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como ayer / OPINIÓN

Cerveza de confianza (de la fábrica de Seguí)

22/07/2021 - 

MURCIA. Si afirmábamos, hace un par de semanas, que bicicletas, piscinas y cines al aire libre son para el verano, no habrá inconveniente en admitir en la relación de connotaciones estivales a la rubia y refrescante cerveza, que si bien es ingerida con deleite a lo largo de todo el año, resulta compañera adecuada, y hasta inseparable, de los calores que son propios de la estación en la que nos hallamos.

La cerveza se consume hoy en cualquier establecimiento dispensador de bebidas, pero hubo un tiempo en que fue producto más específico de las denominadas cervecerías, que desde antiguo pugnaron por ganarse el favor de la clientela más distinguida, procurándose, para favorecer la afluencia de público, el local más adecuado en cuanto a emplazamiento, espaciosidad y decoración.

"en los años 40 del siglo xix existía una fábrica de cerveza en la ciudad, y más en concreto en otra calle desaparecida con la apertura de la Gran Vía: la llamada Garnica"

En la prensa murciana del último cuarto del siglo XIX aparecen referencias a estos santuarios cerveciles, aludiendo, por ejemplo, al situado en la desaparecida calle Pareja esquina a la Frenería, pero no se halla ninguno que reciba una denominación específica e identificativa y que, además, se publicite expresamente en los periódicos hasta que en la feria de 1894 pudieron leerse los anuncios que ensalzaban los espumosos que se expendían en la Cervecería de don Francisco Seguí, sita en la céntrica calle de Santa Isabel, paso obligado entre la Platería y la plaza de Santa Catalina.

Rezaba la propaganda lanzada por el empresario que se habían comenzado a servir los citados espumosos "de limón, naranja, zarza y grosella, a 15 céntimos el vaso", además de "las tan acreditadas cervezas y limonadas de este establecimiento" y vasos de agua de selz a 10 céntimos. Todo esto, muy fresco”.

Pero no eran esos los inicios de Francisco Seguí Vives como empresario. Originario de Alcoy, tuvo antes una fábrica de lanas, "movida por máquina de vapor de fuerza de cuatro caballos", que en 1886 trasladó de la calle del Conde del Valle (la que es actualmente Ricardo Gil) a la vecina calle de la Zanja (hoy, Hernández del Águila).  

Pocos años antes de este traslado, en 1883, hay noticia de que fabricaba cerveza en la calle de Cartagena, y con marca y todo: ‘La Confianza’. Pero esto no quiere decir que fuera el primero que lo hizo en Murcia, sino, como queda dicho, quien publicitó en la prensa su establecimiento y llegó a fabricar bajo una denominación concreta, pues 40 años antes ya existía una fábrica en la ciudad, y más en concreto en otra calle desaparecida con la apertura de la Gran Vía: la llamada Garnica. Tampoco fue el primer industrial de largo recorrido en este ramo, pues en este aspecto debe destacarse a Juan Muller, procedente de tierras germanas, lo que otorgó a su negocio el título de Café del Alemán.

Fue en abril de 1893, pocos meses después del fallecimiento de su esposa, Carmen Monerri, cuando Seguí instaló en Santa Isabel, "donde estaba el comercio del señor Rayneli (un bazar)", su fábrica de cerveza y gaseosas, habilitando "un buen salón para el servicio de las personas que acudan a honrar su establecimiento".

"Seguí, ducho en comunicación, proclamó que su local servía "la mejor cerveza que se conoce, la de la renombrada marca Damm, que se sirve helada"

El lanero-cervecero emprendió en vísperas de la temporada estival de 1897 "notables reformas" en su establecimiento, "ensanchando más de un doble el local y decorándolo convenientemente". Anunciaba, además, que empezarían a servirse "el agua de Seltz y la gaseosa elaboradas por medio del ácido carbónico puro, con lo que se mejoran aquellas notablemente, así en el sabor como en sus efectos refrescantes. Así mismo, se hace la aplicación del ácido a la cerveza, del modo con que se elaboran todos los espumosos en Barcelona y otros puntos".

Grandes novedades, sin duda, en el ámbito cervecero murciano, que Seguí, ducho, como queda acreditado, en comunicación, reforzaba poco después al proclamar que su establecimiento servía "la mejor cerveza que se conoce, la de la renombrada marca Damm, que se sirve helada y gaseada a presión de ácido carbónico líquido puro". Damm se había radicado en Barcelona en 1876, de la mano de los primos alsacianos August Kuentmann Damm y Joseph Damm.  También se preciaba de servir "los mejores refrescos ingleses que hasta hoy se conocen", por no hablar de la cerveza negra "de la renombrada marca La Cabra".

En vísperas de la Semana Santa del año 1900, se inauguró un nuevo establecimiento en el número 23 de la Trapería, lo que dio lugar a un artículo en El Heraldo de Murcia donde se destacaba que Seguí se acababa de instalar "frente a la fachada en construcción del Casino", y subrayaba su afán por "popularizar en nuestra ciudad el uso de los refrescos y espumosos, para cuyo servicio ha traído de Alemania magníficos aparatos". Además, el local había sido decorado con "la magnífica colección de paisajes y marinas pintados por tan diestro artista como el joven e inspirado pintor decorador Medina Noguera, hijo político del Sr. Seguí". Sólo permaneció en el nuevo emplazamiento hasta 1908.

Pero Francisco Seguí Vives siguió regentando su establecimiento de la calle de Santa Isabel hasta su fallecimiento en la primavera de 1911, pasando entonces a ocupar su lugar su hijo de igual nombre, casado con Purificación Albarracín Viruete, hija del fundador de la Funeraria de Jesús y hermana del segundo dueño de la misma.

Francisco Seguí Monerri mantuvo la cervecería fundada por su padre hasta la segunda mitad de los años 20, siendo ocupado el local, ya en los años de la II República, por una sucursal de la célebre panadería y pastelería que Guillén tuvo al final de la Trapería, donde tantos murcianos tuvimos ocasión de deleitarnos con sus afamadas e irrepetibles tortas de chicharrones, no sin que antes tuviera efímera existencia en el mismo emplazamiento el café bar ‘La Parranda’.

Aquel edificio, donde mi tatarabuelo y luego mi bisabuelo mantuvieron la Cervecería Seguí a lo largo de más de tres décadas, y en cuyo segundo piso viví los primeros años de mi vida, cayó bajo la piqueta en los 90 del pasado siglo, y en su lugar se levantó uno algo más alto, con menos gracia, y con la entrada por la calle de la Marquesa, y no por Santa Isabel. Pero, mira por dónde, en sus bajos vuelve a haber hoy un establecimiento que, aunque no se llame cervecería, tiene por bebida principal tan distinguido bebercio. Como ayer.

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