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Elvira, Olona y la anticiencia

15/10/2022 - 

CARTAGENA. "Olona, la Universidad y el circo". Tal es el título del artículo publicado por Elvira Medina, profesora de la Facultad de Trabajo Social, para oponerse a que la abogada del Estado impartiese su conferencia en la Universidad de Murcia (UM). Puesto que acaso sea la candidata de Podemos a la Alcaldía de Murcia, sus palabras merecen más atención que el ya comentado coro de detractores de Olona.

La más sustanciosa tesis de Elvira era que las ideas anticientíficas, representadas por Olona, deberían quedar excluidas de las universidades. No se oponía a la libertad de expresión, sino solo a difundir tesis anticientíficas. Aparentemente muy sensata, esa idea se complica cuando uno se interesa por la historia de los censores de las ciencias. Lo tradicional es remontarse al conflicto de Galileo con la Inquisición. Lo curioso es que, en aquel tiempo, llevarle la contraria a Aristóteles era anticientífico, justo lo opuesto de lo actual. Menos comentado suele ser que, en el siglo pasado, los más firmes perseguidores de doctrinas supuestamente anticientíficas fueron los nazis y los bolcheviques. O, si se quiere, los fascistas y los comunistas. Detalle comprometedor: entre las teorías perseguidas figuraban varias consideradas hoy plenamente científicas. Hay ejemplos.

"no es lo mismo equivocarse que negar la ciencia y apuntarse a la irracionalidad"

Por tratarse de un físico de ascendencia judía, en la Alemania de Hitler se publicó un libro, Cien autores contra Einstein, en el que se arremetía contra la teoría de la relatividad. Su autor solo respondió "¿Por qué cien? Con uno que hubiese llevado razón habría bastado". Vencidos los nazis, en la Rusia de Stalin la mayoría de los genetistas, con Vavilov a la cabeza, acabaron en la cárcel o en Siberia porque, según los bolcheviques, la Genética Mendeliana era una pseudociencia burguesa y reaccionaria. Y tampoco corrieron mejor destino los judíos soviéticos, empezando por Trotsky, que no en vano, según Lenin, "la idea de una nacionalidad judía es definitivamente reaccionaria".

Si juntamos los casos de Galileo, Mendel y Einstein, la moraleja es que uno nunca sabe a qué carta quedarse a la hora de distinguir las ideas científicas de las anticientíficas. Solo cabe decir que no es lo mismo equivocarse que negar la ciencia y apuntarse a la irracionalidad. Erraba Linneo al pensar que las especies eran inmutables, pero no por eso dejaba de ser un gran científico. Puede que yerre Olona en algunas de sus ideas, pero eso no la convierte en una campeona de la anticiencia.

A pesar de todo, Elvira llevaba razón en que una ola de anticiencia recorre muchos departamentos universitarios. Pero no porque estén repletos de fascistas, sino de sociólogos alternativos para quienes las ciencias naturales son eurocéntricas, clasistas, machistas y racistas. ¿Quién puede negar que Newton era un poco clasista? ¿O que las ideas Darwin emitían resonancias machistas? ¿O que Galton, el promotor de la eugenesia, era bastante racista? ¿Y qué haremos con Mendel, que, además de centroeuropeo, era un monje agustino? Ante esa evidencia, bastantes humanistas exaltados proponen cancelar a muchos de los mejores científicos del pasado. En su apoyo, hordas de profesores de Ética repudian la falta de escrúpulos de los científicos, que lo mismo han fabricado bombas nucleares que motores de combustión o plantas transgénicas. Aunque vayan contra las ciencias, enmudecer a esos críticos sería indeseable, pues no hay método mejor de estancar el progreso de los conocimientos que cercenar los debates sobre las ciencias naturales.

Lo más curioso de todo es que Olona no iba a hablar de nada remotamente relacionado con las ciencias naturales. Ni siquiera pretendía hablar contra la agenda 2030, ni contra la autodeterminación de género (ya lo hace Carmen Calvo). Solo quería explicar que, según sentencia del Tribunal Constitucional, los estados de alarma decretados por la epidemia de covid restringieron tanto nuestra libertad de desplazamiento que cayeron en lo inconstitucional. En ese aspecto Elvira cometió un pequeño desliz. Supuso que, aun regulados en el artículo 116 de la Constitución, Olona pretendía convencernos de que los estados de alarma, en general, eran inconstitucionales. Lo cierto es que solo aseveró que los de la epidemia lo fueron. Mientras cantábamos ¡Resistiré!, nuestro derecho a deambular había sido inconstitucionalmente coartado. Y lo sabemos gracias a Olona. O, al menos, convendría saberlo, que luego, en la campaña electoral, los competidores, como Serrano, Ballesta o Rubén Martínez, lo aprovechan todo.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

P.D. Ha fallecido Enrique Montoya, destacado sindicalista de Comisiones Obreras. Cuando ejerció de consejero regional, el Aparecido mantuvo varias negociaciones con Montoya, la principal de las cuales condujo al fructífero Pacto por la Educación. Desde el máximo respeto a su figura, le desea que descanse en paz tan honorable defensor de los profesores.

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