PRIMAVERA EN LA CÁMARA / OPINIÓN

Habla, pueblo, habla. ¿Cómo?

9/07/2021 - 

MURCIA. "Debemos empezar con la forma en que se hace votar al pueblo". Con esta contundencia abría Giovanni Sartori el primero de los capítulos de su obra Ingeniería constitucional comparada. En esta patria chica que es para muchos la Región de Murcia, la manera en la que el pueblo vota ha sufrido cambios sustanciales en las últimas décadas, aunque, siendo más específicos, la transformación se ha contemplado en la manera en que los votos se traducen en escaños.

"El debate entre proporcionalidad y gobernabilidad existe desde que existe la democracia liberal de la que gozamos en nuestro tiempo"

Así, la reforma electoral autonómica que aprobó la Asamblea Regional en julio de 2015, aplicándose ya en las elecciones de 2019, trajo consigo el fin de las cinco circunscripciones electorales que regían el sistema electoral murciano desde 1987 (Lorca, Cartagena-Mar Menor, Murcia, Noroeste y Altiplano). De este modo, la proporcionalidad se asentó de una manera más pura gracias a la circunscripción única que supuso emplear el total de la provincia como tal, con la única barrera electoral del 3%.

La reforma de la Ley del Presidente del pasado mes de junio que permite a López Miras volver a ser candidato a la Presidencia autonómica revela la nueva mayoría absoluta virtual con la que cuenta el Partido Popular, quien en su mano tiene también transformar otros elementos del sistema electoral, como la circunscripción y la barrera electoral.

El inminente hundimiento de Ciudadanos y la paulatina desaparición de Podemos, reflejado en estudios como los del Cemop, abren las puertas al retorno del bipartidismo o, al menos, a la vuelta de las mayorías absolutas a las que la Asamblea Regional se acostumbró hasta 2015. Una excepción es Vox, que, junto al PP, se beneficia del antiguo voto de Ciudadanos mediante una clara transferencia, aunque la tendencia es que el partido de López Miras obtenga una mayoría absoluta en los próximos comicios y no dependa de los de Abascal.

El debate entre proporcionalidad y gobernabilidad existe desde que existe la democracia liberal de la que gozamos en nuestro tiempo. De este modo, en un escenario cada vez menos multipartidista, cabe, sin duda, reformar el sistema electoral para beneficiar la gobernabilidad, frente a la proporcionalidad abandonada y disipada que se confiesa en las encuestas más recientes.

El retorno a las cinco circunscripciones que durante casi tres décadas nos han acompañado supondría acercar a representantes y representados, sabiendo que también se aseguraría la representación territorial que muchos grupos políticos y municipios anhelan comúnmente. Supondría abandonar una casi pura proporcionalidad que no ha evitado sentar en el Parlamento autonómico a peligrosos ambiciosos que, como hemos comprobado, poco interés tienen en salvaguardar a la ciudadanía, y que siguen ocupando sus escaños, a pesar de haber renunciado a labores orgánicas de los restos partidistas, lejos de la voluntad de sus antiguos electores.

Cierto y verdad es que el beneficio a la gobernabilidad potenciaría el bipartidismo, encarnado en el PP y en el PSOE, aunque juega un tercer partido, Vox, cuyos resultados electorales no peligrarían, pues presenta un voto concentrado homogéneamente en los distintos municipios, lo que, por supuesto, no evita que su apoyo sea mayor en unos territorios que en otros.

Cuestión añadida es la de la barrera electoral (la Sperrklausel, como dicen los alemanes), es decir, el mínimo de votos que debe obtener un partido político para ser considerado en el reparto de escaños. Actualmente, se encuentra en el 3%, aunque, en caso de volver a las circunscripciones, se abren tres escenarios que podrían originar resultados muy distintos, aun con el mismo número de votos: (1) barrera electoral provincial, (2) barrera electoral en la circunscripción y (3) doble barrera electoral (en la provincia y en la circunscripción simultáneamente). En otras CCAA, como Madrid, se sitúa en el 5%, de modo que todas son opciones válidas, pero, cuanta más alta sea, más restrictiva será y menos ayudará a los partidos con menos votos, como fue el caso de Ciudadanos en las elecciones madrileñas del pasado mayo, que no pudo llegar al 5% de los votos emitidos.

Subyace en esta cuestión un principio de eficacia. Emplear una barrera electoral única para la provincia, estando divididos en cinco circunscripciones electorales, como digo, aumentaría ligeramente los resultados del bipartidismo, en detrimento de los partidos minoritarios, aunque levemente. Algo similar ocurriría si se empleara la barrera electoral únicamente en la circunscripción, con el detalle de que podrían obtener escaños los partidos como MC Cartagena, con una fuerte presencia en la circunscripción Cartagena-Mar Menor (la candidatura municipalista MC-CCD obtuvo cerca del 10% de votos emitidos aquí).

En el caso de aplicar una doble barrera electoral, deberíamos matizar si se trataría de una barrera múltiple (se deben cumplir varios umbrales), barrera alternativa (se debe cumplir uno de los dos umbrales) o barrera acumulativa (se deben cumplir todos los umbrales). En la práctica de nuestro supuesto, tanto la múltiple como la acumulativa serían similares, pues son dos el número máximo de barreras que podemos establecer. Los resultados obtenidos, salvo en caso de tratarse de una barrera alternativa que logre favorecer a candidaturas como MC-CCD, apenas variarían.

Al cabo, superada esta etapa pluripartidista, es hora de volver a la estabilidad, tan demandada por los ciudadanos, alejándonos también de la polarización y la división que hemos sufrido en los últimos años. A través de unas circunscripciones más pequeñas los representantes podrán ser más próximos a los representados. Es momento de volver a hacer de la política un espacio más cercano, más legítimo y más humano donde poder confiar.

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