CARTAGENA. No aprueba el Tibio las propuestas de Fernando Valladares, investigador del CSIC. Según él, hay que reducir el horario laboral a la mitad. Nada de cuatro días a la semana, sino 17 horas. En misma línea que la ministra de Trabajo, pero exagerando un poquito.
Ese investigador también dice que hay que reducir el consumo de agua a la mitad. Y, claro, eso acarrearía eliminar la agricultura de regadío en buena parte de España, empezando por Murcia y Almería. Una vez logrado ese loable objetivo, los precios de los alimentos subirían hasta niveles prohibitivos, la economía se derrumbaría y todos nos haríamos todavía más pobres. Y eso sería incompatible con la subida salarial que piden los sindicatos, cosa que no ignora Valladares. Por eso predica que hay que ganar <<lo justo para vivir>>. Los sindicatos piden elevar los salarios y Valladares se muestra como un antisindical total.
El error garrafal que cometen los partidarios de decrecer por motivos ecológicos es creer que pueden elegir en qué decrecer y en qué no. Es posible que viviésemos casi igual de bien consumiendo menos carne y usando un poco menos los automóviles, pero, si la economía decreciese, inevitablemente también reduciríamos otros muchos consumos. Con la agricultura y la ganadería bajaría el número de médicos, de profesores y de investigadores. Y, por supuesto, se reducirían los salarios y las pensiones. Y los subsidios de desempleo. En resumen, reduciendo el gasto de agua y el trabajo a la mitad también se iría al carallo nuestro amado Estado del bienestar. El rojo chillón no liga con el verde intenso.
Visto que, en respuesta a la sequía, Valladares y sus aliados defienden reducir el consumo de agua, se pregunta el Tibio si los actuales líderes de la izquierda ignoran que los planes hidráulicos no los inventó Franco, sino los republicanos. El primer plan de pantanos y regadíos de España, asociado al nombre de Rafael Gasset, data de 1903. En 1933, en plena república, bajo la dirección del socialista Indalecio Prieto, se hizo el Plan Nacional de Obras Hidráulicas. A su amparo se construyeron ocho pantanos. En aquella etapa decía Indalecio que no podía ser socialista quien no defendiese las obras hidráulicas y los trasvases, pues distribuir el agua disponible resultaba imprescindible para asegurar la igualdad de los trabajadores de toda España. Y llevaba razón. El hecho de que durante el franquismo se construyesen más de quinientos embalses no debería inducir a los socialistas a renunciar al copyright. La idea fue suya. Y acertaban.
Se ufanan nuestros gobernantes de haber sacado la tumba de Franco de la capilla del Valle de los Caídos. Sin embargo, cuando unos periodistas yanquis, tras la visita del presidente Nixon, le preguntaron cuál iba a ser su legado más notable, un ya anciano Franco les respondió que no era la gran cruz del Valle, sino la clase media. En efecto, durante su larga dictadura, a partir del Plan de Estabilización de 1959, había emergido una clase media antes inexistente en España. Y esa clase media se convirtió en el principal soporte de la democracia parlamentaria que salió de la Transición. Sin embargo, de la mano de Valladares, ahora se pretende no solo resignificar Cuelgamuros, sino acabar con esa maldita clase media. Empezando por su manía de consumir agua y generar riqueza. En eso estamos.
Es notable cómo, a veces, la permanencia de las siglas enmascara la alteración radical de los programas. Y no me refiero al famoso OTAN, de entrada, no. Hablo más bien del agua, cuya necesidad se hace más perentoria con el cambio climático y las consiguientes sequías. Lo sensato sería incrementar las fuentes del líquido elemento, pero autores como Valladares sugieren justo lo contrario: como va a haber menos agua, no hagamos nada para aumentar el suministro, sino reduzcamos el consumo. A la misma conclusión han llegado los socialistas actuales tras una larga evolución cuyo punto de partida era diametralmente opuesto.
Las siglas socialistas han amparado sucesivamente los planes hidrológicos nacionales con Prieto, la derogación de esos planes y el impulso a las desaladoras con Zapatero y Cristina Narbona y, finalmente, la reducción del consumo de agua con Teresa Ribera y Fernando Valladares. Y luego nos llaman tránsfugas a los que mantenemos las mismas ideas en pro de los trabajadores: no al decrecimiento, no a reducir el consumo de agua y sí a los planes hidrológicos y los trasvases. En eso, el Tibio está con los socialistas de la República. En el desprecio de Largo Caballero a la democracia burguesa, no.
PD. Pregunta para nota: ¿Por qué los dirigentes socialistas y Elisa Beni han arremetido contra la cena de los fiscales con Feijóo si antes también habían cenado con Iceta, del PSC, y con Bal, de CS? ¿Pueden cenar los fiscales con los políticos de diversas orientaciones, excepto con los del PP? ¿Atentó Iceta contra la democracia al cenar con los fiscales?