COMO AYER / OPINIÓN

La conmemoración del séptimo centenario de las Llagas de San Francisco en 1924

26/09/2024 - 

MURCIA. El pasado día 17 se cumplieron ocho siglos justos de la estigmatización de San Francisco de Asís. Con tal motivo, los franciscanos se reunieron para festejar este acontecimiento en el lugar donde el santo recibió los estigmas, el monte italiano de La Verna (o Alvernia), en una capilla construida para recordar el suceso y en la que se encuentra, al pie del altar, la roca sobre la que se encontraba el santo, protegida por un vidrio.

El santo de Asís meditó con mucho ardor todo lo referente a la humanidad de Jesús, que le apasionaba. Y al igual que se le ocurrió escenificar el primer belén en Greccio, en la Navidad de 1223, un año más tarde, estando de retiro en el monte citado, meditando los sufrimientos padecido por Cristo durante la Pasión, sintió que las mismas cinco llagas se imprimieron en su cuerpo.

"los Religiosos Menores del Convento de la Purísima prepararon un programa dirigido a celebrarlo con la debida solemnidad"

No tengo noticia de las celebraciones que con tal motivo hubo en el convento de Murcia, sito en La Merced, como es sabido, pero estos ayeres pueden conducirnos a las que se programaron hace un siglo con ocasión del séptimo centenario, en 1924, bien entendido que por entonces los frailes tenían su casa en el denominado hasta hoy, por tal motivo, Plano de San Francisco, frente a la plaza de Abastos de Verónicas y junto al acceso al Paseo del Malecón

Para dar lustre a tan importante aniversario, los Religiosos Menores del Convento de la Purísima, que presidía la impresionante Inmaculada de Salzillo, destruida al ser incendiado el edificio pocas semanas después del advenimiento de la II República en 1931, en unión de la Venerable Orden Tercera y demás asociaciones franciscana, prepararon un programa dirigido a celebrarlo con la debida solemnidad.

Las fiestas religiosas, populares y artísticas tendrían carácter y privilegios de peregrinación piadosa, y terminarían con una romería al también franciscano Santuario de Santa Catalina del Monte. Además, se celebraría el novenario, con sermones de elocuentes religiosos, la función del día del santo y la traslación de la imagen del mismo a la Catedral, para celebrar el domingo 5 de octubre una misa de pontifical en el primer templo diocesano, oficiada por el obispo, el escolapio Vicente Alonso y Salgado.

En la noche del domingo, después de la procesión que recorrería las vías principales de la ciudad, partiendo de la Catedral y concluyendo en la iglesia conventual, tendría lugar un acto literario a cargo de prestigiosos elementos literarios y artísticos pertenecientes o afectos a la Orden Tercera franciscana.

Como queda dicho, cuando tuvieron lugar los festejos del VII Centenario de la Estigmatización de San Francisco, sus frailes se asentaban en la iglesia de la Purísima, pues su antiguo convento ya había sido destinado a otros usos y la iglesia había sido derribada en 1838, tres años después de ser expulsados los franciscanos con la desamortización del ministro Mendizábal. Pero sólo se habían hecho cargo de aquella iglesia desde el año 1900, cuando regresaron a la ciudad, pues con anterioridad la rigieron los Caballeros Concepcionistas, miembros de una cofradía que tenía por titular a la Purísima, y cuando desapareció ésta, fueron sus patronos la familia Fontes, marqueses de Ordoño.

Para entonces, lo que fue el vecino Colegio de la Purísima se había convertido en convento de las Isabelas, encontrando allí acomodo las monjas tras ser expulsadas del suyo de la plaza de Santa Isabel por el corregidor Chacón, que lo derribó a continuación para dar paso al jardín que la posteridad quiso que recordara a la santa que dio nombre al cenobio y no al político que creó el espacio preciso para que el corazón de la ciudad contara con un espacio abierto para el esparcimiento.

"La quema del templo de la Purísima puso fin a la estancia de los frailes en el Plano de San Francisco, que se prolongaba desde finales del siglo XIII"

Cuando el incendio de la Purísima en 1931 afectó también al nuevo convento, las monjas isabelas que restaban se agruparon con las clarisas, franciscanas como ellas, y trasladaron las imágenes salvadas de su capilla, distinta de la iglesia citada, a Santa Clara, donde aún pueden admirarse las imágenes de la Inmaculada, notable obra de Salzillo, y el Cristo crucificado llamado de Santa Clara, por su emplazamiento actual (hoy en el Museo conventual), de las Isabelas, por su procedencia, o de la Buena Muerte, por una vieja descripción de Luis Santiago Bado que podría identificarse con esta pieza.

Un Cristo que sale en procesión cada Viernes Santo, desde 1997, en la procesión del Santo Sepulcro, llevado a hombros y alumbrado por alumnos y antiguos alumnos de los colegios Maristas, pero que debutó como imagen de Semana Santa en el año 1940, ocupando el lugar del Cristo de la Sangre, aún en restauración tras los graves daños que sufrió en julio de 1936 en el saqueo de la Iglesia del Carmen.       

La quema del templo de la Purísima, y de los tesoros artísticos que contenía, en mayo de 1931, precedida en abril por la destrucción de la estatua de San Francisco, erigida en 1927 para conmemorar el VII centenario de la muerte del santo, puso fin definitivamente a la estancia de los frailes en el Plano de San Francisco, que se prolongaba desde finales del siglo XIII.

Sin embargo, los últimos vestigios de lo que fe el principal complejo conventual de la ciudad durante siglos aún se mantuvieron en pie, bien que destinados a muy diferentes fines hasta el año 1974, hace ahora medio siglo justo, cuando la piqueta echó abajo lo que en sus últimos años, tras la Guerra Civil, había sido sede de Falange y primer emplazamiento de la emisora Radio Juventud de Murcia.  

Precisamente, el día 4 de octubre de 1924, festividad del santo de Asís y víspera del día central de las celebraciones del VII Centenario de la Estigmatización, tuvo lugar el cambio de hora correspondiente al tránsito del verano al otoño, volviendo a regir el horario solar, no como ahora, que cuando cambiemos la hora a finales de próximo mes de octubre seguiremos viviendo una por encima de la que nos marca el sol. Un uso, el del cambio de hora, que comenzó a aplicarse en 1918, por lo que hace un siglo era aún algo poco usual.  

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