MURCIA. Durante toda mi vida profesional como maestra de Primaria, en la escuela celebrábamos el día del padre. ¡Qué ilusión le hacía a los niños realizar todos los preparativos!: la presentación del regalo, el escandallo (que casi siempre era entre uno y dos euros), la ejecución, la poesía o dedicatoria, el envoltorio, etc. La preparación había que hacerla a raticos pues ya saben que la manualidad o la plástica hace tiempo que desapareció del currículum y hay que ir "arañando" minutos de aquí y allá. Era un esfuerzo que los maestros realizábamos con mucho gusto: porque el motivo lo valía y porque los niños se sentían felices de preparar un detalle pensando en su padre.
Familias en las que no había padre ha habido siempre: padres separados, casados en segundas nupcias o algún caso en donde "el papá" ya estaba con nuestro Padre Celestial. ¿Cómo hacíamos entonces para que nadie se sintiera mal?, pues conociendo y apreciando a los alumnos y sus familias.
"Si en el centro al que llevan sus hijos deciden suprimir el día del padre, les sugiero que protesten"
A ese grupo minoritario de alumnos que se encontraban en esa situación, les dábamos la opción de hacer los regalos que quisieran. Algunos le hacían un regalo también al abuelo. No pasaba nada. Con la mayor naturalidad y comentándolo si lo veíamos conveniente con la madre o abuela. Y si al verlo algún otro compañero deseaba hacer otro regalo, pues adelante. Que eso es un regalo, algo que se da a una persona como muestra de afecto o de consideración.
Ocurre hoy que en algunos centros han decidido invertir la situación y para no discriminar a unos pocos discriminan a los que tienen padre, o sea, la inmensa mayoría. Y así, tan panchos, deciden no celebrar el día del padre ¡Qué tristeza!
Porque la decisión de quitar ese motivo de alegría a los hijos la toman los mismos que deciden celebrar todo lo que manda la ideología de lo políticamente correcto, es decir, los que han decidido adoctrinar a nuestros hijos con las ideologías que cada día están más a la vista y que implican, entre otras cosas, una beligerancia contra el varón que ninguna mujer que quiera a su padre, hermanos, marido o hijos, puede mirar con buenos ojos.
Eso es ingeniería social, manipular la mente de los niños a espaldas de los padres. Si en el centro al que llevan sus hijos deciden suprimir el día del padre, les sugiero que protesten. Ahora pueden y pararán otros desmanes que vendrán después. Si no protestan, quizá más adelante será tarde.
Por mi parte, contentísima de haber contribuido durante años a que mis alumnos estuviesen orgullosos de sus padres.
Y a todos los padres: ¡Feliz día del padre!
Isabel Carpena es maestra de Primaria jubilada y miembro de Enseñanza de Vox