MURCIA. Murcia es una de esas ciudades en las que cada esquina esconde una historia maravillosa para contar. A mitad de los años 50, un chico de apenas 16 años cogió las riendas de Azulejos Campillo sin saber hasta dónde le depararía el futuro. Y se convirtió en el 'número 1 en muebles de cocinas', en directivo del Real Murcia en sus años más gloriosos y en unos de los fundadores de la Unión Regional de Comerciantes de Murcia. Él es Carlos Campillo, una leyenda del comercio murciano.
Nació en Murcia el 5 de enero de 1939 pero muy joven se trasladó a Madrid junto con sus padres. Estudió en el instituto Cardenal Cisneros de la capital con vistas de empezar peritaje industrial mientras que a la vez trabajaba junto con un arquitecto en el Paseo de la Castellana. Al fallecer su padrino en Murcia, quien regentaba un sociedad llamaba Casa Campillo, tuvo que volver a su ciudad natal para tomar el mandado del negocio, al que posteriormente llamaría Azulejos Campillo; todo esto con 16 años. Murcia Plaza ha podido hablar con Campillo acerca de su historia a lo largo de todos estos años.
Innovador, moderno y cercano son palabras que definen a Campillo y su negocio. A pesar de su corta edad, empezó a viajar por Castellón, Albacete, Almería y Alicante. Trajo novedades a la Región como los fregaderos Thor los cuales no los tenía nadie en el catálogo debido a su dificultad para montarlos en las cocinas siendo su proveedor Cetros de Zaragoza. Como Campillo afirma, él estuvo desde "el nacimiento de la cocina, desde que empezaron a montarse los cuatro elementos claves que son: el fregadero, el escurreplatos, la campana y el armario auxiliar situado al lado de la campana".
A finales de los años 50 y principios de los 60 aparecieron muchos fabricantes, siendo el mejor, según Campillo, Vegasa (San Sebastián). "Recibía en la tienda un camión de muebles cada 15 días, era el número uno en España, porque nadie montaba cocinas, las montaban los de la construcción, los carpinteros o los ferreteros y les ayudé a buscas distribuidores para que montaran buenas cocinas". Aparecieron nuevas formas de fabricar muebles de cocina, el novedoso era el de aluminio, "era una golosina porque no se oxidaba", recuerda Campillo.
En los años 70 ‘Salieron al campo de juego’ las cocinas Forlady, un tipo de cocina a las que Campillo guarda cariño: "Fue el boom de la cocina, me trajeron a la tienda un modelo Sevilla en una furgoneta, era preciosa".
En el año 1975 se celebraba en La Fica la Feria Regional de Muestras del Sureste, donde Carlos montó un stand muy avanzado y consiguió hacerse con el primer premio. A partir de este año, España entró en el mercado común y se pudo empezar a importar cocinas y las expectativas cada vez eran más altas.
En esa época, Campillo montó su establecimiento en la Gran Vía, un local muy iluminado y con muchas plantas en la fachada (algo inusual en Murcia en aquellos tiempos). Gustó tanto aquella idea que hasta la televisión murciana pidió a Campillo que patrocinara el tiempo en las noticias, algo que finalmente ocurrió. Esto provocó que la tienda 'subiera como la espuma' y llegaban una media de 15 presupuestos diarios: "Entre todas las ciudades en las que he montado cocinas, tendré en total 33.000-34.000 cocinas, entre ellas a Pepe, el del Rincón, en los años 60, una cocina impecable".
Campillo siempre ha trabajado "con las mejores marcas", fruto de su trabajo y de su pasión, y eso le hizo viajar por todas las ferias de cocina por el mundo (Italia, Alemania, Francia). Además, estuvo propuesto en el año 1975 por Miele (fabricante alemán de cocinas) para hacer en Miami el centro de cocinas del fabricante más importante de América. Finalmente, rechazó la propuesta por amor a sus hijas y a su Murcia querida.
"El comercio es muy sencillo, depende de lo que quieras conseguir en la vida. Yo empecé con las cocinas pero vi que el baño era igual o más importante que las cocinas", relata Campillo. "Tenía tres factores para ser el número 1 y determinante: la exclusividad de los azulejos italianos, que en España tardaron en salir 5 o 10 años después; tenía los sanitarios franceses; y la grifería alemana. Los tres impactos necesarios".
Actualmente, la tienda situada en la calle Madre de Dios, 15, bajo, se llama Marta Campillo Cocinas y Baños y pertenece a una de las hijas de Campillo, siguiendo con el legado de su padre.
Carlos Campillo también es fundador junto a Antonio Zamora, los Medina, Coy, Navedo y Rodolfo y Cervantes de la Unión Regional de Comerciantes de Murcia. Murcia en los años 70 no tenía código de comercio, ni ningún convenio, y dar el paso fue esencial para el comercio murciano y regional. "No existía el código de comercio por aquel entonces, y lo elaboraron Medina y Antonio Zamora. Yo me encargué de hablar con UGT y salió perfectamente y surgió así el primer código de comercio", rememora.
"Fuimos los verdaderos fundaros e hicimos a Antonio Alarcón el primer presidente de la URCM, luego después no había forma de echarlos (entre risas y tono bromista). Nadie se llevaba ni una peseta, fuimos murcianos entregados a una causa, no teníamos subvenciones, teníamos que hacerlo sí o sí", añade.
Como añadido, en los años 90, Campillo fue presidente de todos los mueblistas de cocina de España cuya central estaba en Madrid. "Era menos importante que algunos mueblistas de Madrid evidentemente pero tenía mucho eco y creo que por eso me hicieron presidente, y tenía que subir a Madrid cada 15 días para hacer acto de presencia", dice Campillo.
Carlos Campillo también ha dejado su huella en el Real Murcia. Desde los 4 años lleva siendo aficionado y tuvo su paso por la directiva. Estuvo en la entidad desde el 1970 a 1997: un total de 27 años en los que fue vicepresidente de la gestora y contribuyó con algunas de sus decisiones a que el club viviera una de sus épocas más gloriosas.
"Entré en el 70 con Codina, al Imperial y ahí duramos un año. Nunca quise estar relacionado con lo deportivo, porque ahí están todos los pringues, por eso entré como vicepresidente de obra y de hecho me encargaron las obras de la Condomina", recuerda.
Como anécdota, Campillo fundó el Bingo del Real Murcia, en la calle Santa Teresa, un local donde jugadores, directivos y aficionados pasaban grandes ratos fuera del campo de fútbol, además de realizar operaciones para el club en el local. "En los años 80 fundamos el bingo, Ricardo Martínez y yo, por sacar recursos para el club", explica. "Ahí recibí a Luis Carlos, el famoso brasileño que pasó por el club, y tenía una foto con él en la sala de juntas", evoca entusiasmado Campillo.