MURCIA. Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a la visita guiada de la Mezquita-Catedral de Córdoba. Esta ciudad, reconocida institucionalmente como "más allá de las tres culturas", aunque lo de las tres culturas también lo tenemos en Murcia al menos como festival, o en Toledo, se muestra al mundo como un centro neurálgico del turismo nacional e internacional, sumando interculturalidad e internacionalización. Hasta estos dos conceptos llegamos con la autoestima alta, tanto la ciudadanía como las autoridades. Pero nada más.
Esta aparente empatía poco tiene que ver con la realidad sobre la accesibilidad para las personas sordas a la cultura. Sabemos que la historia de Córdoba es rica y diversa gracias a las diferentes culturas que la han ido perfilando (romana, visigoda, musulmana y cristiana) y a las civilizaciones que han dejado una profunda huella en un marco de encuentro y convivencia. De ese legado arquitectónico, artístico y cultural, la Mezquita-Catedral es la joya de la corona. Bien, puesta su visita no es accesible para personas sordas. Ni siquiera para personas sordas que se comunican en español.
Resulta paradójico que en diversos viajes que he realizado por Francia o Gran Bretaña haya podido contar con aplicaciones electrónicas habilitadas dentro de la propia visita turística, capaces de hacerme accesible la cultura mediante texto, y en mi idioma. De este modo, las he disfrutado en igualdad de condiciones que las personas oyentes. Todavía recuerdo los accesos al Louvre, a la Torre Eiffel o al Rijksmuseum, gratuitos, con acceso preferente sin colas, y escuchando las explicaciones mediante lectura, o el tour por el estadio de Old Trafford con intérprete de lengua de signos, mostrando en la entrada la tarjeta del IMAS que acredita mi discapacidad.
"SE LLENAN LA BOCA CON LA DISCRIMINACIÓN, UNA PALABRA QUE SE DISFRAZA CUANDO SE TRATA DE DISCAPACIDAD AUDITIVA POR SORDERA PROFUNDA"
En España, por ejemplo, las visitas a la Alhambra de Granada o al Palacio de Gaudí en Astorga cuentan con accesibilidad total para las personas sordas, incluso en lengua de signos, así como gratuidad o tarifa reducida acreditando el grado de discapacidad. Aquí cerquita, el Ayuntamiento de Cartagena ha obtenido uno de los Premios Nacionales de Discapacidad Reina Letizia 2023 en la modalidad de accesibilidad y diseño universal por su proyecto ‘Cartagena Inclusiva’, que integra la accesibilidad en los planes, proyectos y normativa del municipio. Realmente, es una apuesta de futuro aún mejorable en cuanto a la implementación de la lengua de signos española en todos los ámbitos. Y lo reitero porque es el eslabón más débil, ya que esta discapacidad heterogénea induce a errores como el asunto de los bucles magnéticos o la calidad de sonido, inútiles cuando hablamos de personas sordas en el sentido literal de la palabra para las que la única comunicación posible es la visual, ya estalle el sistema de audio.
Volviendo a la Mezquita-Catedral cordobesa, hay quien dirá que había que avisar con no sé cuánta antelación para que se intentara formar un grupo de personas sordas con intérprete o vaya usted a saber, como si antes de ir a ninguna parte tuviésemos que avisar de una anormalidad, teniendo en cuenta que es precisamente tratarnos de anormales, el obligarnos a prever algo que está en la responsabilidad, y la voluntad, de la propia entidad. A lo que iba: el caso es que me paseé por todo el templo con el chisme del audio guía colgando de mi mano. Si bien los cuatro paneles informativos y los folletos ayudaban, debemos saber que eso no es una adaptación de accesibilidad para personas sordas, y menos si son sordas signantes abandonadas a su suerte. Estos folletos y paneles estándar son para todo el mundo, no una medida para una discapacidad específica, acabemos con la falacia. El caso es que caminaba observando los grupos guiados con sus cacharros de audio idénticos, más el infernal invento del auricular para uno de los pabellones auditivos, engendro que me negué a coger. Los corrillos con la persona que hacían de guía serpenteaban siguiendo su voz, paraban donde les decían, preguntaban cuando les apetecía. Anárquica, continuaba mi visita descubriendo cosas por mí misma, supliendo la ausencia de información accesible para mí con curiosidad, lógica e intuición. Llegaba incluso a la práctica de la metafísica (bendita filosofía) cuando desemboqué en un ejercicio de existencialismo y me grabé un vídeo para exponer la situación. Al acabar la grabación había perdido al grupo teledirigido acústicamente, cosa que me hizo dar una carcajada que imagino retumbaría entre los arcos y retablos, para escándalo de los oyentes y regocijo propio.
A la mañana siguiente entré en la web de la Mezquita-Catedral para comprobar el tipo de información que daban al respecto, no fuese cosa de la fatalidad. Y, miren por dónde, vi las banderitas de los idiomas en los que es posible hacer la visita: español, inglés, francés, portugués, italiano, alemán y ruso. Todos ellos, por audio. En estas, con la indignación sumando enteros, se me ocurrió realizar la consulta de accesibilidad auditiva para la visita de Medina Azahara con el mismo resultado: hacerse el loco y remitirme a lo establecido para personas oyentes. Repito, no se trata ni de avisar con antelación ni de llamar a la federación de sordos, se trata de que la visita sea accesible para personas sordas igual que para las de habla inglesa, por ejemplo, sin tener que sentir una pesada mochila de avisar a no sé cuántas entidades para preguntar y pedir un favor. Se trata de un derecho que no se cumple, y de llenarse la boca con la discriminación, palabra que se usa mucho para referirse a la raza, religión o procedencia, cuando resulta que la discriminación por discapacidad auditiva, por sordera profunda, hablando en plata, se disfraza. Hasta las narices.
Como soy una fan de los retos, he aquí hay algunas sugerencias para lo de "más allá de las tres culturas" y las entidades que se encuentren en la misma situación (y aún no he descubierto): tener intérpretes de lengua de signos disponibles o guías que sepan lengua de signos, igual que los hay en siete idiomas incluido el de la estepa rusa. A falta de esta medida o complementándola, ofrecer recorridos que cuenten con aplicaciones móviles que proporcione información sobre la catedral en texto y vídeo con subtítulos, incluso es posible incorporar a la grabación una casilla con el o la ILSE. También se podrían utilizar dispositivos de guía con vibración para señalar puntos de interés. Y ya en el universo idílico, capacitar al personal para ser sensible a las necesidades y preferencias de las personas sordas, asegurándose de que se sientan bienvenidas y comprendidas. Todo lo demás desemboca en hacer el paripé de la plena inclusión mientras las personas sordas permanecemos en el lado del espectro no visible por el ojo humano. Si ya lo decía Maimonides: "El conocimiento sin acción es inútil".