CARTAGENA. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) ha sido del 0,6% en el último trimestre y del 2,5% en el último año. Toda vez que se trata de unos índices mayores que los previstos y superiores a los de la Unión Europea (UE), se ha desatado una ola de triunfalismo gubernamental. Sin embargo, carece por completo de fundamento. En realidad, esa apariencia de prosperidad se debe a que se adoptan como referencia los valores económicos derivados de la crisis de la covid, cuando se produjo una fuerte retracción de la economía española. Un ejemplo: si parto de un nivel 100 y bajo a 80 para luego subir a 90 no puedo decir que voy muy bien porque he mejorado 10 puntos; en realidad, he bajado 10 puntos porque ni siquiera he llegado a recuperar los 20 que bajé. Lo cierto es que España se ha limitado a recuperar el nivel de PIB previo a la pandemia.
Vamos mal y los diagnósticos son todavía peores si analizamos el origen del rebote económico. Los datos no engañan: el crecimiento en 2023 se debió esencialmente a un desbordado gasto público que no estaba sustentado en la economía productiva. El truco: un incremento considerable de la deuda pública. Además, ese gasto público no ha ido destinado a inversiones, sino a subir las pensiones y los sueldos, lo que ha permitido el incremento del consumo familiar. En resumen, no estamos produciendo bienes, sino consumiendo de prestado con el Estado como mediador del trampantojo. De hecho, en ese período se han reducido las inversiones y la exportación de bienes. Solo los ingresos por turismo han crecido verdaderamente.
"la renta per cápita española está estancada desde hace dos décadas"
Hay que insistir: a partir de 1995 la economía española creció en valores reales, pero la crisis inmobiliaria detuvo esa positiva evolución. Los datos no engañan: la renta per cápita española está estancada desde hace dos décadas y la productividad global ha disminuido un 7,3%. La previsión del OCDE es que España pasará del puesto 24 al 34 del mundo en poder adquisitivo familiar, quedando por detrás incluso de Portugal y Grecia. Y el aumento del empleo se ha debido en buena medida al falseamiento de los datos por el nuevo modo de medir los parados y a la contratación masiva de empleados públicos.
Ahora el 37% de los trabajadores sostiene a una legión de subsidiados, pensionistas y funcionarios, lo que acarrea una presión fiscal fuerte sobre los trabajadores y los autónomos, que no sobre las empresas transnacionales y los bancos, cuyos beneficios se han disparado en 2023. Los únicos ingresos protegidos y estables ahora son los de los pensionistas y los funcionarios, lo que es positivo, pero insuficiente. Hay que mejorar los salarios de los trabajadores por cuenta ajena y los ingresos de los pequeños autónomos. De lo contrario iremos hacia una España empobrecida, improductiva, subsidiada, endeudada y desigual. De hecho, el índice de desigualdad ha crecido con el Gobierno socialcomunista. Se trata de autentica paradoja, pero fácilmente explicable: la pandemia perjudicó económicamente mucho más a los pobres que a los ricos. El presidente de la patronal, Garamendi, ha pedido que dejemos de hablar de ricos y pobres, pero lo cierto es que los ricos se han vuelto más ricos y los pobres no han dejado de serlo en los últimos cinco años.
Nuestros únicos factores competitivos son la agricultura y el turismo, pero ambos se ven sometidos al acoso de los sectores ecologistas radicales. Y ambos son sensibles a la escasez de agua derivada de la falta de inversión en infraestructuras hidráulicas y la fragmentación de las redes impulsada por los separatistas.
"la economía española no va bien por más que nos engañemos con el placebo del endeudamiento"
En ese contexto, son un escándalo las constantes agresiones a la agricultura española y en particular a la murciana, así como las pegas al aumento de la oferta de agua, y en particular la infrautilización de la desaladora de Cartagena. Hay que avisarlo: la economía española no va bien por más que nos engañemos con el placebo del endeudamiento. Es preciso impulsar un cambio de modelo productivo, sin abandonar nuestros únicos sectores ahora viables, que son, repito, la agricultura y el turismo. Se impone reindustrializar España, combatir la deslocalización de nuestras empresas, aumentar la productividad y disminuir el rampante absentismo laboral. Es una auténtica vergüenza que los funcionarios se quejen de que se haya eliminado el requisito de la cita previa, lo que les daba una coartada para restringir la atención a los ciudadanos. Y es otra vergüenza que sigamos sin invertir en Investigación y Desarrollo, fuentes a largo plazo de la innovación y la competitividad. Digan lo que digan los voceros del Régimen, las perspectivas de la economía española no invitan a la autocomplacencia. Es preciso un cambio de rumbo, que debe empezar por dejar de mentir a los ciudadanos.