MURCIA. El PP suspiró el pasado sábado. La proclamación de Noelia Arroyo como alcaldesa de Cartagena acababa con seis años de travesía en el desierto para los populares tras la caída de su feudo en 2015. La ciudad portuaria fue un bastión inexpugnable durante dos décadas, en las que Pilar Barreiro ganaba con mayorías absolutas desde 1995. Hasta que en 2015, en plena ebullición de las nuevas fuerzas políticas, los cartageneros votaron por un nuevo escenario que apartó a los populares del poder a pesar de haber ganado las elecciones (con mayoría simple). MC y el PSOE se aliaban para desbancar al PP y comenzaba una nueva era en el Palacio Consistorial. Aquel periodo empujó a los populares a la oposición.
La reconquista empezó en 2019. El PP perdió en aquella ocasión los comicios, cuyo triunfo logró MC, pero, con un movimiento sobre la bocina que sorprendió a todos, consiguió sellar un tripartito con el PSOE de Ana Belén Castejón (la misma que en 2018 rompía su alianza con el cartagenerista José López) y Ciudadanos de Manuel Padín. Aquel acuerdo, que incluía el relevo en dos años, ha cristalizado este 12 de junio en Cartagena. Noelia Arroyo alcanzó el objetivo para el que se presentó, dejando su carrera en el Gobierno regional, y el PP hoy sonríe.
La recuperación de Cartagena supone para el PP en parte lamer las heridas que produjo la moción de censura en Murcia, su otro gran fortín local y que había resistido las embestidas políticas de los últimos años hasta que su a la sazón socio, Ciudadanos, se coaligara con el PSOE para sacarles de la Glorieta murciana. Todavía escuece en la capital de la Comunidad la destitución de José Ballesta. Aquella maniobra política fue un golpe de autoestima para el PSOE, que poco antes veía marrada su operación de asalto a San Esteban, y que por fin veía culminado un anhelo que se había escapado durante 26 años en el Ayuntamiento de Murcia.