MURCIA. Tal vez Vamos Juan no es una serie para ver en estos extraños momentos. Su feroz retrato de la política y su colección apabullante de idiotas, desalmados e idiotas desalmados deja un poso muy amargo.
Aunque, tal vez, sí es una serie para ver en estos extraños momentos. Su feroz retrato de la política y su colección apabullante de idiotas, desalmados e idiotas desalmados proporciona una catarsis imprescindible en la actualidad, ya que la tenemos plagada de idiotas, desalmetcetc.
Catarsis, RAE dixit, es: “Efecto purificador y liberador que causa la tragedia en los espectadores suscitando la compasión, el horror y otras emociones”. Una de esas cosas que proporciona la cultura, los titiriteros, vaya, eso que el Ministerio del ramo no parece considerar de primer orden. Y, atención a la cuarta acepción: “Biol. Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo”. En fin, todo lo que venimos necesitando últimamente, y no me refiero solo al virus maldito: purificar, liberar, expulsar.
Aunque es una comedia, ver en acción en una serie a tanta gente mezquina puede repugnar, y, sin duda, hay momentos bastante intragables en su bajeza moral. Hay mucho cinismo, mucha vergüenza ajena (uno de los rasgos principales de cierta forma de ejercer el humor hoy en día) y mucha ruindad en las andanzas de los protagonistas. Ahí están frases como “La ideología solo sirve para perder votos” o diálogos como este: “¿Cómo se llama esto que estamos haciendo?”, pregunta el protagonista a su asesora. “Política”, le responde. “No, ya, digo lo de aprovecharnos de una víctima de Aluche para ganar votos”. “Política”, vuelve a ser la respuesta. ¡Zasca! que diríamos ahora. O ¡catarsis!, dicho en griego y en lenguaje culto.
A Juan Carrasco y su troupe ya les conocimos el año pasado en Vota Juan y fue una sorpresa. No estamos acostumbrados en nuestro país a ver sátiras políticas en las series o en las películas, así que Vota Juan fue una rara avis no solo por su argumento, sino por el hecho de estar tan bien resuelta y ser tan buena. Reconozcámoslo, no nos esperábamos ese nivel de calidad en un género con tan escasa tradición hispana.
Y ahora llega Vamos Juan, su continuación con distinto título, y resulta ser aún mejor que Vota Juan. Escritas ambas por Diego San José (la primera junto a Juan Cavestany) y con nombres en la dirección como Borja Cobeaga y Víctor García León, desde luego esta segunda parte tiene otro tono. Es más amarga, más seria y profunda y también más audaz. No solo porque se meta en terrenos poco hollados, como el IBEX 35 o el Opus, sino por el modo en que profundiza en sus personajes, muy especialmente su protagonista, extraordinariamente interpretado por Javier Cámara, que vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista. No le anda a la zaga María Pujalte, espléndida en su personaje de asesora y amiga incondicional.
En general, la serie cuenta con muy buenas interpretaciones, entre las que destacan la de Esty Quesada, como la hija impertinente de Juan; Adam Jezierski, amigo y colaborador a la fuerza; Oti Manzano, cuyo jugoso personaje de víctima rompe esquemas; Joaquín Climent, el cancerbero del partido en el gobierno, que da auténtico pavor en cada una de sus apariciones; y Jesús Vidal, en un personaje que merece más recorrido y del que nos quedamos con ganas de más.
Juan Carrasco, que comenzó Vota Juan siendo ministro de agricultura, acabó defenestrado de la política por una maniobra rastrera y vil de su propio partido, así que, dos años después, que es cuando comienza la acción de Vamos Juan, quiere vengarse. Para ello, intenta crear un nuevo partido y esto es lo que nos cuenta la serie. Juan no dudará en engañar, mentir, manipular y arrastrarse ante quien sea y lo que sea necesario con tal de conseguirlo.
Le acompañan en su aventura unos pocos escuderos, tal vez sorprendentemente, dado el nivel de idiotez que a veces llega a alcanzar el exministro. Claro que esto de que sigan a un idiota tampoco debería asombrarnos, y no solo porque son un manojo de fracasados. Idioteces en boca de políticos oímos todos los días, y en las actuales circunstancias, aún más. Políticos estúpidos o ruines, o ambas cosas a la vez, tenemos unos cuantos, en el plano nacional y el internacional. Y todos ellos, las idioteces y los políticos estúpidos, son jaleados y seguidos por demasiada gente.
Vota Juan partía de ciertos clichés a los que iba sumando capas y restando tópicos, como hacen las buenas ficciones. Esta profundización y el alejamiento de convenciones narrativas y fórmulas del género son mucho mayores en Vamos Juan y es lo que ha hecho posible la existencia de un capítulo tan especial como el sexto, titulado “Estambul”.
En un entorno desacostumbrado y ciertamente llamativo, el protagonista y un personaje episódico, que solo aparece en ese capítulo, encarnado con su excelencia habitual por Anna Castillo (esta mujer es un portento), comparten desesperación. Están rotos y tocando fondo, sumidos en un rotundo fracaso vital. Los espectadores despreciamos merecidamente al idiota ruin de Juan, pero como los guionistas y el actor no han creado un fantoche, sino una representación de un ser humano complejo, somos capaces de sentir su desgracia y entender su profundo desconcierto. Además del debut en la dirección del propio Javier Cámara, el episodio es una auténtica joya y un perfecto ejemplo de libertad y madurez creativa.
No se pierdan la historia de Juan Carrasco, perfecta expresión de aquello de Groucho Marx: partiendo de la nada llegará a las más altas cotas de la miseria. Como tantos ejemplos de nuestra realidad vírica. ¡Catarsis!