MADRID. La cepa más antigua de 'Yersinia pestis', la bacteria que causó la peste negra, que podría haber matado a la mitad de la población europea en el siglo XIII, se ha encontrado en los restos de un cazador-recolector de hace 5.000 años. Un análisis genético, publicado en la revista 'Cell Reports', revela que esta antigua cepa era probablemente menos contagiosa y no tan mortal como su versión medieval.
"Lo más sorprendente es que podemos retrasar la aparición de 'Y. pestis' 2.000 años más de lo que sugerían los estudios publicados anteriormente --afirma el autor principal, Ben Krause-Kyora, director del Laboratorio de ADNa de la Universidad de Kiel (Alemania)--. Parece que estamos realmente cerca del origen de la bacteria".
El cazador-recolector portador de la peste era un hombre de entre 20 y 30 años llamado "RV 2039". Era una de las dos personas cuyos esqueletos se excavaron a finales del siglo XIX en una región llamada Rinnukalns, en la actual Letonia.
Poco después, los restos de ambos desaparecieron hasta 2011, cuando reaparecieron como parte de la colección del antropólogo alemán Rudolph Virchow. Tras este redescubrimiento, se descubrieron otros dos enterramientos en el lugar para un total de cuatro especímenes, probablemente del mismo grupo de cazadores-pescadores-recolectores.
Krause-Kyora y su equipo utilizaron muestras de los dientes y los huesos de los cuatro cazadores-recolectores para secuenciar sus genomas y luego los analizaron en busca de patógenos bacterianos y virales. Se sorprendieron al encontrar evidencias de 'Y. pestis' en la RV 2039, y tras reconstruir el genoma de la bacteria y compararlo con otras cepas antiguas, los investigadores determinaron que la 'Y. pestis' que portaba la RV 2039 era efectivamente la cepa más antigua jamás descubierta.
Probablemente formaba parte de un linaje que surgió hace unos 7.000 años, sólo unos cientos de años después de que la 'Y. pestis' se separara de su predecesora, 'Yersinia pseudotuberculosis'. "Lo sorprendente es que ya vemos en esta cepa temprana más o menos el conjunto genético completo de 'Y. pestis', y sólo faltan unos pocos genes. Pero incluso un pequeño cambio en la configuración genética puede tener una influencia dramática en la virulencia", señala Krause-Kyora.
En particular, a esta antigua cepa le faltaba un elemento crucial: el gen que permitía a las pulgas actuar como vectores para propagar la peste. Este gen era el responsable de la transmisión eficaz de la bacteria a los huéspedes humanos, lo que dio lugar a la aparición de los infames y grotescos bubones llenos de pus en los enfermos asociados a la peste bubónica medieval.
La transmisión basada en las pulgas también requería la muerte del huésped humano, lo que significa que la aparición del gen podría haber impulsado la evolución de una enfermedad más mortal. Desde el RV 2039, es probable que 'Y. pestis' tardara más de mil años en adquirir todas las mutaciones necesarias para la transmisión basada en las pulgas. Y no está claro hasta qué punto RV 2039 experimentó los efectos de la peste. Se encontró 'Y. pestis' en su torrente sanguíneo, lo que significa que lo más probable es que muriera a causa de la infección bacteriana, aunque los investigadores creen que el curso de la enfermedad podría haber sido bastante lento.
Observaron que tenía un alto número de bacterias en el torrente sanguíneo en el momento de su muerte, y en estudios anteriores sobre roedores, una alta carga bacteriana de 'Y. pestis' se ha asociado con infecciones menos agresivas. Además, las personas cerca de las que fue enterrado no estaban infectadas y el RV 2039 fue cuidadosamente enterrado en su tumba, lo que, según los autores, también hace menos probable una versión respiratoria altamente contagiosa de la peste.
En cambio, esta cepa de 5.000 años de antigüedad probablemente se transmitió directamente a través de la mordedura de un roedor infectado y probablemente no se propagó más allá de la persona infectada.
"Los casos aislados de transmisión de animales a personas podrían explicar los diferentes entornos sociales en los que se descubren estos antiguos enfermos --apunta Krause-Kyora--. Lo vemos en sociedades de pastores en la estepa, de cazadores-recolectores que se dedican a la pesca y en comunidades de agricultores: entornos sociales totalmente diferentes pero siempre con aparición espontánea de casos de 'Y. pestis'".
Estas conclusiones -que la forma primitiva de 'Y. pestis' era probablemente una enfermedad de evolución lenta y poco transmisible- cuestionan muchas teorías sobre el desarrollo de la civilización humana en Europa y Asia.
Por ejemplo, algunos historiadores han sugerido que las enfermedades infecciosas como la 'Y. pestis' evolucionaron sobre todo en megalópolis de más de 10.000 personas cerca del Mar Negro. Sin embargo, hace 5.000 años -la edad de la cepa RV 2039- fue mucho antes de la formación de grandes ciudades. En cambio, la agricultura apenas comenzaba a aparecer en Europa Central, y las poblaciones eran mucho más escasas.
Esta cronología, además de la naturaleza menos contagiosa y mortal de esta primera cepa de 'Y. pestis', también contradice la hipótesis de que la 'Y. pestis' provocó el gran descenso de la población en Europa Occidental a finales del Neolítico.
Los autores afirman que el examen de la historia de la 'Y. pestis' también podría arrojar luz sobre la historia genómica humana. "Los diferentes patógenos y el genoma humano siempre han evolucionado juntos.
Sabemos que la 'Y. pestis' probablemente mató a la mitad de la población europea en un corto período de tiempo, por lo que debería tener un gran impacto en el genoma humano", apunta Krause-Kyora.
"Pero incluso antes de eso, observamos una importante renovación de nuestros genes inmunitarios al final del Neolítico, y podría ser que también estuviéramos asistiendo a un cambio significativo en el panorama de los patógenos en esa época", concluye.