MURCIA. En alguna ocasión puede que hayas escuchado alguna historia relacionada con las experiencias cercanas a la muerte o incluso tener algún familiar que haya sido protagonista de alguna. Tal vez pienses que no son reales y que simplemente sean visiones o sensaciones provocadas por la pérdida de oxígeno de nuestro cerebro y las sustancias químicas que segrega en un último intento de mantenerse con vida. En el artículo de hoy vamos a contar la historia de personas, tal vez vecinos tuyos, que se han enfrentado al abismo.
Es el caso de Amparo, de quien sólo diremos que nació en la Región de Murcia, puesto que nos ha pedido discreción a la hora de que nos contar su testimonio. El 13 de agosto del año 2018, Amparo comenzó a sentirse mareada, como si le faltara el aire. A lo largo de la mañana su situación empeoró y empezó a darse cuenta de que cada vez le costaba más respirar. En vista de que no mejoraba, decidió irse a urgencias del Hospital de Cruz Roja que se ubicaba a escasos metros de su casa… metros que tardó más de treinta minutos en recorrer.
Allí le hicieron varias pruebas y confirmaron su insuficiencia respiratoria ya que tenía una saturación de oxígeno en sangre entorno al 40%; el diagnóstico no era muy esperanzador pues había contraído neumonía por Legionela Bilateral, una enfermedad de la que la cuota de supervivencia no supera el 10%. En unas pocas horas se encontró sedada, intubada, con la cabeza ladeada y los ojos vendados. Así estuvo durante meses, tras los cuales despertó sin que los médicos supieran los motivos de su recuperación, siendo considerado por algunos como un milagro.
De esos meses que estuvo sedada apenas recordaba algo con nitidez, tan sólo lo que nos relata en una entrevista: "Me vi dentro de ese túnel que la gente que ha pasado por esto comenta. Al final vi una luz brillante que me cegaba. Mientras recorría ese túnel podía observar a gran velocidad recuerdos de mi vida con mis abuelos, mis padres, mis familia y mis amigos. Supuestos recuerdos que yo no recordaba, sobre todo de los años de infancia, pero que sentía como míos. Las observaba viéndome tumbada desde la cama del hospital".
Por su parte, Roberto Gómez Rodríguez, de Lorca, nos cuenta una experiencia que tuvo de niño: "…yo estaba jugando con mis amigos a lo largo de la Calle Corredera y tropecé con mis propias cordoneras dándome un golpe tremendo en la cabeza contra el suelo. Empecé a sangrar y recuerdo verlo todo desde arriba. Cómo la gente venía a verme y ver mi cuerpo tumbado, soltando sangre como un gorrino, y cómo la señora Antonia me recogió en un trapo y me llevó con ella a un bar que había ahí al lado. Recuerdo que estaba sorprendido porque el porrazo que me había dado no me había hecho nada de daño. Ví también a un señor de blanco como me estaba curando y lo siguiente que recuerdo es despertar con muchísimo dolor en los brazos de esta señora…".
De la misma manera, Magdalena, de Cartagena, nos narra que, tras un accidente con su coche al ir a trabajar, entra en una montaña rusa de sensaciones: "En ese momento se para el tiempo, no recuerdo qué pasó, pero sí que sentí un dolor muy intenso en la cabeza y un crujir en mis costillas. Después reinó el silencio más absoluto. La nada, el vacío. Voy flotando, pero no siento mi cuerpo. Todo está oscuro, pero sí noto que floto porque me estoy viendo enfrente de mí".
En ambos relatos hay elementos en común que nada tienen que ver con el famoso túnel ni la luz que conduce hacia el más allá. Las ECM, en consecuencia, constituyen uno de los misterios más apasionantes a los que el ser humano ha de enfrentarse.
* Santi García, responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'