La mayoría de los comentaristas de la inundación valenciana han centrado su atención en los dirigentes que la gestionaron. Según el Tibio, deberían dimitir todos. El presidente regional, Mazón, porque se ha visto desbordado por los acontecimientos y minusvaloró la magnitud de la amenaza. El presidente Sánchez porque, conociendo por anticipado la gravedad de la tormenta, no adoptó una estrategia activa, sino que se limitó a esperar que el Gobierno regional le pidiese ayuda y preparó una estrategia propagandística contra el Gobierno valenciano. La diputada Vidal porque dio prioridad a nombrar los puestos en el Consejo de RTVE (cien mil eurazos de sueldo y la oportunidad de profundizar en el manejo político del ente) y lo justificó diciendo que no pagaban a los diputados para que achicasen agua. Aquí solo se salvan Feijóo, que pidió desde el primer momento que el Gobierno español pasase a dirigir la crisis, y sobre todo el rey, que pidió enviar la Guardia Real a ayudar para promover que se desplegase el ejército, declaró que todos los recursos del Estado deberían ponerse al servicio de los ciudadanos, visitó a los damnificados para trasmitirles el apoyo de España y no se escabulló a pesar de los insultos y amenazas. Como mínimo, deberían dimitir Mazón, por inepto e imprevisor, y Sánchez, por haber tratado de sacar rédito político de la tragedia en vez de dedicarse a poner al Estado al servicio de los damnificados. Dicho esto, más enjundia tienen los aspectos estructurales de la crisis, que no se pueden corregir cambiando a los dirigentes, sino cambiando las políticas de fondo. Mencionaré algunos de ellos.
- La concepción de España como un Estado plurinacional ha fracasado. Las supuestas naciones, que realmente son regiones, carecen de los recursos necesarios y de la capacidad de gobernanza suficiente para afrontar las crisis graves. Eso ha quedado patente en esta Dana. Ni con la mejor voluntad y una óptima previsión y evaluación podría el Gobierno valenciano haber actuado eficazmente en este caso. Si el Gobierno español no ha declarado la emergencia nacional ha sido precisamente por operar con un concepto plurinacional de España, una tesis por otra parte, defendida por sus socios separatistas y de extrema izquierda, adscritos unánimemente a esa superstición. Solo partiendo de la base de que España es una nación resulta fácil aceptar que las catástrofes graves que ocurran en alguna de sus regiones, o en varias a la vez, competen al gobierno nacional.
- Las Fuerzas Armadas españolas no son ninguna organización caritativa. Aun apreciando la valía de la Unidad Militar de Emergencia, es una barbaridad conferir al general que la dirige el mando sobre todo tipo de unidades militares. Esa función le corresponde al JEMAD y cualquier alternativa supone una grave violación de la organización jerárquica de nuestras Fuerzas Armadas. Todo el mundo comprende que sería desastroso encargar al jefe de la UME la dirección de las operaciones en caso de guerra, pero es igual de desastroso hacerlo en tiempo de paz cuando una crisis requiera la intervención de otras unidades militares.
- El negacionismo climático dificulta extraordinariamente prever y resolver las catástrofes naturales que, debido al aumento antropogénico de las temperaturas, se producirán cada vez con más frecuencia y mayor intensidad. Es preciso concienciar a todas las formaciones políticas de la realidad del cambio climático. Otra cosa es que difieran en cómo afrontarlo. Las formaciones de izquierda y de extrema izquierda suelen plantear políticas de decrecimiento económico, que solo los más adinerados pueden permitirse. De hecho, procuran controlar la inflación, un fenómeno que acarrea intrínsecamente una disminución del consumo. En cambio, un partido liberal podría ofrecer un programa ambiental basado en la innovación, la iniciativa empresarial y, en última instancia, la posibilidad de -enriquecerse ayudando a la sociedad.
- El ecologismo radical impide adoptar medidas preventivas de las catástrofes. La manía de no construir embalses y canales facilita las inundaciones en casos de lluvias masivas. De hecho, había un plan hidráulico para la región valenciana que lleva varios lustros sin ejecutarse a causa de la presión ecologista y de la torpeza de los anteriores presidentes valencianos. No tiene ningún sentido que, en plena riada, la preocupación de algunos dirigentes fuese cierta especie de almeja en trance de extinción. La manía de cerrar centrales nucleares impulsa el incremento de las temperaturas. La manía de ignorar las indicaciones de los ingenieros forestales y agrónomos facilita los incendios. Sin poner en duda las buenas intenciones de los ecologistas radicales, las propuestas que suelen realizar son más parte del problema que de la solución.