CASTELLÓN. Todas las obras que escribe Ana López Segovia tienen algo que ver con su tierra, Cádiz. Da igual que sea un texto grecolatino, la dramaturga es capaz de trasladar historias con miles de años hasta la actualidad y llevar sus personajes a un universo donde el folklore, el humor gaditano y hasta el carnaval tienen protagonismo. "La imaginación, con todos los respetos, a veces es muy pobre y la realidad es más rica", afirma la creadora en una entrevista con Castellón Plaza. Quizá por eso Teresa Quintero, Roció Segovia, Alejandra López y la misma Ana López decidieron llamar a su compañía de teatro Las Niñas de Cádiz. Para que se entienda pronto cuál es su punto de partida.
Juntas se han atrevido a contar, desde un nuevo foco, clásicos del teatro grecolatino. También para poder hablar de problemas más actuales. Así es que en su última obra, Las bingueras de Eurípides, ponen la voz de alarma sobre el control policial injustificado que en Cádiz se produce a las asociaciones de mujeres que utilizan los bingos clandestinos para divertirse. Bingos, donde como apunta Segovia, se juegan "unos centimillos", porque lo importante es reunirse y contarse sus penas.
Inspirada en Las Bacantes, la obra que Segovia firma cuenta la historia de un Dionisio que baja a la Tierra en forma de mujer para enfrentarse a El Suasenaguer, un policía que está empeñado en cerrar un bingo ilegal de barrio, donde se reúne cada tarde un grupo de mujeres no solo para jugar, sino también para compartir sus intimidades. Pero, obsesionado con el cumplimiento de la ley, este desoirá sus consejos, arrastrando a todos a un final trágico.
Risas, y también lloros, se prometen así en la representación que Las Niñas de Cádiz llevarán este 20 de julio, a las 22:30 horas, al Festival de Teatro Clásico de Peñíscola. Con todo, la obra, que fue finalista en los últimos Premios Max en la categoría Mejor Adaptación o Versión de Obra Teatral, marca un punto y a parte en la compañía que, tras varios montajes inspirados en el teatro grecolatino, dirige su mirada ahora a nuevos autores.
-Para crear esta obra hiciste algo tan inusual como es coger un clásico, revisarlo y dirigir tu mirada hacia los personajes femeninos que habitan en él. ¿Cuántas historias nuevas podrían nacer de los clásicos si se pusiera la atención en ellas y no en ellos?
-Pues fíjate, la historia surgió porque en Cádiz es muy común que las mujeres de cierta edad se entretengan juntas en asociaciones, pero también en bingos que realmente no están legalizados. Son bingos clandestinos donde se juegan apenas 20 céntimos, no una barbaridad de dinero. Sin embargo, cuando cantan la línea en lugar de decir "línea" dicen "naranja" y en lugar de "bingo" dicen "limón", porque la policía está al acecho, quiere cerrarlos. Hubo un día en el que paseando, me topé con la puerta de uno de estos bingos y me vinieron a la cabeza las Bacantes de Eurípides. Estas mujeres iban una vez al año al monte y se reunían solas, al margen de la mirada de los hombres, y celebraban los retos del dios Dionisio. No está muy claro cuáles eran esos retos, pero se dice que se volvían un poco salvajes, lo cual no gustaba al gobernador de la ciudad, Penteo, quien intentaba acabar con estos ritos y hasta con el propio Dios. Entonces pensé, por qué no llevarlas al bingo, que también está asediado por el poder. Mujeres que tienen solo este disfrute y quieren quitárselo.
Pero, además, en la historia original solo conocemos el nombre propio de una mujer, que es justamente la madre de Penteo, quien también participa en estos retos. Pero, no se presta mucha atención a ellas. Por eso decidí que en mi obra tendrían nombre y apellido y nos interesaríamos en saber por qué llegaron hasta aquí, por qué se someten a los rituales de Dionisio y cuáles son sus penas para hacerlo.
Por otra parte, Dionisio es un Dios un poco ambiguo. Penteo se cachondeaba de él por sus rizos y su aspecto femenino. Tiene una cosa muy sexual y terrenal, así que como somos una compañía básicamente de mujeres, lo convertimos en Dionisia. Ahora lidera un grupo de mujeres, que cada una tiene su historia y sus penas.
-¿Y cómo es llevar una historia de casi tres mil años de antigüedad hasta el presente?
-Realmente lo que queda de Las Bacantes es el argumento, la lucha entre Penteo y Dionisio, y algunas frases concretas, pero el resto está trabajando directamente en el siglo XXI. La verdad es que cuando me puse a escribir la historia fluía de manera tan natural que no hizo falta forzar ni manipular nada. Acaba como el rosario de la aurora, pero como toda tragedia.
-Aunque no un bingo, ¿todas las mujeres necesitan ese espacio donde reír y sentirse libres? ¿Vivimos en una sociedad más opresora y crítica de lo que pensamos?
-Sí, en la obra lo necesitan, porque intentan evadirse de estructuras sociales que son patriarcales y que me temo que por mucho tiempo seguirán siendo así. Aunque hay muchos avances, hasta las mujeres que nos proclamamos más feministas seguimos estando en estructuras patriarcales. A raíz de esto, en Carnavales escribí el romancero La feminista blandengue, que también habla de como todas las feministas terminamos "blangueando" porque es muy difícil escaparse de las redes existentes. En la obra, estas mujeres intentan tener ese espacio donde, hablando mal, se cagan en el patriarcado, aunque sea jugando a un binguito. Pero, al fin y al cabo, lo que más se nos ha prohibido a las mujeres, y aún se nos prohíbe en muchos países, es divertirse. Divertirse supone un acto de rebelión. Ya ves, qué delito.
- Para construir los personajes os habéis inspirado en anécdotas de vuestras madres, tías o abuelas. Historias bastantes duras. ¿No os costó partir de vivencias tan cercanas?
-Es que trabajamos siempre desde ahí. Es la única manera de ser auténtico y no ir a lugares comunes. La imaginación, con todos los respetos, a veces es muy pobre y la realidad es más rica. Te puedes coger a ella y a partir de ahí saltas y vuelas, no cuentas una historia tal cual. Es como un trampolín. La realidad siempre te da más carne y verdad, también más originalidad. Incluso las ideas más rocambolescas parten de historias reales y el público se queda descolocado. Estas mujeres son más punkis de lo que te puedes imaginar. Siempre trabajamos, además desde la comedia. Es como nos sentimos cómodas contando anécdotas de nuestras vidas. La gente se muere de la risa. Ahora bien, también hay historias de malos tratos y de sumisión.
-Las Niñas de Cádiz encontrasteis muy pronto ese espacio de libertad en el teatro y en la comedia. Pero, ¿cómo ha sido el camino hasta hoy?
-Realmente es un proceso de depuración de años o de décadas incluso. Tuvimos una compañía de teatro universitaria con la que nos movíamos a nivel casi profesional, pero con unos 22 años, viendo el Carnaval de Cádiz, nos encontramos con agrupaciones super transgresoras y teatreras y quisimos hacer algo así. Nos parecía todo tan apasionado y loco que quisimos sacar nuestra agrupación también. Los chicos no se apuntaron, fuimos unas de las primeras agrupaciones formadas por mujeres exclusivamente. Empezamos a hacer bolos fuera de Cádiz, en bares, hasta que nos juntamos con Antonio Álamo y creamos Chirigóticas, donde mezclábamos el teatro con el carnaval. Tras eso formamos Las Niñas de Cádiz y es donde sentimos que el lenguaje se ha consolidado y ha madurado. Ha sido un proceso más de 20 años. El lenguaje ha tomado verdadera forma y ahora es cuando estamos recogiendo los frutos de todo ese trabajo.
-Cuando recibiste el Premio Max en 2020 por El viento es salvaje agradeciste a mucha gente el triunfo pero también a Cadiz, tu tierra, "por inspirarte y nutrirte". ¿Cuánto de importante es crear mirando a nuestra cultura?
-Para mí es todo. Los grandes creadores y maestros, como Dario Fo, te dicen que busques tu acento. Con acento nos referimos a las raíces, a de dónde vienes y dónde has mamado. Debes enseñar al mundo ese entorno. A mi me gusta hablar de mi entorno social, pero a parte creo que tengo que hablar de eso. No voy a hablar de la burguesía catalana, porque no me he criado en ella. En todos los sitios hay acentos y particularidades. La gente cree que el acento es solo el andaluz. En cada tierra hay un acento y una manera de decir y sentir las cosas. Lo nuestro por ser particular no es menos. No se puede hablar todo el rato desde la centralidad y la normativa. También hay que hablar desde la periferia. De esa manera, irónicamente, es como eres más universal.
-¿Qué papel juega Cádiz, entonces, en Las bingueras de Eurípides?
-Hay una forma de cantar, de expresarse, un acento, incluso unos giros verbales muy nuestros, pero son absolutamente inteligibles si no eres de cadiz, porque sino solo trabajamos aquí. También hay un poco de folklore e incluso varios guiños a Lola Flores. Y esa luz, ese flamenco y carnaval nuestro. Pero sobre todo está esa filosofía dionisíaca de aprovechar el momento, que también lo relaciono con Cádiz. Mientras que Penteo representa lo que es recto, la autoridad y el deber, Dionisio es el desorden y la locura. Cádiz representa esa relajación.
-Desde el Festival de Teatro Clásico de Peñíscola nos han "chivado" que vuestra obra es la que más entradas lleva vendidas. ¿Queda demostrado, además, que el humor hecho por mujeres gusta y tiene nicho?
-Sí. La verdad que tenemos mucha suerte porque hacemos humor desde nuestra perspectiva, somos mujeres y del sur, pero no sentimos ningún tipo de prejuicio. El público viene a pasárselo bien. Estuvimos hace dos años en el Festival de Peñíscola y creo que eso hace que de una edición a otra se corra la voz. Nuestros espectáculos son garantía de pasárselo bien. Aunque es cierto que tienen muchas capas y si quieres seguir escarbando toparás con un mensaje profundo, así como con referencias de la literatura clásica. Así que aunque la gente venga buscando diversión, pueden encontrar muchas cosas. Pero sí, estamos muy mal acostumbradas porque solemos llenar allá donde vamos. En general tenemos mucho público y... bueno son lo mejor que tenemos.
-Un final que no promete ser feliz, más bien apunta a trágico. ¿Cómo se asume, como actriz, estos cambios de registro tan radicales?
-Por supuesto, por la herencia que traemos. En Cádiz somos incapaces de contar un drama sin contar un chiste. Estamos obsesionados con el humor. Desde que naces tu entorno te obliga a ser gracioso, a veces es un coñazo. Pero es así, te encuentras una señora por la calle que te quiere contar que su marido está ingresado y de pronto tienes que volver la cara y reirte. No sabemos contar las cosas de otra manera. Entonces, esa herencia la tenemos tan incorporada que no nos cuesta. Además, son 20 años de investigación. Ha habido mucha aplicación y ya todo fluye.
-Y más allá del plano físico, ¿qué impacto ha tenido en ti la obra?
-Me siento feliz de haber rendido homenaje a las mujeres de mi vida. Siempre han estado en un segundo plano y ahora no. Ha sido como decirles; mujeres, teníais derecho a que os escucharan. Y fíjate, vamos a muchas capitales pero también nos movemos por circuitos más pequeños y por pueblos, y las personas que vienen a vernos son en su mayoría mujeres de más de 50 años. También en los teatros de capitales como València, Castelló o Madrid, el 70% son mujeres a partir de 50 años. Somos las principales consumidoras de cultura y nunca se habla de nosotras. Siempre se cuentan otras historias en las series. Se piensa que ya lo tenemos todo hecho, que como tenemos la menopausia estamos descatalogada, pero somos sus principales consumidoras. Así que me siento orgullosa de hablar de ellas.
-¿Tienes los ojos puestos en otro clásico o sabes qué tipo de obra te gustaría escribir?
-Bueno, estamos trabajando en el próximo espectáculo, que estrenaremos en la primavera del año que viene y vamos a cambiar de tercio. Nos vendremos más cerquita, no será de nuevo antigüedad grecolatina. Pero sí que estamos buscando en los Siglos de Oro, a ver qué mujeres encontramos.