MURCIA. Te ha costado una tarde de llamadas, pero por fin has encontrado mesa en un restaurante. No es gran cosa, pero ahí está la reserva a tu nombre. Menos mal, porque le habías dicho que te encargabas de todo. No cabe un alfiler, pero a ti eso ya te da igual.
“J. Para dos personas. 21.30 horas”
Quién dice 21.30 dice 22 horas.
Os conocisteis en ese festival que nunca te pierdes. En un concierto de ese grupo que tanto te gusta. Mientras sonaba esa canción que te encanta. Cantaba el grupo, cantabas tú y cantaba el olor a dar botes. Al día siguiente, toda la ropa a la lavadora. Pero en ese momento daba igual. Eras tú, el verano y la música. Como uno de esos anuncios de cerveza pero con menos presupuesto.
Y allí estaba él. Os separaba tres personas y dos vasos de cerveza. Luego dos. Y una. Hasta que chocasteis mientras dabais saltos. Cuando uno se podía chocar con otra gente, claro. Entonces ni saludos con el codito ni gel hidroalcohólico.
Colisión y primera sonrisa.
Y una cosa llevó a la otra…
...y la otra a la cena de la que os hablaba.
Llegáis al mismo tiempo al bar: cinco minutos tarde. Perfecto.
Vino, ensaladilla rusa, más vino, calamares, más vino, sepia.
Le cuentas la anécdota esa de cuando te sacaron a cantar en la cena de empresa. Siempre funciona.
Él te cuenta no sé qué de su viaje a Japón.
Te pareció divertido pero ahora no sabrías decir qué era.
Qué buena está la ensaladilla, madre mía.
Se acaba el vino. Se acaba la ensaladilla.
:(
Mistela para dos.
:)
Qué calor.
Te animas y cantas un poco de la canción con la que te hiciste famoso en la cena de empresa. Sale mal. Os reís a carcajada limpia.
¿Otra mistela?
Venga va.
La cuenta, por favor.
Te levantas. Sales. Respiras. Te secas el sudor de la frente.
Vuelves a casa por el camino largo.
La calle está en silencio.
Os rozáis la mano. La coges. Paras, le das un beso. Sigues andando como si nada. Qué calor.
Pasas por al lado de un grupo de chicos. Son tres o cuatro.
Os soltáis la mano de manera automática.
Lo escuchas. Primero lejos. Luego más cerca.
“Maricón, bujarra”.
Sigues andando como si nada. Notas los pasos detrás de ti. Cada vez más cerca.
Primer golpe.
*Ficción a partir de distintas noticias de agresiones homófobas en este último mes.