MURCIA. Los itinerarios constituyen un elemento esencial en la porción de puesta en escena que hay en los desfiles procesionales. El entorno urbano es el escenario por el que discurre la representación de la Pasión, y las características de calles y plazas, y de los edificios que las delimitan, propician una ambientación determinada, favorecen la afluencia de una gran cantidad de público o reclaman la intimidad y el recogimiento.
En Murcia, la referencia fue desde antiguo la denominada 'carrera del Corpus', a partir de la cual, con leves modificaciones, las cofradías trazaron el camino a seguir para alcanzar el cogollo urbano desde sus sedes respectivas.
"los salzillos este año anuncian un cambio llamativo: En lugar de salir por la calle de García Alix para ir hacia San Antolín, lo hará por las calles de la Arrixaca y Sagasta"
Hubo un tiempo en el que imperó el conservadurismo en materia de itinerarios, y las modificaciones fueron escasas y consensuadas para el conjunto de las procesiones, pero en el arranque de la década de los 70 del siglo pasado, aquella 'carrera oficial', con la que ya había roto la procesión del Silencio, optando por la que mantiene prácticamente inalterada desde finales de los años 50, se desintegró definitivamente, y cada cofradía optó por lo que consideró más adecuado para sus intereses y circunstancias.
La prueba de ello es que en nuestros días sólo la plaza del Cardenal Belluga se encuentra en la relación de calles y plazas que recorren las 17 procesiones.
Una de las corporaciones tenidas siempre por poco dada a modificaciones es la de Jesús Nazareno, 'los salzillos', que este año anuncia un cambio llamativo. En lugar de salir, tras rodear la plaza donde se enclava su sede, por la calle de García Alix, espaciosa e insípida, para ir hacia San Antolín, lo hará mañana por las calles de la Arrixaca y Sagasta, más recogidas y antañonas.
De este modo, apenas el tramo San Julián-San Pedro-Poeta Zorrilla (la plaza que desapareció nominalmente sin una razón aparente), junto con el que va de Belluga a las Cuatro Esquinas por Salzillo y Trapería y, sobre todo, desde Santa Catalina hasta la recogida, se mantienen de la que fue carrera tradicional.
Habrá quien piense que es un error, y hasta una traición a siglos de carril de San Agustín (hoy, la mentada García Alix) y también quien aplauda la medida, en aras de un itinerario más acogedor, más apropiado al barroquismo del cortejo y más próximo a la apariencia de la ciudad por la que discurrió en otro tiempo el cortejo.
Porque en esto de los cambios es frecuente que haya división de opiniones, aunque quizás en nuestros días no se manifieste entre los murcianos como lo pudo hacer en días pretéritos.
Por ejemplo, cuando se eliminaron los dos tramos de la Platería más cercanos a la recién abierta Gran Vía. El primero a finales de los años 50, que supuso que las procesiones usaran el breve espacio entre la clásica y estrecha calle y la de Santa Catalina, que entonces se llamó de la División Azul. Y el segundo un decenio después, inaugurándose entonces el ‘procesionódromo’ entre la esquina del pujante comercio que fue Cerdán Hermanos y la calle antes citada, para introducirse desde allí hacia el barrio de San Pedro. Los vecinos privados del paso de los cortejos pasionarios se quejaron en la prensa, pero fue en balde.
Al contrario, algunos habitantes del Carmen han echado de menos, en distintas épocas, que los coloraos recorran una porción mayor del popular barrio, y la cofradía, en dos breves períodos de tiempo, a finales del XIX y en los años 20 del siglo pasado, dio satisfacción a los vecinos echando a la vuelta por la calle de Cartagena y alcanzando la iglesia carmelitana desde la calle del Carmen, y alguna vez por la de Gracia. Una solución que satisfizo a los demandantes, pero es evidente que no a los cofrades.
Las razones para un cambio de itinerario pueden ser diversas. La búsqueda de determinados efectos estéticos es lo que anima la planteada este año por la Cofradía de Jesús, como también la que llevó a efecto el pasado sábado la Fe, adentrándose en el estrecho desfiladero de Jabonerías y abandonado con ello Calderón de la Barca para llegar a la plaza de Romea. Y también la que desarrollará el próximo sábado la Cofradía del Cristo Yacente, que marchará por Puerta del Pozo y Apóstoles a la vuelta en vez de hacerlo, como siempre, por Salzillo y Belluga.
Pero también hay cambios forzados, como el que ha obligado al Resucitado a salir y entrar por la calle de San Antonio, en vez de regresar a Santa Eulalia por Simón García, como es habitual, por culpa de las obras de ampliación del Museo de la Muralla, sito junto al templo.
Sucede en ocasiones que alguno de estos cambios ineludibles se convierte en algo permanente, y acaba rompiendo con siglos de historia. Sucedió, por ejemplo, cuando en 2005 un inamovible andamio situado en la calle de la Platería forzó a la Cofradía de Jesús a eliminar de su itinerario esta calle y prolongar su recorrido por Trapería hasta Santo Domingo, regresando hacia San Bartolomé por la plaza de Romea y Calderón de la Barca.
Lo que era algo circunstancial se hizo después definitivo, y la Platería desapareció de la carrera procesional. A cambio de ese evidente alargamiento, se recortó en el camino hacia la Catedral echando por la calle del Pilar, en vez del rodeo tradicional por Sagasta-Plano de San Francisco-San Julián. A la vez, el tramo de Gran Vía que aún recorría el cortejo quedó suprimido, algo muy demandado por la nazarenía.
Así, como sucede en otros órdenes de la vida, incluyendo el legislativo, la provisionalidad se ha perpetuado, pese a la desaparición del obstáculo, y ha obrado profundas transformaciones consolidadas por el paso de los años.
Aunque siempre habrá nostálgicos que echen de menos las calles de toda la vida, sean bienvenidas las modificaciones que contribuyan a hermosear el discurrir de nuestras procesiones por la Murcia Eterna.