MURCIA (Efe). Anaïs Nin, June Mansfield y Henry Miller protagonizaron hace cien años uno de los tríos más escandalosos, y largos de la época, "bestias" obscenas y a la vez elegantes y poéticas que han llegado al teatro en Taxi girl, de María Velasco, una obra "altamente sexual" sobre personajes adelantados "a nuestro tiempo" y coprotagonizada por la actriz murciana Eva Llorach. Su director es Javier Giner, el publicista de Pedro Almodóvar y Penélope Cruz, y que hasta ahora solo había hecho en teatro una lectura dramatizada de otra obra de María Velasco, Fuga de cuerpos, también para el Centro Dramático Nacional (CDN).
"A partir de esa obra, quedé con la actriz Celia Freijeiro y me propuso dirigir Taxi girl. Me leí el texto y no lo dudé un momento. Es muy moderno, rompedor y valiente", ha explicado Giner, que ha dirigido varios cortos, series y videoclips.
Taxi girl, programada hasta el 15 de marzo y con Freijeiro, Llorach y Carlos Troya en los papeles protagonistas, abarca dos continentes y cerca de veinticinco años de relación entre los escritores y Mansfield, una 'tanguista' que conoció a Miller en una sala neoyorquina en la que ella cobraba por bailar, y que se casó con él y luego tuvo una relación además con Nin.
"Es una obra sobre el precio que pagamos por ser radicalmente libres en una sociedad obsesionada con la moral. Anaïs y June son mujeres adelantadas no ya a su tiempo sino al nuestro", resume Giner sobre la pieza, que obtuvo el premio Max Aub 2017.
Uno de los grandes retos que ha afrontado en esta producción, detalla Giner, ha sido cómo hacer escenas de sexo "tan libre y tan desprejuiciado" como el que ellos tenían. "Me he dejado llevar por ser lo más honesto posible con lo que ocurrió. Ni los actores ni yo enjuiciamos lo que dicen, solo queremos dotarlos de la máxima honestidad. No iba a hacer Orgullo y prejuicio con ellos. Era un trío volcánico que escandalizó a la época", ha recalcado.
Aunque es "una función altamente sexual", precisa, no hay sexo real, es todo ficcionado, "tanto de piel como de lenguaje", porque para ellos "no había ningún límite, ninguna barrera" y su máxima era "probar, experimentar". La obra, sostiene Giner, "fluye", es "un trabajo de destilación del alma y el público -que ha podido verla en una función previa- siente que los personajes le hablan; hay una apelación directa al público".
Ha decidido situarla en "un limbo temporal", en un "penthouse" -ático- que podría estar en Manhattan o en el Bronx en 2020 aunque el espectador "sabe perfectamente la época en la que transcurre la acción", es decir entre 1929 y 1957.
Está "feliz" con el resultado y con trabajar con "un equipo apabullante" aunque todo eso no le quite la sensación de que es "un intruso" en el teatro. "Mi gran amor es el cine pero desde que hice Fuga de cuerpos siento que conecto con algo mío muy íntimo. Para mí lo ideal sería simultanear el cine y el teatro, son dos artes muy distintos, uno más técnico y otro más emocional pero me parece importante hacer ambos", añade.