MURCIA. Forma parte de la cultura popular decir que contar ovejas ayuda a dormir. Sin embargo, cuesta mucho encontrar a una persona que combata el insomnio con ese sistema o incluso a alguien que lo haya intentado alguna vez. Al mismo tiempo alivia saber que existen técnicas terapéuticas y de cambio de hábitos, con ayuda de fármacos y sin ellos, para conseguir conciliar el sueño.
"Pronto será posible, con el móvil o con gafas especiales, saberlo casi todo de un desconocido que encontremos por la calle"
Aunque este método no sirva para los insomnes sí es, en cambio, necesario para pastores, ganaderos y criadores el poder contar sus ovejas, así como conocer y almacenar sus datos con la mayor precisión posible. Actualmente se emplean para ello sistemas de identificación basados en la inteligencia artificial a partir de su imagen. Utilizan técnicas de reconocimiento facial basadas en sistemas similares a los que se usan para los rostros humanos. Entre sus ventajas está que no precisan de chips ni de etiquetas electrónicas ya que sus datos se obtienen a través de una cámara. Inicialmente, el programa construye una base de datos de patrones numéricos formados a partir de fotografías de unas cuantas ovejas. Ante un nuevo animal obtiene una imagen, y su correspondiente patrón, que compara con los que ya posee. El sistema decide si el animal se encuentra entre los que tiene registrados en su memoria y, si no es así, crea un patrón de la nueva oveja y lo almacena para comparaciones posteriores. Por supuesto, no se utiliza sólo para contar ovejas, sino que almacena muchos datos del rebaño de gran utilidad desde el punto de vista sanitario y de alimentación.
Estos programas comenzaron a diseñarse hace ya bastantes años para el reconocimiento facial en el ser humano. No han dejado de perfeccionarse y se han extendido ya a otros animales, como las vacas. En noviembre del año pasado, se supo que la bióloga Melanie Chapman, de la Universidad de Victoria en Canadá, había puesto en marcha un proyecto similar para los osos. La finalidad en este caso no es comercial y va dirigida a la investigación de las costumbres de esta especie y a su conservación.
Algunos ya estamos familiarizados, y también preocupados, por el empleo de los sistemas de identificación facial en humanos. Ya se usan para activar el teléfono móvil, operar en cajeros automáticos o hacer pagos. Pronto será posible, con el móvil o con gafas especiales, saberlo casi todo de un desconocido que encontremos por la calle. Pero lo que nos puede quitar el sueño es, más allá de que nos cuenten, que nuestra imagen se sume a otros datos que hemos entregado a numerosas empresas y el uso que de ellos se haga.
La explotación de los datos personales avanza velozmente. No hará falta en el futuro mirar a través de la mirilla o del videoportero para ver quién se acerca a casa o llama a la puerta. Será el portero automático quien identifique a la persona, o si fuera el caso la vaca o la oveja visitante, y nos lo anuncie. En breve entraremos en el hogar mostrando nuestro rostro a la cámara, como ya se hace con la huella dactilar. Pasaremos a disfrutar de unos porteros, aún más indiscretos y locuaces que los anteriores. Estos nuevos conserjes contarán lo que ven y oyen a nosotros, pero también a empresas que pagan para recopilar nuestros datos con fines comerciales o de otra naturaleza. Crearán así patrones de consumo u opinión igual que los pastores han empezado a crear bases de datos de sus ovejas. Así que esta tecnología no sólo no sirve para conciliar el sueño con facilidad, sino que puede que en un futuro cercano tampoco nos deje dormir.