MURCIA. El homo sapiens que somos es el resultado de sus adaptaciones evolutivas a diversos hechos y circunstancias a lo largo de miles de años. La incorporación de la carne a su dieta y el cocinado de los alimentos son dos de estos hechos relevantes. Consumir carne permitió al hombre primitivo ingerir una cantidad concentrada de proteínas de alto valor biológico, mientras que el asado o la cocción hicieron más seguros y digeribles los alimentos vegetales y animales, lo que redujo el tiempo necesario para alimentarse. El tamaño de la dentadura disminuyó y permitió un aumento del volumen craneal, y por tanto del tamaño del cerebro.
El vegetarianismo tal y como hoy lo conocemos aparece a finales del siglo XIX como un movimiento de renuncian a comer carne y productos de origen animal. Si esta renuncia es total se les conoce como veganos; en cambio, si sólo es parcial, permitiéndose comer leche, huevos y sus derivados, entonces se les conoce como ovolactovegetarianos, o simplemente vegetarianos.
"algo impacta en el ser más íntimo cuando se tiene el raro privilegio de darle un bocado a un melocotón maduro recién cogido del árbol"
Entre las razones para que una persona opte por ser vegano o vegetariano podemos señalar creencias religiosas, temas de salud o, más recientemente, consideraciones medioambientales. Estas últimas en el entendimiento (erróneo o no, no es ahora el objeto de mi análisis este tema) de que la ganadería actual, en connivencia con otras prácticas agrarias, es responsable de la destrucción del medio ambiente. Y también razones humanitarias, por considerar que dicha producción lleva aparejado maltrato animal y no tiene en cuenta la sensibilidad de los animales.
Se esté de acuerdo o no con estas razones para el vegetarianismo, lo cierto es que la asunción de estos postulados se nutre de una visión más amplia del hecho alimentario, una visión holística que inserta el vegetarianismo en las relaciones que el hombre establece con la Tierra. De manera que, en cierto modo, comparte principios con la teoría del Gaia, que sostiene que la Tierra es una entidad viva, donde los organismos y su entorno inorgánico están integrados para formar un sistema complejo, único y autorregulado. Igualmente, el vegetarianismo, en tanto que se preocupa por el medio ambiente, forma parte del ecologismo.
Y ambas, Gaia y ecologismo, casan mal con la visión mecanicista reduccionista, que considera que la realidad está regulada por modelos mecánicos, de manera a como lo están las máquinas. Un modelo que permite una comprensión segmentada de la realidad, de las partes, olvidando un todo más allá de la suma de las partes. Y que en medicina inspira el desarrollo de las especialidades médicas como paradigma para abordar los problemas de salud, en detrimento de visiones globales del ser humano. O en el tema del Medio Ambiente, que se apueste por intervenciones parciales de restauración de los problemas sin tener en cuenta el conjunto del ecosistema, con la consecuencia de arreglar un problema y provocar otros mayores.
Y digo todo esto porque observo cómo, ante el limitado seguimiento que todavía tiene el vegetarianismo, desde distintos grupos de interés que abogan por cambiar nuestros hábitos alimentarios, se ha adoptado una política más amigable, para la transición a ese futuro por ellos diseñado de menor consumo de carne y mayor de productos de origen vegetal, de alimentos sintéticos producidos en fábricas o a partir de insectos.
Así, vemos cómo semana tras semana crece el espacio en el lineal de nuestros supermercados dedicado a estos productos y que, a las ya clásicas leches de soja o avena, o albóndigas y hamburguesas vegetales, se suman, y se sumarán cada día más, nuevos productos elaborados con proteínas de origen sintético, "carnes y productos cárnicos" a partir de setas, o "mariscos" a base de extractos de algas y microalgas, entre otros.
Estos alimentos creados con proteínas y otros compuestos nutritivos contenidos en los vegetales se conoce como alimentos plant-based. Y a los consumidores que se están uniendo a esta corriente como flexitarianos, que son algo así como vegetarianos light que compran estos alimentos porque está de moda, es más cool y ellos, que son hijos de su tiempo, siguen la corriente ¿cómo no?
Y digo esto porque, a mi entender, la producción de estos nuevos alimentos supone en cierta medida una traición a la filosofía de los vegetarianos, sustentada en principios holísticos y ecologistas, puesto que en su producción anida el reduccionismo mecanicista de que podemos producir alimentos completos y saludables con sólo partes concretas de dichos alimentos originales o sus copias sintéticas, desvirtuando el conjunto del alimento, su unicidad, su singularidad, su genuidad. Pensemos que los alimentos y la alimentación, tal y como los conocemos ahora, son el resultado de miles de años de evolución y adaptación del hombre al medio y viceversa. O por decirlo de otra manera, los alimentos actuales son los mejores alimentos que los hombres pueden comer, porque les nutren de todo lo que necesitan y cuando lo necesitan, tal y como hacen los alimentos de temporada.
Aunque el hombre actual, sobre todo el urbanita, ha perdido buena parte de su vínculo con los saberes y sabores tradicionales vinculados a la tierra y la producción de alimentos, sin embargo, algo impacta en su ser más íntimo cuando tiene el raro privilegio de darle un bocado a un melocotón maduro recién cogido del árbol, o comer una fresca tajada de sandía en la canícula del verano. La sensación que siente va más allá de la mera saciedad, es una sensación de plenitud, corporal y espiritual.