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EL EUROCRISTIANO TIBIO / OPINIÓN

Agua: la solución Valladares

Foto: JAVIER CARRIÓN (EP)
29/04/2023 - 

CARTAGENA. A estas alturas del curso muchos científicos admiten que está produciéndose un cambio climático global. La idea no es nueva. Ya en 1864 el influyente botánico inglés Joseph Dalton Hooker fundó el Club X (lo de X no venía de diez, sino de que no seguían ninguna ideología política determinada y, por tanto, esa faceta era una incógnita). Quería impulsar la creación de puestos de trabajos para naturalistas, un anticipo de lo que hoy es la profesión científica. Los nueve miembros de ese club eran destacados científicos, de diversas especialidades. 

Uno de ellos era el físico irlandés John Tyndall, famoso por sus estudios sobre los coloides y por haber demostrado, como el francés Pasteur, que la teoría de la generación espontánea de los seres vivos era falsa. Todos los organismos provenían de organismos anteriores y la única forma de generar nuevos seres vivos era la biogénesis, una genuina reproducción puesto que los descendientes solían ser muy similares a sus progenitores. Intrigado por los cambios climáticos durante la previa era glacial, estudió por qué se habían derretido los hielos. El motivo obvio era que había subido la temperatura media de la atmósfera de nuestro planeta. Pero ¿por qué? 

"Puesto que va a faltar agua, empleemos nuestra ciencia y nuestra tecnología para aprovecharla al máximo"

En 1859 (el mismo año que Darwin publicó El Origen de las Especies) descubrió que ciertos gases, como el vapor de agua, el metano y el dióxido de carbono, absorbían las radiaciones infrarrojas. Ahora bien, esas radiaciones, que el ojo humano no capta, eran emitidas por la superficie terrestre y se perdían en el espacio exterior. De ese modo, la temperatura no subía continuamente a causa de su permanente exposición a los rayos del Sol. Entonces dedujo que la radiación infrarroja quedaría retenida a medida que la atmósfera acumulase esos gases. Y predijo que la revolución industrial en marcha, que expulsaba ingentes cantidades de dióxido de carbono derivado de la combustión de carbón y petróleo, provocaría un calentamiento global. Aunque esa tesis admite muchos matices, algo de cierto hay en ella. En cualquier caso, es innegable que nuestro planeta está calentándose. Y nos lo tememos desde 1859.

Bien. Aceptada esa premisa lo siguiente es preguntarse qué consecuencias tendrá para nosotros. A riesgo de parecer tonto, me atreveré a decir que, si el aumento no sobrepasa los cinco grados, no afectará a nuestra salud. Somos una especie tropical, mejor adaptada a pasar mucho calor que a pasar mucho frio. De hecho, por eso carecemos del denso pelaje de los demás mamíferos y disponemos de un eficaz sistema sudorífero. Sobre todo, nuestro potente cerebro y nuestra extrema capacidad de colaborar nos han permitido elaborar una cultura y una ciencia que pueden ayudarnos a sobrellevar el calor. Desde un simple paraguas o una estera húmeda a recintos bioclimáticos podemos librarnos de las insolaciones. Y no se dejen intimidar por los que le hablen del número de muertes por calor. Mucha más gente muere en las estaciones frías, en las cuales varias enfermedades contagiosas prosperan. La reciente epidemia de covid ha vuelto a demostrarlo: las defunciones caían en verano porque los rayos ultravioletas se cargaban las partículas virales.

El verdadero problema es el agua. Habrá más sequías y nos faltará agua para regar, para las producciones industriales, para la ganadería y el turismo. Una posible solución es liarnos a hacer embalses, pantanos, trasvases, depuradoras y desaladoras. Y además rehabilitar las tuberías, por las que se pierde un porcentaje apreciable de caudal. Puesto que va a faltar agua, empleemos nuestra ciencia y nuestra tecnología para aprovecharla al máximo. En suma, que la falta de agua no provoque una crisis económica duradera. El Tibio apuesta por esa opción. La llaman tecnoptimismo, de optimismo tecnológico.

Fernando Valladares es investigador del CSIC. Foto: UNIVERSIDAD VALENCIA

La otra opción es la que, con envidiable claridad, ha expuesto Fernando Valladares. Gracias a Hooker, se ha ganado la vida como investigador del CSIC. Sabe mucho y lleva treinta años hablando del cambio climático. Tras meditarla durante tres décadas, su solución a la falta de agua es muy sencilla: cambiar el sistema socioeconómico para consumir la mitad de agua. Y, como una cosa lleva a la otra, reduzcamos a la mitad las horas de trabajo. Ahora se está negociando en nuestra región las 35 horas semanales para los funcionarios. Error. Eso gastaría mucha agua. Hay que trabajar 17 horas. Y, claro, <<ganar lo justo para vivir>>. Según Valladares, así seremos más felices. Sin problema. Pero, si redujésemos el consumo de agua y las horas de trabajo a la mitad, ¿qué ocurriría con las pensiones? ¿Y con los hospitales? ¿Y con los sueldos? En el próximo capítulo el Tibio detallará las respuestas.

PD. En España hay cuatro parajes singulares con problemas: el Mar Menor, el Coto de Doñana, las Tablas de Daimiel y la Albufera de Valencia. Pregunta para nota: ¿por qué solo se habla de los dos primeros?

 

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