MURCIA. Soy un empresario que te paga la nómina, soy el jefe de servicio del que depende tu trabajo, soy un juez que te puede dar un espaldarazo a tu carrera profesional, soy un alto cargo político, soy alguien influyente en el colegio profesional donde te desenvuelves, soy un fiel agradecido de cualquiera de los anteriores benefactores.
En definitiva, yo tengo un pito que cuando soplo, tú debes atender.
Tengo la posibilidad y el poder suficiente para que des un salto en tu carrera laboral, profesional o social. Quiero que me la chupes.
Dos afirmaciones que por separado no debe generar objeciones. Uno es libre de mencionar lo que pasa por su cabeza en ese momento. Así como es libre la interlocutora a la hora de aceptar cualquiera de ellas.
"¿Creéis que es una ficción o un mal guion de cine panfletario del #metoo? No. Es real como la vida misma. Es uno de los muertos que quedan en el armario"
Pero no van por separado. Es un único mensaje condicionado. Las consecuencias no son inocuas. Tus aspiraciones laborales, profesionales o sociales ya no dependen solo de ti misma. Dependen en gran medida de mi satisfacción. El espaldarazo puede venir con ella, pero el desprestigio y el castigo aparecen si no cumples expectativas.
Y así nos juntamos esta amable manada. Un grupo compuesto por cualquiera que incorpore mayor capacidad de intimidación. Somos listos, poderosos, insolentes y voraces depredadores. Y muy solidarios entre nosotros. No hay problemas en alternarnos o en compartir trofeos. Y contarlo, por supuesto.
Las mejores piezas para la caza son mujeres más jóvenes; en los albores de una exitosa carrera laboral o profesional pendientes de ese saltito; que sepan valorar la oportunidad que se les otorga; con responsabilidades familiares, a ser posible que les pese lo suficiente como para querer evadirse. El modo de intimidación es infalible. Hacer creer a la invitada como una privilegiada en una reunión tan exclusiva, elegir un lugar discreto, conversar con las dosis justas de galantería, humor y provocación, cargar los cuerpos con buena dosis de alcohol que desinhiba y arrinconarla en su espacio y sus decisiones. En ese momento, una posible incomodidad disputa un conflicto con el sentimiento de culpabilidad por estar donde no debe y con quién no debe de forma voluntaria y con la sensación de tener mucho más que perder que ganar. El miedo es el mejor elemento motivador. No cumplir expectativas es un peligro real.
"Es una depredación que también te persigue hasta tu casa y que incluso se mete en ella"
Parte de esa manada amable, fundamental en la actuación de depredación, es "la consentida veterana". Debe presentarse como exitosa en su carrera, con expresa constancia de la ayuda recibida, y puede actuar como un ejemplo de normalidad o incluso a modo de proxeneta, acercando futuras víctimas.
¿Creéis que es una ficción o un mal guion de cine panfletario del #metoo? No. Es real como la vida misma. Es uno de los muertos que quedan en el armario.
No generalizo y, además, tengo la sensación (que no la certeza) de que va en desuso. Sin embargo, son tabúes difíciles de sacar a la luz. Los estragos en la autoestima y los temores a ser juzgada como persona y como profesional no ayudan en absoluto. Es una depredación que también te persigue hasta tu casa y que incluso se mete en ella. Acude a tu familia si es preciso.
Recientemente hemos vivido noticias que nos han sublevado y donde hemos demonizado pública y multitudinariamente otros tipos de manadas. Quizá más violentas, quizá más explícitas, quizá menos sutiles. Creo que con las sentencias dictadas y el escarnio público han pagado con creces por sus faltas. Sin embargo, estas manadas mantienen sus privilegios, su poder y su prestigio, sin un ápice de culpa.
Desde mi humilde artículo, entono el polémico lema del año pasado: "Sola y borracha, quiero llegar a casa". Me parece muy acertado. Intencionadamente, falto de culpabilidad. Esa es la clave. Ese es el sentido. Así debe ser.