MURCIA. Hasta hoy pertenecía al club de las malas madres, el único club del mundo en el que entras sin solicitud de ingreso. Desde el momento del expulsivo perteneces por derecho propio, aunque seas perfecta: por darle a tu bebé biberón, no soportar bajar al parque, olvidar la ropa de cambio, salir a tomar una cerveza con unas amigas, incorporarte al trabajo, dejarlo con los abuelos un fin de semana y un largo etcétera. Da igual lo que hagas, estás dentro y es una secta. Cuando te vienes a dar cuenta estas abducida, no eres dueña de tu voluntad, sólo estas a merced de los deseos de tu hijo y de la presión social y lo asumes como algo natural. Ve diciéndole adiós a esa persona que solías ser. Ahora eres mala madre.
Malasmadres, este movimiento altruista que se ha terminado materializando en una empresa (al final, como Pablo Iglesias, mucho idealismo pero la perspectiva de hacer caja tira más), se define como una comunidad emocional. Entonces ¿qué pasa con el poder de las palabras? ¿por qué para ser nosotras, el peaje que tenemos que pagar es que nos etiqueten como mala madre? Mala madre frente a qué o contra qué.
Lo que estamos comparando son madres de hoy con madres de los setenta, que es como comparar un Atari con una PlayStation5 ¿no? Estaremos todos de acuerdo que la Play con respecto a la videoconsola de nuestra infancia aporta una calidad en los gráficos, gigas de memoria o velocidad de procesamiento entre otras cosas, incontestable y no por ello pensamos que es una mala consola porque los niños estén cinco horas delante de ella frente a los treinta minutos que estábamos nosotros porque te desesperabas. Nosotras luchamos contra un estereotipo de la dictadura, de una mujer que ya no existe y cuando lo hace es por una decisión personal o familiar.
Aquellas madres se dedicaban en exclusiva en cuerpo y alma a la familia porque ese era el statu quo. Esas eran sus obligaciones y, en la mayoría de ocasiones, aquella era su máxima aspiración y eran felices. Ahora no, ahora nos han dado una formación cualificada, somos parte activa de la sociedad con las obligaciones que ello conlleva, también en aportación al PIB, así que queremos ser y tener una vida propia, no vivirla a través de nuestros hijos. Sin embargo, desde el momento del alumbramiento nos convertimos en caracoles, con la casa de la culpa a cuestas allí donde vayamos.
Así que nunca más mala madre. Repite conmigo: soy una nueva madre, soy una nueva madre, soy una nueva madre. Y no dejes de repetírtelo todos los días y en todos los momentos en los que venga a tu corazón el mínimo atisbo de cargo de conciencia.
Este es el nuevo statu quo y estas somos las nuevas madres. Intentamos, al igual que cualquier otro, dar nuestra mejor versión en cada momento y situación. Somos profesionales y madres, ¡por supuesto! Nos gusta irnos de cañas y de comida con las amigas, irnos de tiendas solas sin mochilas, nos gusta vernos bien. Nos gusta trabajar y que cuenten con nosotras para una promoción dentro de la empresa. Nos gusta irnos a correr o jugar al pádel. También nos gusta no hacer nada (aunque luchemos contra natura).
Me doy por satisfecha si hoy he removido alguna conciencia y he sembrado una semillita en la cabeza de algunas madres, sobre todo de las nóveles. Yo hubiera agradecido este consejo cuando me tocó. Hubiera ganado años de vida. Mi vida.
Gracias por su lectura.