MURCIA. Quedo con Paco Inclán para entrevistarle. Hablar con artistas y escritores es muy estimulante. Lo malo es que luego lo tienes que transcribir todo. Y después darle forma a la conversación y redactarlo. Sin embargo, es durante la transcripción cuando la conversación cobra forma y la entrevista adquiere sentido. Como he de hablar con Paco, releo algunos relatos de su último libro, Dadas las circunstancias. Paco consigue eso tan difícil en cualquier área artística que es hacer algo que sólo le pertenece a él. Lo admiro mucho. Creo que para su próximo libro su editor debería hacer chapas o camisetas o algo donde ponga fan de Inclán.
El editor de Paco, por cierto, es Víctor Gomollón, que también lo es mío. Los libros de Paco fueron mi primer vínculo con su editorial. En cierta manera, gracias a Paco conseguí publicar en una editorial que, cuando veía sus libros, decía, “me encantaría que a mí también me publicasen un libro aquí”. Por este y otros detalles -mi tendencia a crear eslóganes inútiles, por ejemplo- me considero un personaje de un relato que solamente Paco podría escribir. Me hago un par de fotos con él mientras posa para el fotógrafo que se ocupa de la parte gráfica de la entrevista.
Leo una entrevista de Tereixa Consteinla con el historiador Timothy Snyder que aparece en El País. Subrayo lo siguiente: “El efecto principal de las redes es hacernos menos lógicos y más impulsivos, como ocurre con las drogas. Están basadas en el principio de la adicción”. Yo también creo que las redes sociales son una droga de estos tiempos, el nuevo opio del pueblo o algo así. Un sitio al que acudir compulsivamente para invertir nuestro tiempo y dejar de hacer cosas realmente importantes. Envidio a las personas que no tiene redes sociales. Personas que, en gran medida, viven ligadas al mundo por los viejos procedimientos. Ellos no sienten el deseo de esnifar un poco de opiniones ajenas en Facebook o Twitter, o ver las alucinaciones de IG.
Mientras transcribo la entrevista con Paco me doy cuenta de que 2020 está siendo un buen año para la literatura valenciana. Paco sacó su libro en febrero. Bárbara Blasco ganó el premio Tusquets por su novela Dicen los síntomas. Alberto Torres Blandina acaba de publicar Jávea. Manel Baixauli, que es el gran escritor valenciano a descubrir por los lectores valencianos, publicó Ignot. El músico y escritor Nèstor Mir acaba de publicar la novela Un inmenso e infinito continente. Hasta yo he publicado una novela este año. Estaría chula una placa conmemorativa que dijera algo así: “A los escritores valencianos que publicaron en 2020, año del coronavirus”. Aunque a mí lo que de verdad me gustaría es tener mi propio ninot. Si eres valenciano y realmente quieres sentir que lo has conseguido, has de tener tu propio ninot. Passeig del novelista Cervera o Avinguda Rafa Cervera suena muy bien, pero yo creo que un ninot a va más acorde con mi personalidad, y también es más de relato de Paco Inclán.
Leo en la revista Uncut una entrevista con Kevin Rowland, que se hizo famoso liderando a los Dexy’s Midnight Runners. Ahora promociona la reedicón de un disco en solitario que sacó en 1999. En su momento lo pusieron a parir. La prensa se cebó con él de mala manera. Sobre todo criticaron la portada. Posaba vestido de mujer. No era gay, no era trans, solamente le apetecía vestirse de mujer, sin más. Ahora, lo que antes fue objeto de burla es contemplado como una obra injustamente despreciada. En la entrevista dice algo que a mí me parece valiosísimo: “La música me cambió porque me dio esperanza -dice-. Ver a Elvis a los siete u ocho años… me encantaba su romanticismo. Podías vivirlo, tener sus canciones metidas en la cabeza. Te sacaba de la realidad. Pero no me gusta demasiado hablar sobre música o ponerle a la gente canciones que me gustan porque casi nunca las perciben del mismo modo en que lo hago yo. Te dicen: «Ah, qué bonito». Y yo contesto: «¿Bonito? ¡Esto es jodidamente profundo!»”. Así es (si tuviera que decir esto mismo en Facebook o en Twitter diría, me representa) Lo que te hace sentir la música es intransferible. También tengo la teoría de que ese grado de entusiasmo es otra clase de adicción. Si los discos de un artista te seducen tanto, el listón para el resto acaba situado demasiado alto. Y si un artista que hace música te seduce como concepto global -canciones, imagen, personalidad-, y lo ves casi como a un dios, difícilmente te conformes con algo que no posea esa fuerza de impacto. Eso es algo que siempre me ha condicionado a la hora de elegir temas para escribir sobre música. Me apasionan Lou Reed y Patti Smith, Ramones, Siouxsie & The Banshees, The Cramps, Pixies, LCD Soundsystem, Moses Sumney. No esperéis verme escribiendo sobre Poco o sobre cualquier banda hippie o progresiva que a la prensa inglesa le dé por reivindicar.
Termino Dicen los síntomas, que es una de esas novelas que te cuesta trabajo soltar. Bárbara Blasco ha escrito sobre la enfermedad en todas sus manifestaciones posibles y también sobre los diferentes protocolos que creamos para relacionarnos con ella. De la misma manera que el título del libro de Paco Inclán se anticipaba, sin saberlo, a la realidad pandémica que nos aguardaba, y nos ofrecía una frase emblemática con la que poder reírnos de nosotros mismos, el título de Bárbara también cuadra perfectamente en el inesperado escenario en el que se ha convertido el presente. Es también un recordatorio de que no solamente estamos amenazados por el mal estrella del momento. El malestar nos acecha siempre disfrazado con miles de nombres científicos. Pero contextos al margen, lo realmente apasionante de este libro es lo vigorosamente bien escrito que está -bien escrito para mí significa que su lectura te secuestre sin que te des cuenta ni quieras evitarlo, que te cuente cosas sobre ti mismo que tú no sabías-. La protagonista, obsesionada con la enfermedad, va completando un inventario de la de nombres célebres -Sontag, Molière, Woolf, Tolstói, Julián Herbert…- y la relación que mantuvieron con ella. Una protagonista que también padece una de las enfermedades más comunes de la historia de la humanidad: la familia. Cuando la familia te sale rana es un poco como el cáncer, tus propias células conspiran para sabotear tu vida, se convierten en enemigas secretas, en agentes nocivos que, por su estrecho contacto con la víctima, pueden actuar con absoluta discreción. En la novela de Bárbara, los síntomas nos dicen quiénes somos, y las vacunas y los tratamientos para combatirlos son esos mismos virus que a veces san de enseñar a nuestros cuerpos a defenderse. Bárbara, además, reivindica al Umbral de Mortal y rosa y se niega a escribir el adverbio sólo sin acento, que me parece una de las más gloriosas formas de rebeldía literaria que existen. Debería halar con ella para ver si creamos una asociación o algo.