MURCIA. Es una de las biografías más esperadas de los últimos tiempos acerca de uno de los personajes más reconocibles y queridos de los últimos años: Luis García Berlanga. El escritor y periodista Miguel Ángel Villena ha escrito un libro extraordinario con un ritmo frenético y repleto de anécdotas y testimonios valiosísimos, no sólo de Valencia y del cine español, también de una época: la España del siglo XX. El libro, publicado por Tusquets, ha conseguido el premio Comillas por su “minuciosa reconstrucción de la vida y obra de un cineasta que supo radiografiar la sociedad española”.
- Hay una parte del libro que dedicas a Valencia. ¿Crees que un personaje como Berlanga hubiera sido el mismo si hubiera nacido en otra ciudad?
- Sin ninguna duda. El cine de Berlanga no se entiende sin su origen valenciano, eso me parece indiscutible. O si quieres, elevando el adjetivo, sin su origen mediterráneo. Entonces, desde luego, yo estoy de acuerdo con una frase que decía el escritor Max Aub: “Todos somos de donde hacemos el bachillerato”. Entonces, digamos que el lugar de nacimiento es un accidente pero donde haces el bachillerato no lo es. Berlanga, como sabes, marchó a Madrid con 26 o 27 años, con una personalidad muy formada y luego, aunque siempre acabó residiendo en Madrid, nunca dejó de ir a Valencia a ver a su madre, hermanos y familia. Es decir, todo su cine y personalidad estaban impregnados del carácter y la sociología de Valencia, sin ninguna duda.
- En la primera parte del libro hablas de donde nace Berlanga, en una familia adinerada, muy ligada a la oligarquía agraria y al republicanismo. No sé si ese origen acaudalado le facilitó poder dedicarse al cine.
- Sí, claro. Él tenía origen burgués por los dos lados. Por la parte paterna, es descendiente de terratenientes e industriales del vino de Utiel. Y por la parte materna, tuvieron uno de las pastelerías más importantes de Valencia que era Postre Martí. Berlanga tuvo un colchón económico y familiar que le permitió hacer el cine que le interesó hacer. Ese colchón familiar le permitió dedicarse a una profesión tan inestable y arriesgada como la de director de cine.
- El año pasado la Real Academia Española había formalizado la entrada en el diccionario del término 'berlanguiano'. ¿Cómo lo definirías?
- Yo lo definiría como una situación o un personaje absurdo y grotesco que, al mismo tiempo, es muy real. Si te fijas, cuando alguien dice que algo es berlanguiano, en realidad, nos referimos a algo absurdo, casi una caricatura y exagerado pero, al mismo tiempo, es una realidad. La RAE, en este sentido, no se ha calentado la cabeza y simplemente lo vincula a Berlanga.
- Hay buena parte del cine de Berlanga que va contra ese falso paternalismo y es casi políticamente incorrecto. Yo no sé si ese cine hoy hubiera sido “cancelado”.
- Berlanga era, por encima de todo, irreverente y un gamberro. Desde que era joven. Muy iconoclasta. Disfrutaba con las bromas y se reía de sí mismo. Yo creo que a Berlanga no le habría afectado esa cultura de la cancelación y aunque siempre fue incorrecto, al mismo tiempo que es crítico que es con los poderosos, también muestra respeto y ternura con sus personajes. Digamos que nunca fue despiadado con sus personajes. Tenía un punto de simpatía por esas situaciones.
- Hay un episodio dedicado a la relación de Berlanga con las mujeres. ¿Es verdad que fue un misógino confeso?
- Efectivamente, dediqué un capítulo a esto porque estuvo muy marcado por una madre y una mujer de carácter fuerte y autoritario. Berlanga tenía una relación muy ambivalente: por un lado, de atracción y admiración por las mujeres, hasta el punto de considerarlas superiores a los hombres intelectualmente, pero también les tenía miedo. Sobre esa mezcla era su comportamiento privado y su cine. Muestra una cierta manía hacia las mujeres que aparecen en sus películas pero también les atrae. Berlanga es de una generación nacida en los 20, casi de nuestros bisabuelos. Esto no es disculpa pero, claro, Berlanga tuvo una educación sentimental como millones de españoles que era irse de puta, algo muy habitual en cualquier clase social, ya que había mucha represión sexual. Dicho esto, de toda la gente con la que he hablado para hacer esta biografía, hay 10, 12 o 15 que son mujeres. Todas ellas me dijeron que era una persona exquisita y un caballero nada ofensivo con las mujeres y muy respetuoso.
- ¿Cómo crees que ha aguantado el tiempo las películas de Berlanga?
- Han aguantado muy bien, creo yo. E incluso otras se han anticipado, como Todos a la cárcel, una película de 1993, con todo el tema de la corrupción política. Su cine ha sobrevivido muy bien porque mucha gente joven me ha preguntado si es cine visible y yo digo que sí porque Filmin, por ejemplo, lo está recuperando. Sus películas aguantan el paso del tiempo porque hablando de cosas muy ancladas en el tiempo y en sitios concretos y locales habla de cosas universales, que cualquier puede entender en cualquier lugar y tiempo. El verdugo es una película que dirige en el año 1963, en la dictadura. Ese año fusilan a un dirigente comunista y a otros anarquistas, empieza el turismo en España, etc... En cambio, ves hoy El verdugo y es una parábola contra la pena de muerte que alguien ve en Marruecos o Japón y va a decir que es un impresionante alegato. Ese es el gran talento de Berlanga: convertir lo local en universal. Por eso es uno de los grandes directores de cine españoles y europeos.
- ¿Crees que la figura de Berlanga es reconocida dentro del cine español?
- Yo creo que Berlanga se merece todo tipo de reconocimientos pero sí tiene el cariño de la crítica de especialistas, académicos y cineastas pero también del público. De todos modos, lo que me gustaría es que ese centenarios y la biografía sirvan para que las generaciones más jóvenes se acerquen al cine de Berlanga. Les gustará y comprenderán la España de sus padres y abuelos. El cine de Berlanga necesitaría para reconocimiento en Europa y Estados Unidos, aunque tuvo cierto problema fuera porque es muy difícil de doblar o subtitular. Eso lo comentaba con Almodóvar y decía eso: no ha tenido más proyección internacional por este motivo. Así que ojalá los jóvenes se acerquen al cine de Berlanga. Recuerdo que Santiago Segura me decía que Berlanga se debería estudiar a bachillerato de forma obligatoria, como se estudia a pintores o escritores.