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PSICOLOGÍA COTIDIANA  / OPINIÓN

Enfermedad mental en tiempos de coronavirus

2/04/2021 - 

MURCIA. Muchas veces nos hemos planteado cómo explicar la situación que estamos viviendo a los que todavía son pequeños y comienzan ahora a tomar conciencia de su propia existencia, o incluso a nuestros mayores que han vivido tiempos peores o mejores, e intentan comprender cómo el tiempo ha cambiado la percepción que tenían del mundo. Si incluso a nosotros a veces nos resulta difícil de creer, de comprender algo que cuanto menos se nos antoja surrealista, ¿cómo podemos explicarlo a una persona con una visión distorsionada o alejada de la realidad? ¿Cómo podemos asegurarnos de que tomarán alguna conciencia de la situación? Ésta es una de las arduas tareas a las que nos enfrentamos día a día los que tenemos a un ser querido, cercano, con un trastorno mental, en estado de progresivo deterioro. Conviene recordar, que no toda persona diagnosticada de trastorno mental es capaz de manejarlo de la misma manera y ello repercute en su salud, tanto física como mental.

Pongámonos en la situación de quienes conviven con una persona con un trastorno mental, en la que predomina la enajenación de la realidad y el aislamiento. Probablemente sea esta persona la que menos advierta los cambios que ha habido a su alrededor, aunque eso no quiere decir que no tenga ninguna influencia sobre ella. Y no digamos sobre los convivientes, pues sobre ellos y ellas, probablemente, recaiga la carga más pesada. Tal vez, encontraron fuera de casa aquel apoyo que tanto necesitaban, y que ahora se ven en un dilema por no llevar el virus a casa y empeorar la salud de una persona que ya de por sí se siente incapaz de cuidarse cada día.

Las nuevas tecnologías nos han acercado un poco más a las personas que tenemos lejos, que nos recuerdan que no se han olvidado de nosotros y que en cuanto les sea posible vendrán a rescatarnos del agujero en el que nos sumerge la enfermedad mental. Sin embargo, nada se iguala al contacto cara a cara, ni al calor de un abrazo. Confiar en una recompensa sin fecha marcada, que se demora, puede hacer que la espera y la incertidumbre no dejen escoger el momento de separación, abocándonos también al aislamiento y la desconexión.

Es necesario un apoyo real que amortigüe estas emociones que seguirán persistiendo, perjudicando la salud mental y facilitando el desarrollo de trastornos a los que se está predispuesto, porque más importante es la percepción de soledad de una persona que la compañía de otro ser humano en sí misma. Y, aunque en estos tiempos se nos dificulte el intercambio de recursos, desde las distintas vías de actuación disponibles se debería poner énfasis, ahora más que nunca, en la provisión del apoyo para estas personas, porque resultará un importante factor de protección para la salud mental de todos. 

Noelia Lucía Martínez Rives

Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia

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