CARTAGENA. La Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Cartagena aprobará hoy la propuesta de la concejala Esperanza Nieto para la cesión de los pozos de la nieve propiedad de Cartagena y ubicados en Sierra Espuña a la Mancomunidad Turística de Sierra Espuña por un periodo mínimo de quince años y con el fin de que esta entidad pueda proceder la restauración de los mismos. El pasado mes de febrero dicha entidad pidió la cesión gratuita a su favor de la Parcela 26 del Polígono 2 de Sierra Espuña, en el término municipal de Totana en la que se sitúan los llamados Pozos de la Nieve de Cartagena, por el plazo antes mencionado y para acometer la rehabilitación de los mismos.
El Plan Director de los Pozos de la Nieve, redactado en el año 2019, recoge todas las necesidades del Bien de Interés Cultural para frenar su deterioro y recuperar el entorno, instrumento que ha servido además para que en los últimos años se haya podido intervenir en los restos de pozos que se ubican en terrenos propiedad de la Comunidad Autónoma y de los ayuntamientos de la Mancomunidad de Sierra Espuña. El Ayuntamiento de Cartagena es propietario de algunos de los Pozos y, por tanto, competente para resolver la oportuna cesión, previa a la solicitud de ayuda al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo por parte de la Mancomunidad de Sierra Espuña.
Como ejemplo de lo que sucederá con los de Cartagena, hay que recordar que el pasado mes de noviembre finalizaba la rehabilitación de dos de los pozos, más concretamente los números 11 y 13, ubicados en el conjunto conocido como 'Pozos de Murcia. En las obras se invirtieron 322.000 euros, cofinanciados con fondos FEDER y de la Comunidad Autónoma, y parten del antes mencionado Plan Director de los Pozos de la Nieve de Sierra Espuña, que señalaba como prioritaria la restauración de estos dos pozos, debido a su especial relevancia dentro del conjunto, a su singularidad y a su buena accesibilidad para ser visitados.
Para la restauración de dichos pozos se siguieron técnicas tradicionales de construcción, usando materiales como piedra de la zona, ladrillo cerámico y mortero de cal. Además, han incorporado elementos para permitir su visita e interpretación en condiciones de seguridad. Así, en el pozo 11 se instaló un balcón volado para contemplar el interior y una escalera helicoidal para acceder al interior. En el pozo 13, una pasarela de madera para acceder al mismo.
Los pozos de la nieve poseen, según los informes histórico-artísticos, un 'sobresaliente interés cultural, por su singularidad, autenticidad, integridad, interés rememorativo y representatividad para la Región de Murcia, al tiempo que revisten interés técnico, valor simbólico, tipológico y una inigualable situación en el ámbito natural'.
El Lugar de Interés Etnográfico está formado por un conjunto de 28 pozos junto a 12 construcciones anejas (ermita y casas), dos fuentes de agua, dos caminos de la red de senderos naturales y una vía pecuaria con un abrevadero y descansadero de ganados. A esto se añade un entorno natural de gran valor medioambiental.
El sistema de fabricación artesanal de hielo en Sierra Espuña alcanzó importantes cotas de producción a finales del siglo XVI, especialmente, durante los siglos XVII y XVIII. Era utilizado tanto para fines medicinales como para consumo a través de la ingesta de bebidas, helados y sorbetes, empleándose también para la conservación de determinados alimentos.
Tal y como explica el estudio escrito por Agustín Diéguez titulado: Los Pozos de Nieve que Cartagena tuvo en Sierra Espuña. Estudio histórico de su obtención y comercio, una anotación de Cabildo, fechada el 21 de julio de 1601, dice lo siguiente: "Teniendo en cuenta los excesivos calores que en Cartagena hacen y que la experiencia ha demostrado que beber agua con nieve produce salud y excusa y quita muchos achaques,- por ser esta ciudad marítima donde acuden muchos príncipes y gentes de calidad que carecen de este regalo, y por ser de utilidad para los propios de la ciudad-, el Ayuntamiento acuerda se haga una casa y pozo donde se recoja nieve para el verano, y de allí se vaya trayendo para su venta a precio moderado; y que la dicha casa se haga en los términos de Totana o Alhama, en lugar donde más convenga".
Añade Diéguez en dicho estudio que Cartagena eligió bien la zona de establecimiento de sus pozos, "ya que se encontraban en aceptable proximidad con las villas de Aledo, Totana y Alhama, siendo posible el contar relativamente pronto con alguna infraestructura de caminos y sendas, aunque -en honor a la verdad- sus posibilidades para el tránsito resultaran muy deficientes, y hasta pésimas en bastantes ocasiones".
El factor humano resultaba "de capital importancia", señala y añade que para el trabajo participaban "varios centenares de personas contratadas en los pueblos cercanos a la sierra (Totana, Aledo, Alhama, Mula, Pliego, etc.), siendo la tarea a realizar dura y penosa, tanto en las labores de recogida y almacenaje de la nieve como en el transporte del hielo, sumándose a ello una deficiente alimentación en numerosas ocasiones, dependiente de los rendimientos y del interés aportado por los encargados."
El movimiento de la nieve, añade el investigador, solía hacerse frecuentemente "a costilla", portando grandes capazos, aunque en ocasiones se hiciera uso de carruajes para conseguir una actuación más rápida, desde zonas preparadas artificialmente en las laderas o de configuración natural. "La recogida se efectuaba con el concurso de palas y azadones y cuando era posible se confeccionaban grandes bolas, que se dejaban rodar por las pendientes hasta conseguir su detención cerca de las puertas de acceso a los pozos. Éste era pues el trabajo encomendado a los "recogedores" o "arrimadores".
Otro grupo, que con el anterior llegaba a una cifra próxima a las 30 ó 40 personas, era el encargado de acondicionar la nieve en el interior de los pozos, rellenándoles por capas o "pisos" de suficiente espesor, para que una vez apisonada, generalmente calzando esparteñas y con los pies cubiertos con tela de saco, se terminara compactando y transformándose en hielo. Estos operarios, llamados "amasadores", tenían que ser sustituidos con mucha frecuencia a lo largo de la jornada para evitar la aparición de síntomas de congelación.
Una vez formada la capa de nieve apelmazada, se colocaba encima un fino manto de hojas para que hiciera las veces de separador y facilitara la tarea de recogida para su posterior transporte. Tanto los "recogedores" como los "amasadores" eran reclutados entre los jornaleros del campo. El salario que recibían solía ser, según las características de la zona y la catadura de los patronos, de unos 4 a 6 reales diarios (incluyendo la alimentación), tardándose en llenar un pozo, dependiendo de su capacidad y de la nieve arrimada, entre 4 y 10 días, por lo general.
El transporte también era tarea de gran dureza, por lo que de "auténtica epopeya y aventura suponía el adentrarse por caminos y senderos, sabiendo que a pesar de su esfuerzo se produciría una merma en la carga al llegar a su destino de aproximadamente un tercio. Se organizaban por cuadrillas, cargando por la tarde y conduciendo los carros a lo largo de la noche, a fin de llegar a los almacenes de la nieve y hielo al amanecer, siendo penalizados en el caso de que se produjeran retrasos y surgieran los inevitables desabastecimientos". Durante la noche, aprovechando el descenso de la temperatura, se procedía a transportarlo a través de la sierra y en el menor tiempo posible, ya que buena parte de la carga estaba destinada a redistribuirse a otros puntos, por lo que la merma en cada uno de los traslados llegaba a ser considerable estableciéndose en torno al 30-40% del total.
En 1924 se certificó el cese de la actividad en las cumbres de Sierra Espuña, al inaugurarse en Totana una fábrica de hielo. De hecho, la decadencia de la producción artesanal se debió, en gran parte, al inicio de la producción de hielo artificial.
El Plan Director apunta que un pozo de la nieve es una excavación cilíndrica en el terreno de unas dimensiones variables que rondan de media los cinco metros de profundidad y los ocho de diámetro. Este hueco se delimita generalmente con un muro de mampostería de piedra del lugar.
El muro que se eleva por encima del terreno formando lo que se denomina 'tambor'. A partir de este tambor se cierra una cúpula también de mampostería, a veces de ladrillo y otras de piedra.
El objetivo es poder aprovechar la inercia térmica del terreno para mantener la nieve -posteriormente hielo- a una temperatura baja y estable desde que se almacena en invierno hasta que se retira en verano.
La cúpula protege la nevera de la radiación solar y demás agentes atmosféricos. El tambor o la cúpula suelen presentar más de una apertura para la entrada y salida de nieve y hielo, así como de luz natural.
La mayoría de ellos disponían de dos puertas enfrentadas, una de ellas orientada hacia el sur, que servían tanto para el acceso al pozo como para la iluminación de la estancia.
Los muros se realizaban con un grosor de dos metros y eran enlucidos con cal, además de estar recubiertos con vegetación para mejorar su aislamiento.
En el momento que se comenzaba a sacar la nieve de los pozos, se iniciaba el trabajo más delicado y a la vez, complicado: transportar el hielo a sus lugares de destino en una lucha a contrarreloj y contra los rigores del clima veraniego murciano, según los estudiosos.
Con la ayuda de animales de tiro, los arrieros se encargaban de bajar el hielo hasta puntos de distribución concretos, normalmente a Alhama de Murcia y Totana, y de ahí hasta las ciudades a abastecer.