MURCIA. Algunos amigos que se presentan a alcalde o concejal en las próximas elecciones municipales, y que saben de mi trabajo en el ámbito de la innovación, me han pedido ideas para el desarrollo de sus territorios a incluir en sus programas electorales. Y me he puesto a estudiar y repensar sobre este tema que tenía aparcado desde que organizamos en 2015 el Congreso Compromiso con la Innovación en la Región de Murcia y en el que debatimos sobre territorios innovadores.
En primer lugar, me gustaría recordar que las políticas de desarrollo local buscan fomentar la actividad económica y el empleo y mejorar de la calidad de vida y el bienestar de los vecinos. Para ello cuentan con sus recursos endógenos, obviamente distintos en cada municipio. De lo que se deduce que hay que conocer cuáles son estas capacidades y qué potencialidades tienen. Y este análisis ha de hacerse sin complejos, sin minusvalorar nuestras capacidades frente a las de otros. Además, este ejercicio de introspección ha de servir también para poner en valor el factor humano de identidad y pertenencia a un territorio, puesto que son las personas que conviven en dicho municipio las que habrán de "tirar del carro" de los planes de actuación.
Estas políticas arrancan en los años ochenta con la creación de los polígonos industriales y han ido incorporando otras actuaciones como la formación para el empleo, la recalificación profesional, o las incubadoras de empresas. Han sido, por así decirlo, políticas reactivas y asistencialistas, frente a las crisis que han ido surgiendo. Había que dar una respuesta a las personas sin trabajo, mediante la formación y la información de subvenciones para el fomento del trabajo autónomo o el microemprendedurismo. Y que, actualmente, dedican una parte significativa de sus recursos a la orientación y formación laboral de los colectivos con mayores dificultades de inserción laboral, lo que si bien es necesario desde un punto de vista social, sin embargo, detrae recursos hacia otras actuaciones que podrían generar mayor valor económico (no olvidemos que hay que generar riqueza para poder luego repartirla).
Sin embargo, en los últimos años, se observa una tendencia a sustituir este paradigma centrado en el empleo por otro que asume los principios de la innovación abierta y reivindica el papel de los consistorios como agentes proactivos de los ecosistemas innovadores y motores del desarrollo local. No olvidemos que los procesos innovadores se ven favorecidos exponencialmente cuando se incorporan actores diversos, formados en distintas disciplinas, pero entre los que existe un sustrato común que facilita la interacción y la confianza mutuas. De ahí la importancia del componente territorial, de la proximidad, de lo local.
Para desempañar este nuevo papel propongo a los futuros regidores municipales el siguiente decálogo que puede inspirar las actuaciones en sus consistorios:
1. Articular la 'cuádruple hélice' (administración, academia, empresas y ciudadanos) en sus territorios mediante la creación de grupos de trabajo, laboratorios de innovación, hackatones o cualquier otra fórmula que favorezca los procesos de inteligencia colectiva y la alineación de las necesidades territoriales con soluciones imaginativas.
2. Desarrollar modelos de acumulación, gestión y explotación de los datos que genere la actividad económica en su territorio. Sin estos datos no hay posibilidad de enfocar las actuaciones eficazmente. Afortunadamente hoy disponemos de herramientas tecnológicas basadas en el big data o la inteligencia artificial cada vez más potentes para acometer esta tarea.
3. Apostar por la especialización productiva basada en las capacidades endógenas, especialmente las que se derivan de las empresas que ya operan en el territorio.
4. Avanzar una estrategia local en materia fiscal y de incentivos que les permita competir con otros territorios en esta materia.
5. Contribuir a aproximar el sistema educativo local y el ecosistema productivo mediante, por ejemplo, programas formativos que incrementen el conocimiento y la sintonía de los alumnos del municipio con las empresas locales.
6. Fomentar el emprendedurismo colaborativo que permita ir un paso más allá del microemprendedurismo, por ejemplo, mediante la creación de empresas de economía social.
7. Facilitar la búsqueda de fuentes de financiación alternativas más allá de las subvenciones o los préstamos bancarios y que procuren la implicación de estos nuevos agentes en los proyectos.
8. Incrementar su proyección internacional. No sólo para atraer turistas, sino también en apoyo de los productos locales o de la atracción de talento hacia las empresas locales. La participación en proyectos financiados por la unión europea es una buena forma de comenzar esta andadura.
9. Apoyar una industria cultural local, que además de generar riqueza y empleo favorezca la ciudadanía y la convivencia como medio de potenciar las capacidades endógenas.
10. Poner la innovación y la transformación digital como un eje transversal que alcance todas las actuaciones de las distintas concejalías. Pero ojo, no vale copiar (comprar) sin más paquetes de transformación digital desarrollados para otros territorios con otras necesidades. Siempre habrá que demandar servicios y productos realizados ad hoc para nosotros, o adaptados a las singularidades locales, aunque lo fácil sea ejecutar presupuesto con lo que ya está en el mercado.
Ah, y una cuestión muy importante: todas estas actuaciones habrán de estar basadas en la cooperación público-privada como estrategia de intervención.
Por último, los regidores de los ayuntamientos habrán de poner a trabajar conjuntamente a sus concejalías en el diseño y la implementación de su propio y singular plan para el desarrollo local basado en la innovación. Resulta evidentemente que las ideas contenidas en el decálogo han de ser adaptadas a cada municipio.
Recordemos el adagio de que "no hay territorios condenados, sino territorios sin proyecto".