CARTAGENA. El pasado 22 de julio la Asamblea Regional aprobó con los votos de PP, Ciudadanos y PSOE la nueva Ley de Recuperación y Protección del Mar Menor, en la que, entre otras cuestiones, se limita la actividad agrícola a menos de 1.500 metros del límite interior de la ribera del Mar Menor.
Esta misma ley, que es la tercera en dos años, establece que en los primeros 500 metros queda prohibida la aplicación de todo tipo de fertilizantes, estiércoles o abonado en verde. A pesar de su articulado, los agricultores se hacen eco de las incoherencias prácticas y reales que esconde "esta nueva burocracia que nada bueno hace ni para el Mar Menor ni para los agricultores".
Sin embargo, la principal diana de las críticas y la culpabilidad vuelve a recaer en los agricultores, quienes denuncian que nadie ha contado con ellos para formar parte de la solución y son el "chivo expiatorio" para culpar del desastre natural de la laguna, sin tener en cuenta la multitud de factores existentes en esta ecuación sin solución.
El principal problema que existe es la incertidumbre, y esta nueva Ley lo que hace es incrementarla. En los últimos años han asociado la imagen del agricultor con las malas prácticas, y es una falsedad más del discurso que les ataca: "necesitaban un chivo expiatorio y han culpado a la agricultura, y al final ni solucionan nada ni nos ayudan, por supuesto", dice un empresario del sector.
"Los técnicos afirman que la tesis actual es errónea: se equivocan quienes dicen que la agricultura es un mal para el medioambiente y que se ha dejar el famoso kilómetro y medio para agricultura sostenible. Cuando los agricultores aún no eran objeto de crítica, no eran ese chivo expiatorio, no empleaban siquiera el 40% de los productos químicos que la ley les permitía utilizar", considera.
Si deseamos ser fieles con la verdad, el problema medioambiental viene derivado de la minería de La Unión, de las ramblas, de la agricultura de hace medio siglo, el cierre de las golas y el aumento de temperaturas. Los residuos que se generaban en las minas de La Unión en aquel entonces no se arrojaban al agua: se enterraban; y los metales pesados acaban en los acuíferos, lo que es imposible limpiar. Abriendo las golas se consigue no frenar el ciclo de corrientes que hace que las aguas del Mediterráneo ayuden a las de la laguna salada, pero permanecen cerradas.
"¿DE QUÉ SIRVE QUE EN ESTOS 1.500 METROS FAMOSOS EN TORNO AL MAR MENOR NO SE PUEDA CULTIVAR CON MATERIA ORGÁNICA SI EN TODOS LOS CULTIVOS, ECOLÓGICOS O TRADICIONALES, SE CULTIVA CON MATERIA ORGÁNICA?", DICE UN AGRICULTOR
Un agricultor de Torre Pacheco sostiene que "los residuos que acaban en el Mar Menor no entran por el campo, sino por las ramblas. En estas ramblas viene agua fecal y de lluvia (cuando llueve). En municipios como Torre Pacheco no hay una doble red de saneamiento que permita que los residuos humanos, las aguas fecales, se mezclen con la lluvia cuando llueve, por lo que la depuradora no puede albergar toda esa cantidad y se va a la rambla. El Mar Menor necesita conductividad baja, agua salina, porque ha perdido salinidad. La solución es ampliar las depuradoras".
"Los propios sedimentos generan bolsas de nitrógeno, dióxido de carbono y metano bajo los lodos en un proceso de combustión que, al salir a la superficie, elimina el oxígeno que luego acaba por matar a los peces: esto es la eutrofización. En el Mar Menor han acabado muebles, basura, residuos fecales y multitud de materias contaminantes", ha concluido el agricultor.
En la comarca del Mar Menor, concretamente en Los Alcázares, un síndico manifiesta que "realmente, esto es una reconversión encubierta. Aquí hubo una reconversión hace veinte años en la que el pequeño agricultor desapareció, porque las explotaciones había que hacerlas más grandes y la inestabilidad e inseguridad en los precios hacía que el producto fuera muy barato, y competíamos con productos extranjeros también. El pequeño y mediano agricultor desapareció, y los que aguantaron tuvieron que adaptarse para sobrevivir alquilando y explotando sus fincas".
"De tener explotaciones de cuatro o cinco hectáreas, pasamos a tenerlas de treinta, cuarenta o cincuenta fácilmente. Esta reconversión encubierta significa que las actuaciones van contra un sector económico en concreto: el agrícola", continúa.
Este agricultor pregunta indignado que "¿de qué sirve que en estos 1.500 metros famosos en torno al Mar Menor no se pueda cultivar con materia orgánica si en todos los cultivos, ecológicos o tradicionales, se cultiva con materia orgánica? Si a la planta no se le puede aplicar ni una pequeña dosis, que estructura el suelo y alimenta a la planta en tiempos de lluvia, nos condenan a tener hectáreas que no puedan criarse, lo que genera una devaluación. Se hacen leyes de espaldas al sector porque no se persigue la mejora del Mar Menor, sino criminalizar de forma ignorante e injusta".
Un agricultor jubilado asegura que "la actual ley sirve para castigar a la agricultura, y crucificando a un sector como el nuestro no se va a la raíz del problema ni se va a solucionar nada. Se van a perder cientos de explotaciones y empleos y se va a producir una devaluación del patrimonio como nunca antes se había visto".
La legislación se ha modificado tres veces en dos años, y no se ha querido afrontar los problemas urbanísticos, la ordenación territorial de la cuenca, el sellado de terreno y los problemas de los alcantarillados y las zonas de bombeo de los núcleos urbanos, que provocan filtraciones al acuífero, y con más hincapié en las localidades costeras.
"No peligra la agricultura a nivel regional: peligra la agricultura en el Campo de Cartagena y en la cuenca del Mar Menor. Este problema no se soluciona limitando cien metros, ni mil, ni quince mil. Los legisladores, los políticos, ni quieren entender la realidad ni se dejan asesorar", explica un ingeniero afincado en el Campo de Cartagena.
Un agricultor sindical habla que "desde la llegada del Trasvase, los agricultores hemos tenido vaivenes en el mercado, pero nunca nos han quitado la ilusión de trabajar, hasta que han llegado estos políticos que tenemos hoy. Ahora nos ven como unos apestados y nadie sale en nuestra defensa cuando grupos en redes sociales emprenden campañas de desprestigio contra nosotros y nuestro trabajo. Seguimos siendo la huerta de Europa: cuando todos los gobiernos europeos han mirado hacia nosotros para que a sus ciudadanos no les faltara comida, nosotros se la hemos suministrado a Europa entera".
"Nunca nos han quitado la ilusión de trabajar, hasta que han llegado estos políticos que tenemos hoy. Ahora nos ven como unos apestados y nadie sale en nuestra defensa", se lamenta un agricultor
"El Trasvase se ha visto siempre como un método para ayudar a la agricultura, pero tenemos que verlo como un freno a la desertificación de la tierra; un proceso que está arrasando miles de hectáreas desde hace décadas", destaca un empresario.
Un agricultor anciano, que continúa trabajando a pesar de su edad, declara con cierto desánimo que "aun así, sigue habiendo mucha gente que no comprende que lo que más queremos en nuestra vida después de nuestras familias es nuestras tierras, y somos los agricultores los que mejor la conocemos: ni ecologistas, ni grupos, ni políticos nos tienen que decir cómo querer a nuestra tierra".
Al fin y al cabo, los agricultores son una pieza más de este problema y, por tanto, de su solución. Han sufrido ataques desde las administraciones y desde la sociedad civil, pero, como declaran, nunca se han sentido escuchados y no esconden ni su amor por esta tierra ni su odio hacia quienes la matan.