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EL INTERIOR DE LAS COSAS / OPINIÓN

La esperanza, un deseo cada vez más frágil

3/01/2024 - 

MURCIA. Este lunes viví intensamente el último día del año pasado. Ha sido la mejor Nochevieja, la más emotiva y palpitante. Celebré la llegada del 2024 con dos de los hombres más importantes de mi vida, con dos de mis pequeños nietos. Hemos disfrutado hasta agotarnos, parando penaltis en el pasillo de la casa de la iaia Montse, bailando como loquitos siguiendo el ritmo de pasacalles improvisados, tachín-tachín-tachín. Jugando al rescate de cualquier emergencia, porque fuimos la patrulla canina en plena acción. Les conté que hace años estuve en Belén, que deposité allí las cartas a los Reyes Magos de sus padres, de mis sobrinos. Y que sus Majestades de Oriente respondieron a las misivas.

También les conté que una madrugada del seis de enero, vi cómo un Rey Mago, salía deprisa por la ventana del salón de aquella casa madrileña del séptimo piso. Mis nietos me miraban embelesados. Claro que vi a ese Mago de Oriente con su vistoso traje, con una capa dorada y una enorme barba blanca. Y comprobé que se habían comido los tres polvorones y habían bebido las tres copas de coñac para combatir el frío de enero en Madrid.

Adelantamos el paso de los tres Reyes Magos en el precioso belén que ha realizado Montse. Porque, ya se sabe, se acerca el día cinco de enero. Pero el pequeño Quim derribaba entre sus manos a los cisnes del río, los patos que van por libre, pastores solitarios que perdieron sus ovejas, provocando la caída de las mujeres que lavan la ropa en esas orillas de papel de aluminio. Un caos generalizado. Gaspar se cayó del camello, el de Melchor tuvo un incidente, y Baltasar se mantuvo, como pudo, sobre su figurita animal andante.

No pudimos con las doce uvas. La risa nos atragantó cualquier deseo de seguir las tradiciones. Imposible. Tachín-tachín-tachín. Mis pequeños son seres especiales. Y caímos rendidos los tres, enredados entre besos y achuchones. Cuánta felicidad anímica para despedir un año extraño y maldito.

Mientras contemplaba la alegría de mis pequeños, sumando a Biel, otro de mis nietos, de los hombres más importantes de mi vida, la mirada quedó nublada, la garganta, atrapada. Hace unos años viajaba a Palestina para participar en las celebraciones navideñas, con la Plataforma de Mujeres Artistas por la Paz y contra la Violencia de Género. 

Viajar a estos Territorios Ocupados por Israel es imprescindible para entender un conflicto que nació, creció y se ha desarrollado impunemente desde los gobiernos israelíes, desde el poder sionista. Y todo sucedió desde 1948, prolongándose en décadas con la ocupación del territorio palestino, de sus huertos, de sus cultivos, acuíferos, de sus casas, de sus vidas. Con la intromisión de los colonos sionistas, implantando asentamientos declarados ilegales por la ONU. Pero la comunidad internacional nunca ha dicho nada.

Son más de 20.000 personas asesinadas, de las que un gravísimo porcentaje son niños y niñas, mujeres, civiles, mientras que representantes del gobierno de Netanyahu, además, han reconocido que los menores y las mujeres son objetivo de muerte, son semillas y difusores del terrorismo. Es el maldito exterminio de un pueblo. La comunidad internacional sigue en silencio, marcando una complicidad inadmisible.

Cerramos un año 2023 de guerras y muerte, demasiadas muertes de inocentes. Arranca 2024, un año ante el que mantendremos la esperanza, un deseo cada vez más frágil, volátil, inestable. Hay un exceso de cansancio y desasosiego en el aire que respiramos. 

El mundo sigue girando, aparentemente ajeno a la destrucción que se avecina. Los señores que dirigen el rumbo de este planeta no van a permitir que las personas sean felices y que habiten este mundo en paz, estima, solidaridad y justicia. Los Derechos Humanos son un papel mojado. Nos estamos matando y destruyendo de la mano de un despotismo que está arrasando en cada vez más países… En Argentina, la vida se está haciendo injustamente dura. En este país, estamos sufriendo la misma ruta. La derecha y su ultraderecha han impuesto nuevas reglas de convivencia política, unas formas que están crispando e inoculando el preciso veneno para destruir el sistema, para confrontar la sociedad. Está pasando en este pequeño país mediterráneo, en nuestras ciudades y pueblos. 

La sinrazón gobierna en demasiados municipios. El populismo y la prepotencia ya reside en muchas casas consistoriales. La derecha y su ultraderecha han arrebatado gobiernos de mayoría de izquierdas con pactos perversos, maquiavélicos, mientras se rasgan las vestiduras atacando, por ejemplo, el nuevo Ayuntamiento de Pamplona. A dios rogando y con el mazo dando, porque la derecha y su ultraderecha, de la mano de grupos “independientes”, interesados y poco ilustrados, se han hecho con las alcaldías de unos cuantos municipios de mayoría electoral progresista.

Les deseo lo mejor para 2024. Que sea tiempo de esperanza colectiva, de salud y bienestar. Que sean tiempos para la paz mundial, para que Gaza y Cisjordania puedan respirar libres. Que sea un año sin violencia, de diálogo, de convivencia y de encuentros. Las palabras deben prevalecer frente a los  tanques y la muerte en absurdas guerras. La vida de las personas, su felicidad y sus sueños son, sin duda, lo más importante de este maldito mundo. 

He despertado este uno de enero, mirando a mis nietos, dormidos, pensando que quiero para ellos el mejor de los futuros. Por ellos, por todas las niñas y niños, hay que seguir gritando y luchando. Basta ya.

Buena semana. Buena suerte.

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