Juan Carlos I ha sido el monarca que capitaneó a España en un momento clave para que hoy en día podamos decir que somos uno de los países del mundo con mayor calidad de vida para vivir, y así salió en el Democracy Index 2019
El mes de agosto ha empezado con un tema que es como un caramelo en la puerta de un colegio, todos lo quieren y nadie lo suelta. Sería razonable pensar que ese tema es el de la crisis sanitaria, especialmente tras reconocer el gobierno que no existía tal comité de expertos y demostrar que gran parte de la responsabilidad del daño causado por la pandemia del covid-19 es debido a una nefasta gestión que ojalá algún día se dirima en los tribunales, amén de las urnas que deberían precipitarse para deshacerse del peor gobierno de los últimos 40 años.
No, ni la crisis sanitaria ni la económica que todos vaticinan, pero pocos señalan la grave culpa y responsabilidad de los responsables políticos y sus decisiones, son las noticias que más encontramos en los medios esta semana y que comentamos con nuestros amigos en los grupos de WhatsApp, no. La bomba informativa, como solía decir el mítico periodista deportivo, ha sido que Juan Carlos I, el rey emérito que apenas veíamos y que ni sabíamos donde vivía, ha comunicado oficialmente su marcha del país que reinó durante décadas llevándolo a sus máximas cotas de prosperidad.
El politólogo Fernando Vallespín ha publicado un artículo en el que con inteligente cautela analiza la situación y que empieza con esta afirmación: “El problema con la evaluación precipitada de figuras históricas como el rey Juan Carlos es la ausencia de la necesaria perspectiva temporal. Falta que el tiempo vaya dejando su poso para que el juicio que quepa emitir sobre el personaje pueda dar cuenta del auténtico papel que desempeñó en cada momento.” Pero obviamente esa variante no existe en la era de las redes sociales, nadie se plantea esperar un tiempo, leer una biografía del Rey o si acaso repasar el último siglo de nuestra historia y emitir un juicio ponderado de la figura de Juan Carlos.
El gran problema de la sociedad actual es que ni el fácil acceso a la información, ni las numerosas posibilidades de acceder gratis a la cultura, ni el tiempo libre para todo ello, se traducen en una sociedad más culta, más formada y sobre todo más sensata. Cualquiera que actúe guiado por el sentido común y no por la rabia o esa envidia personal típicamente española (sí, la del español medio que tiene un Mercedes y le fastidia cuando el vecino aparece con uno más nuevo), no puede negar que los servicios prestados a España por el Rey Juan Carlos I han sido infinitamente más beneficiosos y positivos para nuestro país, que sus aventuras privadas.
El ejemplo de la monarquía inglesa es interesante en esta situación, varios de sus miembros han protagonizado graves escándalos y también han sido apartados de sus funciones o renunciado a su papel dentro de la familia, y no por ello el pueblo británico ha atacado a su monarquía, es más, la sienten como lo que son las monarquías en los países que las disfrutamos, una parte crucial de nuestra historia, una figura que otorga estabilidad institucional y que favorece la representatividad del país en todo el mundo y de manera más emocional, simbolizan a la primera familia de cada país, y como en todas las familias, viven momentos de dificultad.
Los motivos de apoyo a la figura de Juan Carlos I son numerosos, estos días hay importantes artículos que los resaltan y recuerdan, pero pese a ello, se percibe un sentir en mucha gente, especialmente jóvenes, que desprende una peligrosa mezcla de ignorancia y resentimiento, la crítica facilona y el ataque a la figura de alguien que supo aunar voluntades tan dispares como la de Fraga, Carrillo o Suárez y que fue un aglutinador para el éxito de la transición española. Algo que, por no haberlo explicado con la seriedad requerida, ahora suena a una expresión hecha para dejar en buen lugar al rey emérito, pero no es así. El famoso “de la ley a ley”, en referencia a como España evolucionaría del periodo franquista a la monarquía constitucional sin una ruptura traumática ni un enfrentamiento, tiene muchos hombres que lo hicieron posible, el primero de ellos Juan Carlos I.
Por ello, quienes pertenecemos a esa generación, quienes poco días llevábamos en este mundo cuando se produjo el 23F y en definitiva quienes conocen, al menos, la historia reciente de España, pueden decir con orgullo y serenidad que este es nuestro Rey, como ahora lo es su hijo y sucesor Felipe VI, para quien tras ver lo que está ocurriendo y la infinita maldad de la mayoría de miembros del gobierno, solo queda desearle como siempre se ha dicho que Dios guarde muchos años.