EL PODER Y LA PALABRA / OPINIÓN

Elogio de la diletancia

3/09/2023 - 

MURCIA. Acaban las vacaciones y con ellas esa etapa de necesario descanso reparador y, sobre todo, el disfrute de esos momentos tan personales que dedicamos a lo que más nos place. Es posible, que no sólo lo hagamos durante el verano y que hayamos conquistado y conservado espacios propios intocables durante el resto del año. Enhorabuena, si es así, pero, al menos en mi caso, hay placeres exclusivos o predominantes en esta época, como el disfrute intensivo de toda la familia, y otros, como la lectura compulsiva (empezar y acabar un libro en una sentada), que los disfruto plenamente sólo cuando es posible disponer de un tiempo sin interrupciones. El colmo del placer estival es tener, además, la fortuna de poder reflexionar sobre tu propio disfrute y después de observar y observarte, llegar a conclusiones que te ayudan a entender mejor tu deambular por esos fascinantes espacios entre el trabajo y el ocio: tu discurrir por el tiempo de vivir.

Una de mis conclusiones de estas vacaciones, que comparto gustosamente con mis lectores, es que los momentos de mayor intensidad y aprovechamiento lúdico son, precisamente, aquellos que dedicamos a los "placeres inútiles", aquellos que están más alejados de cualquier tipo de interés, aquellos que realizamos por el puro placer que experimentamos. Si, además, somos capaces de recrearnos y ser plenamente conscientes, de estar viviendo esos momentos tan especiales, es posible que nos estemos aproximando a la plenitud.

Escribo estas líneas influenciado por uno de esos sencillos y gratuitos placeres: la contemplación de la luna azul, la espectacular luna llena del pasado jueves. Pero es posible experimentar sensaciones parecidas sumergido en las refrescantes aguas del río Mundo, mientras admiras su frondoso bosque de ribera, al respirar con admiración las fragancias malvas del interminable paisaje de espliego y lavanda de Moratalla, o bien, mientras observas con un placer íntimo incomparable, a tus nietas y nieto reír a carcajadas compartiendo un juego infantil.

Entiendo que haya quienes para disfrutar de su afición necesiten competir y soliciten un arbitrio, o una valoración ajena. Comprendo a quienes precisan del estímulo y la motivación de una apuesta, aunque sea simbólica para añadir interés a una actividad; de hecho, la mayor parte de los juegos y deportes utilizan estos incentivos para la confrontación lúdica. Son respetables y divertidas todas las formas de ocio, pero debo confesarles que, personalmente, siento una especial devoción por la diletancia, manifestación extrema del disfrute más específicamente humano.

Diletante no es, para quien esto escribe, la persona incapaz de mantener su interés en alguna materia por el esfuerzo que comporta. Nada más alejado de la realidad, diletante es "quien tiene una afición por una o varias artes, o disciplinas del saber" y por extensión a cualquier ámbito del conocimiento y disfruta y se deleita con dicha afición sin enturbiar su placer con consideraciones espurias y ajenas a su propio disfrute. Es quien hace algo, por el puro placer que comporta. 

Consideración alejada de la omnipresente y contaminante ética del trabajo (productividad y competitividad), es la tendencia a recrearse con actividades cuyo significado profundo sólo lo conocemos nosotros mismos, sin necesitar que otros lo comprendan, es quien da sentido a las cosas sólo con su forma de mirarlas. Pocos, como Saramago, pueden expresar mejor la cualidad que acompaña a la diletancia y sin la cual, quizás, sea imposible alcanzar los momentos de mayor emoción estética: la contemplación. Para él "la más humana y formativa de todas las artes". ¿Quién no guarda algunos buenos recuerdos de momentos especiales de este verano? Grabados quedan en nuestra memoria afectiva para siempre.

Feliz vuelta a la actividad, queridos diletantes. Podrá haber acabado el tiempo de vacaciones, pero nadie nos podrá privar de nuestras mejores experiencias y de nuestra personal forma de disfrutar, de recordar y de recrearnos con nuestro tiempo de vivir.


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