MURCIA. Recientemente, escuchaba con atención una entrevista que Susanna Griso le hacía a Inés Arrimadas y reconozco que sigo asombrándome de la capacidad de auto vacunación e inmunización que algunos políticos practican cuando se empeñan en no asumir la realidad en la que se encuentran.
"Los resultados de las elecciones madrileñas y los sondeos post electorales no parecen haber obrado ningún cambio en la forma de pensar de ciertos partidos"
En dicha entrevista, la presentadora de Espejo Público le preguntó por las consecuencias que, sobre los resultados de las últimas elecciones celebradas en Madrid, pudiera haber tenido la fallida moción de censura en Murcia, y la demoledora debacle que las encuestas le auguran a Ciudadanos. Sin ningún rubor, la Sra. Arrimadas se despachó sin una pizca de autocrítica, enrocándose en el mantra ya desgastado, y que nadie lo ha comprado, sobre la corrupción en Murcia, y pronosticando que los votantes sabrán percibir este hecho como un acto de regeneración política que finalmente será reconocido. Está claro que en algunos partidos no compran el periódico ni se enteran de las encuestas que afirman que el 73% de los ciudadanos de la Región de Murcia manifiestan no estar de acuerdo con la citada moción.
Una vez más veo con estupor cómo los partidos políticos (más bien sus órganos directivos) nadan a contracorriente y hacen lo contrario de lo que el electorado piensa. Y aunque la doctrina oficial –a través del argumentario de los gurús- tratan de adoctrinar a las bases con sus notas de prensa ya precocinadas, la ciudadanía, terca como una mula, se comporta como se comporta y pasa lo que pasa. Y vienen las elecciones en Madrid, y el PSOE se pega un batacazo, y Ciudadanos desaparece del mapa, y Pablo Iglesias se corta la coleta.
Pero esto no es óbice para justificar lo injustificable: que, si no hemos sabido transmitir nuestro mensaje al electorado…; que, si ‘tomamos nota’ y tenemos que aprender a comunicar mejor…; que si nuestros votantes no han entendido el trasfondo de la cuestión. Eso sí, nunca les he escuchado hacer una autocrítica sincera y acertada, si esta va en contra de la directriz política que el partido (o su líder) ha implantado. El electorado –al que se arrincona una vez pasadas las elecciones- suele ser algo incómodo cuando de opinar se trata. Y eso, al final, se paga… y se paga caro, como se ha demostrado recientemente. Y es que, finalmente, los ciudadanos nos damos cuenta cuando los partidos que sustentan el entramado político de nuestro país están más preocupados por su propia supervivencia; o mejor, por la propia supervivencia de sus dirigentes.
Los resultados de las elecciones madrileñas y los sondeos post electorales no parecen haber obrado ningún cambio en la forma de pensar de ciertos partidos que siguen anclados en un discurso trasnochado y casposo, a través del cual continúan con su táctica de utilizar al fascismo y a la ultraderecha como el ‘dóberman’ al que achacar sus malos resultados. Eso ya solo sirve para mantener el fervor fingido y artificial que intentan aplicar a sus cada vez más escasos seguidores –carnet en boca- que les acompañan en los mítines diseñados para gloria y autobombo de todos aquellos que se sienten barnizados con la pátina del pensamiento único.
Esto es algo que ya no cuela y es una de las causas por la que una buena parte de la sociedad española, donde se encuentra el centro moderado y la izquierda socialdemócrata, haya visto truncadas sus aspiraciones y, huérfanos de unas formaciones políticas que les representen, hayan dado la espalda a aquellos que, hasta ahora, les habían representado. Sobre todo cuando comprueban cómo aquellos a quienes otorgaron su confianza, y que se desgañitaban criticando al “trifachito”, son los mismos que gobiernan este país y pactan con la extrema izquierda, con los independentistas y con los filos etarras.
No busquen enemigos donde no los hay. Hagan, por una vez, una reflexión sincera y veraz de la situación y lo que ha podido influir para que esta se produjera, y dejen de mirarse el ombligo y enfrentarse al espejito mágico, cual madrastra de Blancanieves, implorando lo buenos que son y lo bien que lo hacen.
"el gobierno tiene que hacer un ejercicio de pedagogía y explicarnos de forma clara, verídica y contundente cuál es su hoja de ruta"
Al PSOE -mejor dicho: al Gobierno- le está pasando otro tanto de lo mismo a cuenta del sainete montado con los indultos del procés. Está por los suelos en materia de credibilidad y, al tiempo, desoye a su electorado que no le apoya en esta -y en otras- decisiones hartamente discutibles con las que se está atragantando. El Partido Socialista ha demostrado, a lo largo de su historia, tener una gran sensatez y sentido de Estado, si bien -no debemos olvidar- está apoyado en unas bases algo más radicalizadas. Pero los votantes (que son muchos más) equilibran la balanza de las elecciones esgrimiendo un voto de confianza del que, en ocasiones, reniegan cuando se sienten engañados.
No seré yo quien juzgue la conveniencia, o no, de los indultos. Sobre todo, porque me falta información con la que poder emitir una opinión objetiva. Reconozco que el Gobierno puede tener sus motivos bien fundamentados que le conduzcan a una decisión, que la mayoría de la sociedad española no comprendemos. Por eso mimo es por lo que, en estos momentos, tiene que hacer un ejercicio de pedagogía y explicarnos de forma clara, verídica y contundente cuál es su hoja de ruta y cuáles las líneas infranqueables que nunca se van a traspasar.
Estamos hartos de que el Gobierno nos mienta y nos engañe y es ahora cuando puede corregir esta tendencia y evitar –mediante un cambio de actitud- esa diáspora que se ha iniciado entre sus militantes y simpatizantes. No nos traten con la información de rebaño con la que están acostumbrados a irrigar sus declaraciones y discursos oficiales. Considérennos como una sociedad adulta que somos y que vamos a saber discernir lo bueno, de lo malo, y de lo posible. Estoy seguro de que si son capaces de generar esa confianza, conseguiremos amortiguar el embate del temporal que se nos avecina.
En caso contrario, vayan preparando un nuevo argumentario, porque ‘…tenemos que aprender a comunicar mejor…’ ya no cuela.
Jesús Norberto Galindo