Parece que, pasadas las elecciones catalanas, se ha recuperado el tono negociador de unos y otros. De repente, se ha desatado el frenesí del pacto y el acuerdo para renovar las instituciones. Como es habitual en estos casos ha habido tiras y aflojas y el tradicional mercadeo
MURCIA. Cuestión de tono. Lo del diapasón que ha bajado es un hecho. Lo que es inexplicable es que durante unos cuantos años por los interese de unos y otros se hayan tenido empantanadas unas cuantas instituciones que necesitaban renovar puestos. Cuando se avecinan contiendas electorales y en los últimos años ha habido unas cuantas, los partidos se olvidan de sus tareas que al fin y a la postre son necesarias para el funcionamiento del Estado. Se entregan al enfrentamiento, al insulto como si no hubiera un mañana. Marcan territorio sobre todo tipo de asuntos para afianzar los apoyos electorales.
Llegados a este punto ahora convergen y recuperan el tono. Hasta en algo que suele resultar desabrido y mediático como es el control al Gobierno se rebajan los decibelios. Y lo que resultaba imposible al final se consigue. De repente, se logran acuerdos con mayoría parlamentaria hasta ahora inverosímil. Hasta PSOE y PP se atacan educadamente de cara a la galería y en la trastienda acuerdan y pactan. Casi nos sorprendemos cuando debería ser lo habitual. La democracia y su ejercicio es hablar, pactar, negociar y acordar. Que no se les olvide porque de ello depende el futuro apoyo de los electores. Y en este minué del pacto resulta que aparece el clásico de todos estos eventos. El PNV siempre está. Hay que reconocerles la habilidad. Y hasta Unidas Podemos con la boca pequeña también se cuela y saca rédito. Y siempre quedan los descontentos que ven como no cuentan en estos acuerdos o mercadeos. ¡Esto es la política!
Efeméride desvaída. A lo mejor lo de los 40 años del 23F ha valido para recuperar ese tono. El aniversario de tan estrafalario y peligroso acontecimiento ha tenido la virtud de amansar las cuitas de unos y otros. Es cierto que el acto en cuestión tuvo una puesta en escena discreta y casi irreal. Un Jefe del Estado, el Rey Felipe VI, defendiendo y reivindicando la fortaleza y firmeza de su padre, el Rey Juan Carlos I hoy ausente del país por sus trapatiestas económicas que tanto daño hacen al actual monarca. Había dudas o hay quien se ha ocupado de las que hubiera sobre el reconocimiento del papel de Juan Carlos por parte de su hijo en tan bochornosa fecha. Y pasó lo que tenía que pasar. Reivindicación y respaldo a su gestión. El Rey Felipe VI tiene una ardua tarea por delante. Contención en la adversidad. Mientras, es curioso que algunos hoy converjan con los propios golpistas acusando al emérito de estar detrás del golpe.
Resultaba patético escuchar al representante del PNV, a la sazón Aitor Esteban, expandir sus dudas sobre la actuación de la Jefatura del Estado. En aquellos días el entonces lendakari, Carlos Garaicotxea y unos cuantos nacionalistas cruzaban la ría/frontera cargados de papeles con mucho temor por lo que pudiera ocurrir. Otros se mantuvieron en su lugar. También resulta paradójico que con el paso de esos 40 años de repente algunos se den cuenta del papel desempeñado ese día por Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado. A unos cuantos les falta un poco de memoria histórica y de generosidad. En su época ambos personajes eran considerados unos traidores por el antiguo régimen dictatorial, estamentos políticos y militares y por los adalides de una naciente democracia. Luego en el caso de Suárez sus propios compañeros de partido lo masacraron. Y es que la historia tiene estos contrasentidos. Hoy los que disfrutan de derechos y libertades en el ejercicio de su acción política no quieren acordarse de la importancia de aquellos momentos. Independentistas y nacionalistas pueden representarnos por esa herencia del pasado. Habría que convenir y reconocer que estamos aquí por aquellos hombres y momentos.
PSOE: Pedro Sánchez, el negociador. Ya acumula unas cuantas extrañas parejas. Con su socio de Gobierno, Pablo Iglesias asegura que está bien a pesar de las notorias discrepancias en asuntos de calado. Y con Pablo Casado de repente se lleva y consigue acuerdos. Casi nos habíamos olvidado que la negociación y los pactos son consustanciales a la democracia. Y claro hay que tratar bien a los socios de investidura. Llámese PNV o similares que siempre son necesarios en la aritmética parlamentaria. Su casi excepcional, por poco habitual, comparecencia en el Congreso para reconocer tímidamente que la desescalada de la primera ola de la pandemia fue demasiado rápida no le exime de responsabilidad en la gestión de la crisis sanitaria. Lo mismo ocurre con la próxima conmemoración del 8M y las discrepancias entre los distintos cargos socialistas. La utilización ideológica no debe suplantar la emergencia sanitaria. Ni Semana Santa, ni fiestas, ni manifestaciones. Y esto vale para todos. Y mientras anuncia sin concretar ayudas para empresas y autónomos por valor de 11.000 millones de euros. Los sectores afectados esperan información y que no sea un brindis al sol.
PP: Pablo Casado, institucional. Y de repente llegaron los acuerdos con su participación. Se rebajó el tono aunque se mantuvo la tensión. Los vetos cruzados propios de las negociaciones al final dan resultado. Es cierto que su alter ego, Teodoro García Egea siempre lanza las puyas correspondientes pero al mismo tiempo es quien negocia con Moncloa. Podemos no estaba en la negociación directa pero sí en el reparto final y con eso tienen que convivir. Mientras, Casado se reafirma en marcar línea con Vox y Abascal le amenaza con otra moción de censura estratégica. Si eso ocurre tendrá que reinventase en sus argumentos. Le pasó en la primera moción y le salió bien. Salvo que en Cataluña tomó el liderazgo y no le ha salido bien. Al mismo tiempo tiene que lidiar con el horizonte judicial de su partido y las invectivas de Bárcenas que ya disfrutará de permisos y sus acusaciones. La última a Esperanza Aguirre que asegura cogió un sobre con 60.000 euros para su campaña de 2007. De toda esta casuística judicial será difícil sustraerse y le tocará lidiar con ello y demostrar su liderazgo. Y de esto no puede huir. Siempre está al acecho Alberto Núñez Feijóo y a lo mejor algún tapado.
Vox: Santiago Abascal, dando espectáculo. No quedaron escarmentados con la moción de censura contra Sánchez que fue el inicio para Casado de su renacer centrista. Tras el sorparso catalán Abascal redobla la apuesta. Y dice que promoverá otra moción para que los populares se "rediman" y vuelvan al redil. Se ve como líder del centro derecha y de ahí nadie le baja. Tantas piruetas pueden dar con Vox en el suelo un tanto descalabrado. De momento intenta blandir su fuerza catalana, parece un contrasentido, quién se lo diría, como si hubiera descubierto América y hubiera llegado a la Luna o a Marte que es lo que está de moda.
Unidas Podemos: Pablo Iglesias y su fortaleza. Fortaleza y debilidad. Su asidero es el Gobierno. Más allá de esa posición el futuro se antoja complicado. Siempre quiere decir la última palabra y actuar con el gesto. Lo ha hecho en el acto institucional del 23F en el que ha mostrado simple y llanamente su falta de educación sin entrar en otras consideraciones políticas, y en todos los asuntos que le separan con Sánchez. En el caso de los pactos sobre instituciones parece que mantiene su presencia aunque de manera disimulada. No puede permitirse no estar. Y sigue a lo suyo con lo de que la “democracia no es plena”. Siempre quiere dejar patente sus raptos ideológicos y consigue el efecto contrario. Sin embargo las cuitas jurídicas le atrapan. Dese el asunto de la niñera/cargo ministerial a la financiación de la formación y los dineros de su compañero Monedero. Todo muy endogámico y doméstico.
Ciudadanos: Inés Arrimada en la desazón. La líder de Ciudadanos acusa los pactos del nuevo tono de PSOE y PP. Dice Arrimadas que se han repartido la radiotelevisión pública con sus acuerdos. Al final se han llevado el gato al agua PNV -siempre está en todos los acuerdos- y Unidas Podemos. Sus exiguos diez escaños y la ausencia de estrategia les dejan fuera de juego. Y además contradicciones entre sus gestores en la administración. La munícipe madrileña Begoña Villacís se declara contraria a las manifestaciones del 8M y el autonómico Ignacio Aguado promueve la asistencia a las convocatorias. Es decir, nervios y disparidad de criterios propiciados por la inestabilidad de la formación política.
Carolina Darias, ministra de Sanidad: "Por coherencia no ha lugar a la manifestación del 8M. La situación epidemiológica no lo permitiría". ¡Más claro, agua. Bien harían todos los gestores en ponerse de acuerdo!
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno sobre su relación con Unidas Podemos: "Nos unen más cosas de las que nos separan". ¡Todo un síntoma que haya que aclarar cómo se lleva con su socio!
Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno: "Los que tensionan la coalición son los que traicionan la palabra dada". ¡Si ya hablamos de traiciones parece que las cosas no están muy bien! ¡Un matrimonio de conveniencia con sus idas y venidas!
Santiago Abascal, presidente de Vox: "Podría presentar otra moción de censura para que algunos diputados puedan redimirse de su gigantesca responsabilidad ante los españoles". ¡Qué intensidad. Debería frenar un poquito. ¡Corre el riesgo de patinar!
Felipe González, expresidente del Gobierno: "Vox puede ser efímero o no tener techo". ¡Diagnóstico de la experiencia y aviso a navegantes!
Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid: "Bárcenas me quiere empitonar porque soy la medalla de oro del caso". ¡Aguirre no se resiste ante un titular aunque sea negativo!
José Antonio Zarzalejos, escritor y periodista, autor de Felipe VI, un Rey en la adversidad: "El Rey está de remontada a pesar de los riesgos” ¡El monarca se tiene que ganar el puesto día a día. Y las circunstancias no son fáciles!