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tribuna libre / OPINIÓN

Incierto porvenir de minorías cristianas en el mundo árabe

14/12/2024 - 

En un momento en que el Islam en Europa reclama su homologación legal con las demás religiones, surge inevitablemente la cuestión de la reciprocidad en los países árabes. No se trata en este caso del respeto a la libertad religiosa de una población extranjera. Lo que planteamos es el derecho de una minoría tan árabe como el resto de la población, pero de religión cristiana.

Tengo conocimiento de un libanés, y, aunque no llega a los 40 años, trabaja en una embajada occidental en Riad. Su mujer, libanesa también, trabaja en el mismo lugar. Ambos solicitaron hace años el visado europeo, y no pierden la esperanza de conseguirlo. Sus sueños no andan hacia la búsqueda de Eldorado en Europa como en alejarse de Oriente Próximo. Ambos no se cansan de comentar: "Es muy duro vivir allí siendo árabe y cristiano. Si somos de la misma raza, ¿por qué nos detestan tanto?". Esa es la gran cuestión que se formulan los aproximados 10 millones de cristianos que viven en dichas tierras.

"no estaría de máS dedicar unos momentos a mandar buenas sinergias a tantas personas que necesitan mucho de nosotros"

Para muchos cristianos árabes, la emigración representa el final de un largo proceso de exclusión y de persecución, más o menos directa, en todos los países del área. Con Siria las mismas tenemos. En Tierra Santa, en particular Cisjordania, asistimos a un boicot casi permanente hacia los negocios dirigidos por palestinos cristianos. En Egipto los coptos (cristianos) han sabido mantenerse al frente del sector privado de la economía, pero tienen desde hace siglos la categoría de ciudadanos de segunda y ni sueñan en acceder a los cargos públicos. En definitiva, del 2000 en adelante se reiniciaron brutalmente restricciones para la minoría cristiana, ya que los gobiernos islámicos se han endurecido en materia de tolerancia religiosa y todos los líderes musulmanes han reforzado sus llamadas a la defensa de su identidad.

El desconcierto y la irritación se han centrado en la actitud de los gobiernos occidentales, que siguen haciendo la vista gorda en materia de libertad religiosa cuando se trata de estrechar relaciones políticas o comerciales con los regímenes más intolerantes de Oriente Próximo y da la impresión, por desgracia, que solo Estados Unidos parece preocuparse. Washington ha tratado de mostrar su "respaldo moral" a las minorías cristianas dentro del islam a través de audiencias especiales organizadas por el Senado, y sobre todo con los informes anuales sobre la persecución religiosa desde el Departamento de Estado. A todo lo dicho anteriormente la vida para los no musulmanes sigue adquiriendo a fecha de hoy niveles intolerables en Arabia Saudí, régimen guardián de los lugares santos de La Meca y Medina.

La intolerancia que existe en Arabia Saudí es especialmente dolorosa por una circunstancia: millón y medio de católicos que residen alrededor del Golfo Pérsico, en su mayoría trabajadores inmigrantes de India y Filipinas. Su único medio para mantener la fe es la reproducción del régimen de las catacumbas.

Qatar otorgaba no hace mucho permiso para construir las primeras iglesias del país y Kuwait ha abierto en su capital la sede de la nunciatura vaticana para toda la región.

El régimen de Riad es el primer promotor mundial de la construcción de mezquitas en Occidente, y se siente asimismo responsable de la formación y pago de los imanes que trabajan en ellas. Por otra parte, su labor tutelar desde las comunidades musulmanas en Occidente, los líderes musulmanes buscan la homologación con el cristianismo para obtener más ventajas. Para ello no dudan en recurrir a los conceptos de "tolerancia" y "libertad religiosa consagrada por la Constitución", dos términos que han tomado prestados porque no existen en el diccionario islámico. La falta absoluta de reciprocidad no inmuta a los dirigentes políticos árabes. Pero acabará por conmover, tarde o temprano, a los gobiernos occidentales más afectados por la inmigración musulmana, en la medida que se mantenga vivo el debate en la opinión pública.

Cierto es que estos temas que se abordan aquí ni son políticamente correctos en los tiempos que corren ni, en general, ocupan espacios en los noticiarios españoles como verdaderos tsunamis, pero sÍ apelo desde estas líneas, al menos, a no olvidar que esto pasa al otro lado de nuestro charco Mediterráneo, que existe realmente. Ahora, cercanos a la Navidad, no estaría de más, si es que la vida nos da: dedicar unos momentos, unos segundos, a mandar buenas sinergias a tantas personas que necesitan mucho de nosotros. Murcia, en estos temas es una campeona.

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