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Generación perdida

16/12/2020 - 

MURCIA. "No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana".

Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia, 30 de septiembre de 1990. 

¿Está claro, no? Sin embargo, se habla ya de la 'generación covid' como de una generación perdida, y nadie se inmuta. 

De verdad, creo que estamos perdiendo el foco, no sabemos dónde están las prioridades. No sé si la culpa es del miedo, de la desinformación, de la pasividad de una sociedad adormecida, de la ineptitud de quien se supone que dirige nuestras vidas. No lo sé. Pero es muy preocupante.

"Los mayores no necesitan que nadie les cuide: se han ganado el derecho a decidir cómo quieren vivir y cómo van a cuidarse, y nos les gusta que se les trate como niños sin criterio ni libertad"

No soy negacionista del virus, pero creo que el problema de esta enfermedad es de salud pública por el riesgo puntual de saturación de los hospitales, no por su peligrosidad, porque, o hay algo que no nos cuentan o la conclusión que yo saco todos los días cuando leo el periódico cual parte de guerra (fallecidos, infectados y curados en la 'batalla covid') es que esta enfermedad tiene un alto grado de mortandad en personas mayores de 60 años, reviste en ocasiones cierta gravedad pero no necesariamente mortal salvo patologías previas en personas adultas; es una enfermedad leve en las personas jóvenes y apenas tiene incidencia en los niños. Por tanto, el esfuerzo debería ponerse en reforzar todo lo que sea necesario los servicios sanitarios (camas de hospital, camas UCI, personal médico, equipos de protección para el personal en riesgo…).

Pero en vez de eso, se imponen cada vez más medidas restrictivas de la libertad individual (vamos a usar todas las palabras) con la justificación que nos lanzan machaconamente de que hay que proteger a "nuestros mayores" (lo entrecomillo porque me parece una ñoñez el posesivo, pero todo el mundo lo usa).

La opinión de las personas mayores de 60 años con las que he hablado directamente o que he conocido por referencias es coincidente. Ellos no necesitan que nadie les cuide, se han ganado el derecho a decidir cómo quieren vivir y cómo van a cuidarse, y nos les gusta que se les trate como niños sin criterio ni libertad. En definitiva, afirman que es su decisión si quieren o no quieren llevar mascarilla, si quieren o no quieren salir a la calle y si quieren o no quieren ver, abrazar y besar a sus hijos y a sus nietos. También coinciden en la indignación que les causa que se obligue a niños y jóvenes a renunciar a su infancia y a su juventud con las excusa de protegerlos a ellos.

La ONU considera infante a toda persona menor de 18 años. La protección a los niños, entre otras muchas cosas, incluye garantizar el derecho de acceso a la educación y preservar el derecho a desarrollarse, comportarse y ser niños, el derecho a una infancia plena. Pues bien, con la excusa de proteger a las personas mayores, se están mermando gravemente los derechos de los niños.

La educación se ve afectada muy gravemente con la imposición del modelo semipresencial (más bien, semieducación). Hay ya numerosas voces que están advirtiendo de las graves carencias en adquisición de conocimientos y competencias básicas y de la agravación de la brecha socio-económica que está causando. 

El derecho a desarrollarse, comportarse y ser niños, se está atacando de una forma escandalosa e irreparable. Los niños más pequeños necesitan interactuar, jugar, manipular, compartir, hacer deporte. Todo eso se les ha prohibido: no pueden jugar libremente, se les han retirado los juguetes de las aulas a los más pequeños, se les prohíbe terminantemente compartir nada, no hay deporte escolar ni extraescolar en pabellones municipales (sí, si es deporte de escuelas privadas, otra brecha más) y algo muy importante, los niños tienen que aprender a interpretar las expresiones faciales como parte fundamental de su desarrollo emocional. ¿Cómo lo van a hacer si todo el mundo va con mascarilla en todo momento? Vamos a crear una generación de sociópatas como sigamos así. 

Y qué decir de los niños más mayores, los adolescentes. Se les están cortando las alas cuando empezaban a volar. Es una etapa de puro descubrimiento, en la que quieren gustar, buscan quien les guste, desarrollan su personalidad autónoma, comienzan a tener libertad y responsabilidad. Los niños necesitan vivir esa etapa como parte de su desarrollo vital, sin embargo se les imponen grupos cerrados, nada de nuevos amigos, nada de salir, la cara tapada en todo momento (una crueldad para un adolescente). Les sobra vitalidad y no pueden hacer ni deporte escolar. ¿Alguien me puede explicar por qué puñetas los niños no pueden hacer deporte normal en el colegio, ni jugar al futbol, ni correr, ni competir,… ni desfogarse?

En las guerras, las de verdad, la infancia inevitablemente se aplaza, se posterga o directamente se pierde. Pero no estamos en guerra, por mucho que a algunos les guste el lenguaje bélico. En una crisis sanitaria contra la que hay que aplicar métodos y criterios sanitarios. 

Para mí, en esta crisis, el fin no justifica los medios. El medio está causando un daño irreparable a "nuestra infancia", y no está justificado ni es proporcional al fin, la protección de "nuestros mayores", o si no, que les pregunten a ellos qué opinan.

Raquel García-Valcárcel

Abogada en García-Valcárcel&Cáceres

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