TIEMPOS POSMODERNOS / OPINIÓN

El comercio internacional, garantía de eficiencia y bienestar

Restringir el libre comercio no es una buena idea

1/08/2023 - 

En un mundo donde las ideas simples, aunque sean falsas, triunfan, mientras que los argumentos basados en la evidencia, aunque más complejos, resultan difíciles de explicar, debido al ruido de fondo, cobra sentido que el sistema de comercio multilateral esté en peligro. En momentos de incertidumbre, los discursos populistas hablarán de proteccionismo, de levantar barreras y de poner restricciones. Intentarán, además, que sospechemos de los empresarios que han logrado el éxito gracias a estrategias de diversificación internacional. No debemos escuchar esas voces, que intentan distraernos de las fuentes de riqueza y bienestar no sólo para las sociedades, sino también para los individuos.

Nos encontramos en un momento complicado en las relaciones comerciales internacionales. Por un lado, dos de las tres principales potencias comerciales, Estados Unidos y China, se encuentran en guerra comercial, a pesar de que sus intercambios alcanzaron su valor más elevado precisamente en 2022. La tercera, la UE, apenas se había recuperado de la covid cuando se ha encontrado una guerra, de las “de verdad” a sus puertas, por la invasión de Ucrania por Rusia. Tanto la covid como la guerra en Ucrania han supuesto importantes distorsiones en el aprovisionamiento mundial de algunos productos clave y han contribuido a una espiral de subidas de precios, tanto de alimentos como de energía y materias primas. La UE es una de las áreas con mayor dependencia estratégica de algunos productos, fundamentalmente componentes químicos y electrónicos. En un trabajo reciente del Instituto CEPII francés, Vincent Vicard y Pauline Wibaux resumen la evolución de dicha dependencia, tanto en productos como en países. Desde finales de los 90, puede verse en el Gráfico 1, que la UE ha pasado de depender de Estados Unidos en unos 50 productos, a hacerlo de China en 150.

Gráfico 1: Dependencia por número de productos y país de origen a lo largo del tiempo

¿Qué hacer ante esta situación? Desde hace varias décadas, el llamado multilateralismo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha ido perdiendo terreno a favor de los "acuerdos de comercio preferencial". Mientras que la OMC se basa en el principio de no discriminación y por aplicar las mismas normas comerciales a todos los países, los acuerdos preferenciales suponen dar ventajas a nuestros socios. La UE es el mayor y más profundo de estos acuerdos, ya que supone la ausencia de aranceles y otras restricciones al comercio entre sus miembros, así como la libre circulación de trabajo, servicios y capitales. También tenemos todos el mismo arancel con el resto del mundo, aunque hacemos excepciones y hemos firmado más de 100 acuerdos preferenciales con casi todos los países del mundo. Como puede verse en la tabla 1, más del 80% de nuestras exportaciones las realizamos entre nosotros o con países terceros con los que mantenemos acuerdos. Sólo el 19% lo exportamos a países como EEUU o China, que no son nuestros socios, sino nuestros competidores. Las principales economías del mundo han seguido un camino similar: con la excepción de Brasil, la mayoría de países se acerca al 40% de las exportaciones destinadas a países "amigos" y todos ellos se encuentran dentro de acuerdos preferenciales.

Tabla 1: Porcentaje de exportaciones realizadas dentro de Acuerdos de Comercio Preferencial recíproco (excluye preferencias unilaterales)

Algo semejante está ocurriendo con las cadenas globales de valor más recientemente. Tras la covid, el miedo a la ruptura de las cadenas de abastecimiento está llevando a una reformulación de la producción mundial. Antes de la pandemia, con bajos aranceles al comercio, caída del coste de transporte y una posición favorable a la inversión extranjera en la mayoría de países, la fragmentación de la producción internacional ha permitido a países en desarrollo beneficiarse de tecnología aportada por las multinacionales, que han empleado en estos países a un gran número de trabajadores. Gracias a ello se ha reducido la pobreza a nivel mundial y muchos productos se han abaratado considerablemente para los consumidores de todo el mundo. 

Sin embargo, las tensiones geopolíticas están impulsando la salida de las empresas multinacionales de algunos países, considerados menos seguros o, simplemente, más lejanos y sensibles a rupturas en las cadenas de valor. Por eso están surgiendo voces, como la del economista jefe de la OMC, Ralph Ossa, que llama a un replanteamiento de algunas políticas, como la de EEUU y la propia UE, que tienden al "friend-shoring" y al "re-shoring", a atraer a empresas de vuelta a su país de origen. No obstante, aunque a primera vista estas políticas pueden parecer buenas para los países que las imponen, no debemos perder de vista que la especialización es la fuente de las ganancias de eficiencia que se han producido con la globalización y, sin ella o restringiéndola, los productos serán más caros y peores. No olvidemos que, a pesar de la reciente mejoría, nuestros bancos centrales están luchando contra la inflación, debida, en parte, a las tensiones en los mercados mundiales de algunos productos. 

Restringir el libre comercio no es una buena idea. En el caso de España, es el comercio exterior la principal fuente de crecimiento de nuestra economía. Mantener la competitividad, a la vez que la defensa del sistema multilateral, es fundamental para garantizar el buen comportamiento de nuestras exportaciones y evitar el encarecimiento de los productos que no tenemos (y de los que dependemos) cuando imponemos barreras externas a otros países. Tratar a los demás como queremos que se nos trate a nosotros no sólo es un principio ético, sino también la base del crecimiento y el bienestar en un mundo globalizado.

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