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DESDE MI ATALAYA  / OPINIÓN

Bailando con lobos

25/10/2023 - 

MURCIA. Suena la alarma-despertador de mi móvil, y aunque me resisto a despertar porque ayer me acosté tarde y cansado, ella insiste una y otra vez con un sonido que va in crescendo hasta que consigue despertarme. Sin concesiones, nada de minutos de cortesía. Y mientras me termino de despertar, me afeito con una maquinilla manual y pienso que deberían haber diseñado el despertador del teléfono al revés, es decir, que el sonido fuese decreciendo, y así permitirme seguir durmiendo, si es que así ahora yo lo decido, pero no, las máquinas no admiten cambios de opinión o de ánimo, no están programadas para esas sutilezas.

Le doy al botón del on de la cafetera y se me enciende una luz roja intermitente que me indica que falta agua, mientras empieza a pitar el microondas, recordándome que saque la leche, que ya está caliente.

Me siento a tomarme mi café con leche y, de reojo, veo que el móvil que dejé cargando anoche tiene un pilotito rojo que se enciende y se apaga sin cesar. Quiero pasar para empezar bien el día, pero insiste ahora con un bip-bip de los mensajes que me están entrando. Y de manera autómata lo cojo y tras teclear los imperativos puk y pin -debe de haberse reiniciado tras alguna recarga programada-, compruebo que tengo un montón de mensajes del guasap, telegram, linkedin, email y alguna llamada telefónica no atendida.

"los dejo atrás con tristeza al recordar que a su edad mi padre me abrazaba el día de mi santo cuando venía a mi cama a despertarme"

Cojo el ascensor nuevo que pusieron el otro día y leo en una pantallita la siguiente pregunta: ¿Sabías que la palabra helicóptero no está formada por heli y cóptero, sino por helico y ptero? Y digo yo ¡qué coño me interesa a mí saber eso!, la próxima vez miraré para otro lado cuando suba y así evitar tener que leer gilipolleces. Llego a la planta baja y oigo una voz metálica que dice algo así como ground flor, es decir, planta baja en inglés -tengo que decirle a mi vecino, el que está en la junta directiva de la comunidad, que le diga al administrador que le diga a la empresa de los ascensores que cambien el idioma o, mejor, que lo acallen-. Aunque suene raro, yo conozco a todos mis vecinos y sé que en esta escalera no hay ningún invidente y, si lo hubiese, seguro que le resulta una información basura, superflua, porque ellos, aunque no ven, saben igual que todos cuando el ascensor llega abajo.

Soy un privilegiado, pienso mientras camino hacia mi despacho -¿cuántos 'pringaos' estarán ahora en los mil y un atascos de nuestras cada vez más intransitables ciudades-. Me compadezco de ellos cuando en eso oigo a una señora mayor junto a los que deben ser sus nietos, teléfono en mano y parada en medio de la calle junto a dos chiquillos, diciendo: ¡Venga, dile algo a tu padre! Y el niño más pequeño va y dice: Papá, ¡que hoy es mi santo!, ¡hazme una vídeo llamada o mándame un audio luego! Y los dejo atrás con tristeza al recordar que a su edad mi padre me abrazaba el día de mi santo cuando venía a mi cama a despertarme.

Ya en el despacho, frente al ordenador, escribo mi login y mi pasword y al arrancar el programa, Microsoft Team, me lanza un mensaje de carácter interno recordándome no sé qué que no me interesa. Paso de él, y me pongo a 'alimentar' –es decir, a meter datos- a una nueva base de datos para otro departamento en una nueva plataforma que han implementado. Los mismos datos que metí la semana pasada para 'alimentar' otra. Maldigo y pienso que bien podían usar la tecnología para que unas bases de datos alimentasen a otras –y así se lo pasasen tan ricamente entre ellas- y liberar a los funcionarios de este trabajo rutinario, genuino de máquina, y dejar que nosotros nos ocupásemos de atender humanamente a las personas que llaman preguntando, en vez de que sea un chatbot quien las mal atienda y las desespere con su anodino leguaje.

De vuelta a casa, al pasar junto a una máquina expendedora de tabaco oigo cómo le dice al comprador "su tabaco, gracias" y cómo él le contesta "a tomar por culo". Sonrío, me temo que no soy el único que está hasta los cojones de que le hablen las máquinas.

Intento poner la lavadora mientras horneo con aire caliente en la impropiamente llamada freidora los rebozados vegetarianos, esos con grandes etiquetas repletas de ingredientes y que cogí ayer por equivocación en la tienda -tengo que llevar más cuidado, porque cada vez hay más productos veganos junto a los genuinos de origen animal y se confunden con facilidad-.

Aparece un mensaje en el display que dice "Necesita limpiar el tambor". No sé de qué coño me habla, la compré hace poco. Cojo el manual de instrucciones que me tuve que 'agenciar' yo, porque cuando me la trajeron me dijeron que ahora ya no facilitan los manuales, que eso es cosa del pasado, que ahora hay que descargarse una aplicación. Y como estoy harto de tantas Apps, opté por buscarlo en internet e imprimírmelo.

Mientras estoy comiendo oigo a lo lejos un pitido continuo que no me es familiar. Paso de él. Pero sigue y sigue. Vaya fastidio, ni comer tranquilo me van a dejar las máquinas. Tras buscar en un par de habitaciones descubro que es el frigorífico, que al cerrar la puerta he pillado una hoja de lechuga y el muy pillín lo ha detectado.

Ya por la tarde, voy a ver a mi hermana que vive en la otra punta de Murcia, así que bajo al garaje a coger el coche, le doy al botón de arranque, pero nada. Y caigo en la cuenta que no me he puesto el cinturón de seguridad. ¡Vaya por dios!, no puedo arrancar y ponérmelo luego, hay que ver que desconfiadas son las putas máquinas. Y de pronto se enciende una luz de emergencia en el panel que me recuerda lo que otro luminoso me lleva advirtiendo hace un par de meses: que algo pasa con las ruedas. Aunque me temo que se trate de la sensibilidad excesiva del chivato de presión de los neumáticos, que se encendió al coger algún bache, como la otra vez que lo llevé al taller y no tenía nada, sin embargo, hoy, me hace dudar y, todo sea por la seguridad, me bajo y verifico que, efectivamente, las ruedas están perfectas, me subo y sigo mi camino.

Nada más salir, una hermosa cola de coches me acompaña hasta la casa de mi hermana, mientras observo con perplejidad que el carril contiguo, por el que circulamos desesperados los conductores, y que ahora está pintado de rojo y pone "sólo bus", está vacío. No lo entiendo. Ayer circulábamos por los dos carriles y fluía el tráfico sin problemas, incluidos los autobuses. Tardo 45 minutos en llegar, cuando ayer tardé 15. Creo que a esto lo llaman "plan de movilidad sostenible", aunque sonrío y pienso si no sería más propio llamarlo "plan de inmovilidad contaminante" ¿no?, porque me temo que con tanto arrancar y parar los motores, hemos conseguido lo contrario.

Ya en la cama, retomo la lectura de un libro del montón que apilo en mi mesita de noche, En ausencia de lo sagrado se titula, del autor Jerry Mander, un ensayo crítico sobre el declive de los pueblos indígenas y el progreso tecnológico, y me imagino con placer en medio de una pradera americana con un taparrabos, como Kevin Costner en la película Bailando con lobos.

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