El director ucraniano Igor Minaiev realizó una película a partir de rollos de propaganda soviética para explicar cómo fue la creación del mito socialista de los mineros del Donbás y cuál fue la suerte que corrieron al final de la URSS. En 1989, se declararon en huelga masivamente y ocurrió un suceso simbólico, los de Lviv, al oeste del país, secundaron sus paros en solidaridad. Zelenski, en la serie de televisión que triunfó tanto que le llevó a la presidencia, invocó este episodio en el último capítulo
MURCIA. Estamos viviendo un momento histórico crítico, la guerra de Ucrania, por su magnitud y porque puede desencadenar un enfrentamiento a mayor escala de una gravedad inmensa. Ya está comentado y publicado en todos los medios que existe el riesgo de una III Guerra Mundial. Lo curioso para esta columna es que todo este enfrentamiento está estrechamente relacionado con la televisión. En los últimos conflictos del siglo XX a este medio se le ha llegado a considerar un arma, pero aquí no van por ahí los tiros. Como es sabido, el presidente ucraniano Zelenski es un actor que protagonizaba una teleserie de gran audiencia.
Su título era Servidor del pueblo y, con la afilada y nada inocente herramienta del humor, denunciaba a todo el establishment político ucraniano. Era un mensaje de nueva política, como el de aquí de los orígenes de Podemos, de "los de abajo contra los de arriba". La fórmula funcionó. La mayoría de la opinión pública estaba harta de políticos corruptos. Sin embargo, sucedió algo de mucha más trascendencia.
En el último capítulo de Servidor del pueblo, Ucrania estaba dividida en tres estados. El del oeste, más ligado a los ucranianos étnicos, el central que presidía el protagonista y el este, donde está la región del Donbás. En los últimos episodios, unos mineros del oeste se habían quedado encerrados en una mina. Solo podían sacarlos los mineros del este, pero los gobernantes del oeste se negaban a llamar para pedir socorro a los gobernantes del este. Al final, los mineros del oeste se ponían en contacto con los mineros del este directamente y tenía lugar el rescate. Como resultado de tan heroica acción, se apartaba definitivamente a las elites políticas que mantenían el país separado y se unificaba toda Ucrania. Ahí concluía la serie.
Poco después, Zelenski se presentaba a las elecciones bajo el nombre de la propia serie. Una inmensa mayoría de votantes, encantados con ese episodio, le daban la mayoría. Ganó solo con eso, prácticamente sin programa electoral, a excepción de un punto: negociar con Putin para poner fin a la guerra cuanto antes. Una paradoja. Pero este no fue el único uso de la televisión. Putin hizo lo propio para las siguientes elecciones, las legislativas, con un documental encargado a Oliver Stone en el que se promocionaba a los candidatos del partido pro-ruso, Boiko y Medvedchuk, como los únicos capaces de poner fin a la guerra. La película, Revealing Ukraine, se estrenó en YouTube días antes de los comicios, pero el partido de Zelenski volvió a barrer. A continuación, Putin empezó a repartir pasaportes rusos entre la población del este de Ucrania y el resto ya se lo saben.
El caso es que, personalmente, me interesaba cómo pudo causar tanta fascinación el final de Servidor del pueblo y la respuesta, una hipótesis, la he encontrado en otro documental ucraniano, La cacofonía del Donbás, de Igor Minaiev. Es un montaje de 2017 realizado a partir de vídeos de propaganda soviética al más puro estilo Martín Patino y pretende explicar, con cierto sarcasmo, el mito que surgió en la URSS sobre la minería, la metalurgia y los trabajadores de esta región.
El primero en aparecer es el célebre Alekséi Stajanov. El minero más famoso de todos los tiempos que, casualmente, se coronó en el paraíso socialista haciendo apología de las horas extras impagadas. Minaiev no entra en ese detalle, pero sí señala el cuento de que todo fue propaganda. Consiguió películas de cuando el minero aparecía con traje de faena, cubierto de carbón, y cuando le compraron un traje. Como muchas de estas historias, la moraleja es que acabó alcoholizado, rechazado por sus familiares y muriendo solo y alcoholizado en un psiquiátrico. Este centro estaba en Donestk. Concretamente, en Torez, donde se estrelló derribado el avión de Malaysia Airlines.
Siguiendo con la propaganda, la película muestra también desfiles soviéticos de niñas con carritos de bebés. Preparadas para ser madres desde su más tierna infancia. Luego pasa a más alcoholismo, parece que la prevalencia era alta entre los mineros y se empleaban tratamientos de aversión. Aparece una película en la que se le da a los alcohólicos eméticos mezclados con vodka para que vomiten cada vez que lo huelan.
La cuestión significativa llega después, en 1989. Es cuando se producen las huelgas de los mineros en todo el Donetsk. Incluso se ve a la CNN tomando buena nota, pues trabajadores de un perfil tan mitificado rebelándose contra el comunismo servía como nada a sus intereses. No fueron unos paros como para tomarse a broma. Las huelgas las secundaron 90 mil trabajadores. Uno, entrevistado, dice "me paso la vida en la mina por 400 rublos, solo se nos ven los dientes al salir, una vez mi madre no me reconocía y se puso a llorar". Otro continúa: "Durante 70 años de poder soviético hemos acabado que no tenemos ni para limpiarnos el culo". A esta huelga le siguió otra política al año siguiente y tuvo su importancia en el colapso del sistema.
El símbolo, sin embargo, es el apoyo que recibieron esos mineros. Lo hubo por todo el mundo, sindicatos de todo tipo, pero hubo unos mineros que también apoyaron a sus compañeros: los de Lviv. Ciudad al oeste de Ucrania, a solo 70 kilómetros de la frontera con Polonia, cuna del nacionalismo étnico ucraniano. Muy probablemente, ese detalle es el que quería revivir Zelenski en su serie. Sea como fuere, el efecto fue tal que ganó las elecciones de su país, que todavía hay que frotarse los ojos para creérselo cómo lo hizo.
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