MURCIA. El término 'ideología' asusta a cualquiera que, entre los tres grandes ideales que se han ofrecido a los humanos, el bien, la verdad y la belleza, haya elegido la verdad. Las ideologías fuertes, como el comunismo, el socialismo, el fascismo y el nacionalismo (las cuatro colectivistas y con una raíz común), son incompatibles con buscar siempre la verdad. Llega un momento que hay elegir entre la verdad y ya sea la igualdad o la patria. Al amparo de una frase estremecedora, "con los míos, con razón o sin ella", la sacrificada es siempre la verdad.
Las ideologías débiles, como el liberalismo o el socio-liberalismo, tienden a seguir aquello de "no me pidáis que sea fiel a mis ideas; pedirme que lo sea a la realidad", creo que de Unamuno. Mucho antes, el maestro Eckhart había dicho que uno es lo que ama, y que la identidad profunda del que ama la verdad es la propia verdad. El problema es que un buscador de la verdad suele convertirse en tránsfuga; honrado, pero tránsfuga. Como proclamó Escohotado, "hay que tener la vocación de aprender, y para eso estar dispuesto a cambiar de idea, porque aprender lo exige…. No puedes ser fiel a una religión, sea teológica o política, porque todas prohíben hacerlo llamándote revisionista, hereje y apóstata. Su denominador común es considerarte renegado por seguir pensando". Una aparente solución es buscar la verdad y, obtenida alguna respuesta, pararse ahí, pero habrá entonces que responder a la pregunta de Girauta: "¿Cuál es la edad adecuada para dejar de pensar?". ¿Cuándo daremos con esa presunta verdad definitiva? ¿En la niñez? ¿En la adolescencia? En mi opinión, nunca, porque la verdad es inabarcable y siempre hay planos nuevos que explorar. Decía Lenin que la materia es inagotable y lo cierto es que la realidad, donde también hay espíritu, es inagotable.
"un tránsfuga ideológico es un innovador, un rebelde, en su tiempo"
Uno de los mejores métodos humanos para avanzar hacia la verdad es la ciencia, que progresa gracias a sus tránsfugas: antes de Copérnico y Galileo, todos creían, con Aristóteles, que el Sol giraba en torno a la Tierra; después de ellos, todos supieron que la Tierra giraba en torno al Sol; antes de Darwin y Wallace, casi todos creían, con Linneo, que cada especie había sido creada de golpe por Dios; después de ellos, muchos aceptaron que cada especie derivaba de una preexistente mediante evolución por selección natural; antes de Poincaré y Einstein, todos creían, con Newton, que las métricas del espacio y del tiempo eran compartidas por todos los observadores; después de ellos, muchos aceptaron que esas métricas diferían entre observadores que se moviesen uno respecto del otro. Para qué seguir: en el camino de la ciencia afloran una sucesión de tránsfugas ideológicos.
Y algo parecido ocurre en la religión. ¿Acaso no fue Jesús de Nazaret un tránsfuga del judaísmo? Nacido de familia judía (de la misma estirpe del rey David), asistió a la sinagoga y discutió con los rabinos. Llegado a la madurez predicó una nueva doctrina, para escandalo de muchos. Se esforzaron los primeros pensadores cristianos en reforzar la continuidad del. Nuevo Testamento con el Antiguo Testamento, pero cualquiera que compare el discurso de Moisés en el Sinaí, en el que se prohíben tantas cosas, con el sermón de Jesús en la montaña, donde florecen las alabanzas, notará un aire nuevo. Lo dice el Apocalipsis: "Yo hago nuevas todas las cosas".
Para los doctores judaicos, Jesús era un blasfemo; para las autoridades romanas, un rebelde. Resultado: lo crucificaron. Ese el tipo de destino que espera a los tránsfugas que fracasen; los que triunfen estarán en condiciones de decidir quiénes son los nuevos tránsfugas. Y, en efecto, tras el edicto de Constantino, que despenalizó, como ahora diríamos, la religión cristiana, los obispos estuvieron en condiciones de dictaminar la ortodoxia. ¿Por qué un arriano (un cristiano que considera a Jesucristo una criatura de Dios) es un hereje? Porque la inmensa mayoría de los obispos optaron, en el concilio de Nicea, por la versión trinitaria de Dios. Y, aún así, el arrianismo duró en España hasta que, en 589, el concilio de Toledo, bajo mando del rey visigodo Recaredo, optó por el catolicismo, unificando espiritualmente a los hispanorromanos con los godos y, con ello, a toda la Hispania goda (lo siento separatistas, pero así fueron las cosas).
Tres lecciones. Primera, un tránsfuga ideológico es un innovador, un rebelde, en su tiempo, cuyo destino es perder y quedar tachado para siempre de iluso y hereje, o triunfar y convertirse en la autoridad que dicte la nueva doctrina. Segunda, todo liberador que triunfe puede convertirse en un inquisidor de nuevo cuño. Tercera, los tránsfugas ideológicos nos inquietan, pero sin ellos nunca avanzaríamos nada. Tranquilos: en el próximo pasico nos toparemos con lo que tenéis en mente, los tránsfugas políticos, y de su mano en el 'pin parental'.