años después, un extenso artículo en Las Provincias de Levante describía con detalle el estado del templo santiaguista "testigo mudo de las glorias y proezas de la militar orden que con valor y fe supo implantar la enseña gloriosa de nuestra redención donde poco antes ondeara al viento el verde estandarte del Profeta".

Ya por entonces, día del santo de 1897, se hacía notar que la obra exterior nada revelaba sobre su remoto origen, pues "las sucesivas reparaciones que piadosas familias han hecho para la conservación del edificio, a fin de evitar su derrumbamiento, han borrado el tinte de su antigüedad". Pero sí el interior, donde "tres arcos ojivales sostienen la nave central, cuya cubierta, de tablazón, en forma de barraca, se prolonga hasta cubrir las dos naves laterales, sostenidas igualmente por góticos arcos que arrancan de los que sostienen la nave del centro".

Y lo más destacado, entonces y hoy, "su techo, en forma de pirámide octogonal, es de un artesonado precioso y de un mérito indiscutible, mérito que debía ser suficiente para que, con preferencia, se atendiera por quien corresponda a su cuido y conservación".

Señalaba el cronista la existencia en aquél entonces, de seis capillas y coro alto, dedicadas a los Santos Médicos Cosme y Damián, la Virgen de la Aurora, Nuestra Señora de los Desamparados, Santo Tomás, Nuestra Señora de los Dolores y la Virgen de la Buena Estrella. El retablo del altar mayor, presidido por el santo apóstol “de talla antigua tamaño natural", se definía como un conjunto de estilos “en que hay de todo, pasable y malo" y alrededor del camarín, varias pinturas en tabla, representando escenas del santo y cinco angelotes. Y los lados dos grandes cuadros de lienzo representando a la madre de los Zebedeos, Santa María Salomé, y a Santiago en oración.

Merece la pena que el lector curioso, tantas veces invocado en estos ayeres, se llegue hasta la ermita de Santiago, tan céntrica en nuestros días, para admirar aquellos históricos arcos, el deteriorado relieve del apóstol a caballo de la fachada y, sobre todo, ese artesonado único en la ciudad, y que sólo encuentra parangón dentro del término municipal en el de la parroquia de Algezares.

Y otro día, con más tiempo, podrá llegarse hasta la vieja Trinidad para hallar en el Museo de Bellas Artes dos de aquellas tablas que nuestro decimonónico cronista vio en el altar mayor, y a las que restó importancia y antigüedad, pero que pertenecen al siglo XVI y se adjudican a Juan de Vitoria, notable artista de Renacimiento.

En los años finales del XIX aún guardaba la familia Pastor, guardianes y conservadores del templo y de su modesta fiesta de cada 25 de julio, el antiguo pendón de los Caballeros de Santiago, que tantas veces les abrió camino con ocasión de las celebraciones principales de la ciudad. Pero esas son cosas del ayer.


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