El turismo de masas es un fenómeno que arranca tras los estragos de la segunda guerra mundial en una época de gran prosperidad. La gente quería viajar, divertirse conocer otros países, otras culturas. Olvidar los dolores bélicos y, en el caso específico de España, disfrutar del sol, de nuestro clima benevolente, de las maravillas de nuestra gastronomía y nuestra cultura. En pocas palabras, compartir algo que es muy nuestro y que se podría definir de forma inexacta pero evocativa como alegría de vivir. De esta forma, nuestro país, tras casi más de 60 años como gran destino turístico, está a punto de alcanzar el primer puesto mundial e incluso superar a la bella Francia. Sin embargo, estos resultados récord no están exentos, como todo en la vida, de su lado oscuro. En efecto, algunos lugares, como consecuencia de la llegada masiva de visitantes están sufriendo un grave deterioro que los empieza a hacer difícilmente habitables. Así hay ciudades, como Barcelona, en las que el impacto del turismo está resultando difícil de asimilar.
De alguna forma, se están produciendo fenómenos en los que se muere de éxito por los excesos de esa presencia invasiva que pervierten una convivencia autóctona sana. Es prioritario alcanzar un equilibrio entre muchos intereses que resultan legítimos. Valencia, si bien desde el punto de vista turístico ha crecido mucho, como decía mi amigo Francesc Relea, todavía se encuentra en esa situación de equilibrio que la hace especialmente atractiva. En mi opinión, es cierto que algunas zonas de la ciudad están especialmente frecuentadas por foráneos pero conviven con barrios en los que felizmente se ha conseguido preservar una vida ciudadana genuina y auténtica. En todo caso, muchos destinos emblemáticos en la vieja Europa se caracterizan por esta situación de saturación y sobre explotación.
No obstante, cabe percibir en la actualidad una progresiva inclinación de la intensificación de la actividad turística hacia Asia que está asistiendo a un boom turístico más que evidente. A continuación, trataremos de explicar las razones de este fenómeno y nos detendremos en el caso de algunos países que resultan especialmente importantes en este ámbito y que tienen sus peculiaridades.
La vuelta del turismo a los países asiáticos tras la cris de la covid-19 ha resultado más progresiva y paulatina que en el resto del mundo. Así, todavía existe un margen considerable de mejora. ¿Por qué Asía? No hay que olvidar que para los viajeros occidentales Asia tiene un atractivo enorme. Son generalmente países muy distintos, diferentes a los nuestros, razonablemente seguros, con una cultura muy acogedora para los extranjeros, coloridos, exóticos, con gentes frecuentemente alegres. La recuperación del turismo en Europa y Estados Unidos post-covid se centró inicialmente en lugares más cercanos. Progresivamente, los flujos de turistas están buscando lugares más lejanos. Además del propio interés que tiene Asia en si misma, no hay olvidar algunas circunstancias de índole más prácticas o coyunturales que están contribuyendo al incremento del turismos en los países de la región. En muchos se está haciendo un esfuerzo generalizado para facilitar la entrada y estancia de viajeros a través de una política más laxa en cuanto al requerimiento de visados de entrada en los diferentes países.
El caso más claro de esto es el de China. Las medidas muy estrictas que se aplicaron durante la pandemia desincentivaron cualquier visita de extranjeros en los últimos 3 años. Tradicionalmente, los lugares favoritos para los visitantes occidentales eran en primer lugar Shanghái (por su inigualable mezcla de modernidad y tradición todo ello salpicado de sugerentes guiños occidentales) seguido de Pekín (para mí es una ciudad que llevo en mi corazón por haber vivido allí con mi familia e ilustra especialmente bien el complejo y a veces indescifrable artefacto que es la China moderna. Pekín tiene elementos de la China eterna como la magnética Ciudad Prohibida, el bellísimo Templo del Cielo o los encantadores hutongs donde todavía se preserva la vida de barrio desde hace siglos; también integra elementos del reciente y muchas veces aplastante dominio comunista en China; junto con rasgos futuristas de ciudad ultramoderna), Guangzhou y la moderna Shenzen. Ahora empiezan a despuntar igualmente la maravillosa y feliz Chengdu junto con algún destino de playa como la isla de Hainan.
Sin embargo, la presencia de viajeros internacionales ha caído drásticamente. Así en la actualidad el porcentaje de visitantes extranjeros no supera el 30% de los que viajaban en 2019 (en efecto se ha pasado de casi 100 millones de turistas en 2019 a 35 millones en 2023). Es cierto que el turismo interno se ha disparado hasta situarse casi por encima del 30% de las cifras anteriores a la pandemia. Sin embargo, el consumo y gasto de estos turistas chinos está muy por debajo del de los turistas extranjeros cuyo poder adquisitivo es notablemente superior. Por ello, para dinamizar el turismo internacional, el Gobierno chino ha adoptado una medida inteligente: la no necesidad de visado para numerosos ciudadanos extranjeros entre los que se encuentra España (junto, entre otros países europeos, como Austria, Alemania, Bélgica, Francia, Hungría, Irlanda, Italia, Holanda, Luxemburgo y Suiza). Todos recordamos el engorro que suponía la obtención del visado para visitar China por lo que es de agradecer que se haya suprimido. China no sido el único país que ha tomado estas medidas. También lo ha hecho Tailandia que ha extendido la no exigibilidad de visa hasta 93 países con el propósito de revitalizar su turismo que está en vías de recuperación tras la pandemia. No debemos olvidar que el turismo es uno de los pilares de la economía thai.
Por otro lado, hay otro elemento decisivo que explica el incremento del turismo en Asia: el dólar y también el Euro se han apreciado considerablemente frente a las moneda locales. Esto hace que, así como visitar Nueva York o Londres resulta salvajemente caro, ir en estos momentos a Asia, por los beneficios del tipo de cambio, resulta muy interesante ya que nuestra poder adquisitivo se incrementa considerablemente. El caso de Japón en este punto es paradigmático. Mucha gente que conozco ha aprovechado la coyuntura para visitar Japón este año. Y realmente vale la pena como manifesté en esta columna con ocasión de mi última visita a Corea y Japón en abril pasado. Así, el consumo de los turistas europeos y americanos en Japón concretamente se ha disparado en casi un 52% entre enero y marzo de este año comparado con el mismo periodo en 2019. Y el yen casi ha perdido un 50% de su valor frente al dólar y se sitúa en su nivel más bajo de los últimas 34 años. Como muestra un botón: un plato de 1000 yenes de delicioso ramen costaba en 2019 al tipo de cambio de entonces 8 Euros y ahora cuesta 5,8 Euros; un reloj de lujo podía costar al tipo de cambio cerca de 6.000 Euros en 2019 y ahora al tipo de cambio serían unos 4.000 euros.
Sin embargo, la mayor contribución el incremento del turismo en la región se encuentra en los propios viajeros asiáticos que se sienten especialmente a gusto en la región. En este sentido, los viajeros chinos están volviendo a pasar sus vacaciones fuera de China habiéndose doblado el número de vuelos hacia el exterior desde el año pasado y 3/4 de esos vuelos son a Japón y Corea y al Sudeste asiático. Lo mismo está sucediendo con la otra gran economía de la zona, la India. A medida que suben los ingresos de sus habitantes, también sube el número de viajeros. Así, en los tres primeros de este año, gastaron en viajes 20.000 millones de dólares lo que representa más de 3 veces las cantidades de hace cinco años según The Economist. Igualmente, muchos de los turistas indios prefieren viajar cerca lo que les resulta más cómodo y sobre todo los trámites de entrada a los países asiáticos son menos engorrosos que en Europa y Estados Unidos.
Sin duda, a pesar de que ahora se den protestas por la intensificación del turismo, me temo que con la incorporación en masa de viajeros chinos e indios, el fenómeno todavía no ha llegado ni remotamente a su punto álgido. Y no va ser fácil gestionarlo.